lunes, noviembre 20, 2006

Puig como cinéfilo

Por Quintín [para Diario Perfil]

"No sé qué habré hecho de malo que caí a ver El proceso que tendría que llamarse El castigo, qué asco, pobre Kafka, qué traición, ese Welles es un gran boludo." La correspondencia de Manuel Puig recopilada en los dos tomos de Querida familia abunda en referencias cinematográficas. De hecho, el libro incluye un índice con las películas mencionadas y el cine es uno de los temas recurrentes de las cartas, donde se alterna con otras obsesiones de Puig como la preocupación por su carrera y la pasión por la ropa y los viajes.
El descubrimiento de la vocación literaria de Puig es una leyenda con final feliz, una historia de patito feo, de crisálida transformada en mariposa. En 1956, a los 24 años, Puig viaja a Roma con el fin de estudiar dirección de cine en el Centro Sperimentale di Cinematografia. Al cabo de unos meses, abandona la institución pero se traza el objetivo de ingresar en la industria del cine como guionista. Su estadía europea se prolonga por varios años, y allí, mientras trabaja subtitulando o lavando copas, escribe guiones que intenta vender sin éxito. Hasta que un día, haciendo un ejercicio de construcción de un personaje, la voz fantasmal de una tía le dicta veinticinco páginas. Así nace La traición de Rita Hayworth, la primera novela de alguien que no era un gran lector ni se había imaginado escritor pero que, recorriendo el camino inverso de tantos literatos encogidos a guionistas, terminará teniendo un reconocimiento enorme en el campo de la literatura. Las cartas son el testimonio más cercano de esa evolución.
Es sabido que Puig se inicia como espectador en compañía de su madre en las tardes de General Villegas, que ama sobre todo las viejas películas y la performance de las actrices, pero el lector de la correspondencia se sorprende un poco al comprobar que los apasionamientos juveniles de Puig pasan por cuestiones tales como la defensa de Gina Lollobrigida sobre Sophia Loren ("Esa vaca"). La especialista Graciela Speranza afirma que, durante esos años, Puig "revé decenas de clásicos de Hollywood pero vibra también con los nuevos filmes de Antonioni, Fellini, Bresson, Bergman, Resnais o Godard". Las cartas muestran casi lo contrario: a cambio de algunos tibios elogios para Bergman o Resnais, el escritor se indigna con Antonioni ("La aventura, muy repetida y pedante", "El eclipse, una lata que no termina nunca") y con Fellini: "8 ∏, algo que no tiene nombre, tan estúpida, pesada, intelectualoide, pretenciosa, creo que es la peor película que he visto en mi vida". En cuanto a Godard, Sin aliento le parece "simpática y nada más". Tras elogiar Vivir su vida y El desprecio, cuando llega Masculino femenino es lapidario: "Es IMPOSIBLE, se le fue la mano en la forma, lo peor de todo es que aburre bestialmente". En cuanto a los clásicos, Puig asiste al estreno de The Searchers de Ford ("Me fui en la mitad"), Elena y los hombres de Renoir ("Pésima, mamarracho imperdonable"), Sed de mal de Welles ("Está completamente reblandecido"), Un rey en Nueva York de Chaplin ("Es algo lastimoso, no podría ser más estúpida y desagradable").
En plena época de la política de los autores, Puig sigue hablando de las películas "de" Marlene Dietrich o de Ingrid Bergman. A veces acierta con un film y es capaz de advertir, contra la opinión general, que Marilyn Monroe o Robert Mitchum son buenos actores. Pero, normalmente, prefiere Marcelino pan y vino a Lola Montes y Doce hombres en pugna a Vértigo ("El último mamarracho de Hitchcock"). Tal vez lo más discutible del gusto cinematográfico de Puig no sea el cholulismo sino su apuesta al entretenimiento, a la eficacia y el profesionalismo, los valores de la crítica más reaccionaria.
El escritor que sostenía esa mirada populista sobre el cine es hoy central en el canon de las letras argentinas. Admirada y copiada, su obra es sinónimo de literatura de vanguardia. ¿No hay aquí un pequeño misterio?

29 comentarios:

Anónimo dijo...

"No pude leer la nota, que es larga, y aparte abomino del ordenador. Sólo quería preguntarles a los de la editorial Entropía a dónde debo mandarles mi manuscrito para que lo evalúen y me digan si les vengo bien como escritor. Sólo pido el 10% de derechos de autor y un adelanto por la mitad de la tirada. También mi hija les podría hacer llegar el texto por e-mail, pero pesa bastante, como dos Giga."
Lord Byron.

Anónimo dijo...

Del cogollito ese, además, preferimos a john polidori, la verdad sea dicha....

Anónimo dijo...

Se me ocurrió que otra alternativa es que les faxee el manuscrito. Tengo muchas y muy buenas ideas para la presentación del libro (que podría imprimirse en Hong Kong si necesitan abaratar los costos). Por otra parte César Aira es amigo mío y me dijo que me haría el prólogo. No sé, siento que la posibilidad de que el proyecto se concrete depende en gran medida de ustedes. El material es, de por sí, fuerte: hay poesía, hay recuerdos, denuncia social, es una obra muy particular, muy íntima. El cuerpo de notas a lo mejor podría abreviarse. Además mi hija podría diseñar "gratuitamente" la tapa, las solapas y los afiches.
Quizá podríamos arreglar un día para almorzar y de paso ir conociéndonos.
Lord Byron.

Anónimo dijo...

Poesía, denuncia social, recuerdos... Mmm, se parece bastante a algo que yo mismo estoy preparando en estos momentos. No sé si romper la endogamia blindada de esta casa editorial para permitir que extraños (por más prestigiosos y bienintencionados que sean) vengan a competir con nuestro propio material. Además, ¿qué hay de malo con el diseño de nuestras tapas como para necesitar de la asistencia de su hija? ¿Tan buena es? ¿De qué casa de estudios es egresada? ¿La UP? ¿La Escuela Panamericana de Artes?

El almuerzo puede ser, desde ya. Podríamos charlar otras cosas. Por ejemplo acerca de su amistad con César Aira. Hagamos un trato: usted, Byron, nos consigue unos papelitos sueltos de Aira (para la colección _Al Aira lo que es de César), y nosotros publicamos su novela, así como viene directamente de la máquina de faxísmiles, sin mediar corrección alguna, puesto que la manifestación ortográfico-conceptual de sus comments nos inspira la mayor de las confianzas.
Y lo de Aira, vea, ya que estoy verborrágico, es más que nada para ganar algún autor de prestigio en el rubro ficción (no es que en otros ámbitos nos falten, eh: Link, Puig; qué sé yo, lo que uno dice pesos completos... nada que objetar), porque ahora nos sentimos un poco en falta en ese ¿segmento? Digo, viene el amigo Garamona, y en quince minutos reúne los nombres más calentitos del orbe literario moderno (¡si hasta mario bellatin -¡el que se hace llamar amigonuestro!- les da sus textos... mientras que a nosotros nos obliga a ponernos de rodillas para conseguir una servilleta autografiada). Y de Interzona, bueno, ni hablemos... ¿Pero y nosotros? Se entiende que no podemos vivir únicamente de los nuevos talentos... Lo intentamos, pero las ventas no superan los mil, mil quinientos ejemplares. Además necesitamos la pátina de prestigio de un Aira, de un Dani Umpi, de un Gerardo Rozín (que, según se comenta, tiene estupendas ideas para novelas capaces de trenzar dos vectores clave: la avangar estilística y la panacea de las ventas multimillonarias).

Bueno: sigamos las conversaciones.

Anónimo dijo...

Y Quintín, ya que estamos, podría haber mencionado la editorial, ¿no? Qué le costaba.

Anónimo dijo...

Todos estos nombres que ustedes barajan no los conozco, ni creo que puedan darse a conocer nunca, ni que importe que se den a conocer. El libro anónimo no tiene gollete. Mediten como alternativa el plagio al revés, atribuirle una obra a un escritor de buenas ventas, si total hay casos muchos de gente que se llama igual, y en el juzgado puede alegarse pseudónimia, que es figura legal excarcelable después de tres meses de preventiva.
Thomas Abraham

Anónimo dijo...

Yo diría que los anónimos graciosos que se hacen pasar por grandes personalidades al menos aprendan a poner su nombre de fantasía en el encabezado del comment.
Molina.

Anónimo dijo...

Molina, gracias por postear el evento en su blog .
Y no rete a Lord Byron, dejelo que firme como le plazca.

Anónimo dijo...

De nada, VC, es un honor.

Y está bien, que Lord Byeron firme como quiera. Pero al otro, al que firma como Thomas Abraham y me trata de autor anónimo, sí se la tengo jurada.

Anónimo dijo...

Que vuelva Byron. Me simpatizaba.

Anónimo dijo...

¿donde es que lo tratan de anonimo, Molina, si se puede saber?

Anónimo dijo...

Entiendo que Ricochet running tiene razón, molina: ni pizca de referencias a su persona en las apreciaciones del poeta. Y lo último que necesitamos -además– es que nos espante o nos chumbe a George Gordon, que parece ser uno de los comentaristas más interesantes de este deprimido blog primaveral.

Anónimo dijo...

porque los autores de esta casa, se entiende, no aportan ni a punta de pistola, ¿no?
¿Lachica, mi querida hermana? Bueno, perdida en los avatares de la actuación semi-mainstream, o en la danza afrocubana, o en el karate astrológico. ¿El señor Havilio? Quién sabe, mordiéndose los codos mientras espera el cese de nuestra procrastinación. ¿Daniel Linkillo? Supongo que feliz de habernos abandonado en pos de editoriales más –digamos– comercialmente competentes. ¿La vieja guardia (el tándem castro/bianco)? Imagino que demasiado hartos de esta juvenilia extemporánea (tal como ya lo han expresado valiéndose de tibios alias). ¿SMD? Misterio absoluto: entregado de lleno al tabaquismo, al consumo de drogas psicotrópicas, o dedicado in toto al periodismo de agencia, su verdadera y temprana vocación profesional.
Hay otros autores posibles, es cierto, como el señor Schiettini, pero de eso aun no se puede hablar so pena de quebrantar la estricta cláusula de confidencialidad que el celoso crítico palermitano hizo grabar a fuego en nuestro contrato de edición. Y a tanto no nos animamos.
Uf. Me agoté.

Anónimo dijo...

Me extralimité, lo reconozco. Ha de ser la parternidad. O su ausencia. Ya se sabe cómo son estos lacanianos taimados.

Anónimo dijo...

Es el éxito el que instruye al editor y al escritor. O el autor se asocia con el editor, y en ese caso resulta un mal negocio ya que presupone demasiada confianza de uno y demasiada probidad del otro; o bien el autor cede definitivamente la propiedad de su trabajo a un precio no demasiado alto, dado que dicho precio se fija y debe fijarse en base a la incertidumbre del resultado. No obstante, hay que ponerse, como yo lo he estado, en su lugar; en el lugar de un autor joven que recibe por primera vez un módico tributo por algunas jornadas de meditación. La alegría y el beneplácito que el hecho le produce son imposibles de comprender. Si vienen a añadirse algunos aplausos del público, si algunos días después de su debut encuentra que su editor lo trata de manera cortés, honesta, afable, afectuosa, con la mirada serena, cuán satisfecho se encontrará. Desde ese momento su talento cambia de precio y, no sabría disimularlo, el valor comercial de su segunda producción aumenta sin estar en relación directa con la disminución de los riesgos.

Diderot

Anónimo dijo...

Un error que veo cometer sin cesar a quienes se dejan llevar por las máximas generales del comercio, es el de aplicar a la edición de un libro los principios de la manufactura textil. Estas personas razonan como si el editor pudiera fabricar según la proporción de sus ventas y no tuviera que enfrentar más riegos que las extravagancias del gusto y los caprichos de la moda; olvidan o ignoran que es imposible vender una obra a un precio razonable sin imprimir de la misma un cierto número. Lo que queda de una tela anticuada en los almacenes de una sedería, tiene algún valor; el que queda de una mala obra en los almacenes de una editorial, es nulo. Debemos añadir que, si hacemos cuentas, de cada diez proyectos sólo hay uno, y aún es mucho, que da resultados, sólo cuatro cubren los gastos a la larga, y los cinco que restan ocasionan pérdidas.

Diderot

Anónimo dijo...

Pueden contarse rápidamente los libreros que tuvieron suerte en su comercio y alcanzaron la opulencia. En cambio, el número de aquellos que nadie menciona, que languidecen en la Rue Saint Jacques o en la ribera del Sena, que han recibido la limosna del gremio para pagarse el ataúd –esto dicho sin ofender a los autores– resulta prodigioso.

Diderot

Anónimo dijo...

Nota a la última apostilla: en mis tiempos,librero valía por editor. Léase, por tanto, "Pueden contarse rápidamente los "editores", et caetera.

Diderot

Anónimo dijo...

Ricochet y JM: el que hacía referencia a mí (entre otros) es el que firma como Thomas Abraham, no el poeta. El intelectual reaccionario escribió:

"Todos estos nombres que ustedes barajan no los conozco, ni creo que puedan darse a conocer nunca, ni que importe que se den a conocer. El libro anónimo no tiene gollete"

Anónimo dijo...

disculpen que defienda cualquier cosa:
los nombres barajados eran Link, Puig, Bellatin, Garamona, Umpi, Rozin.
y lo de anónimo respondia al comentario de smd:
“2) No seamos vanidosos. Yo digo que el próximo libro lo editemos anónimamente.”

Anónimo dijo...

De ser así, Ricochet, si le resultan anónimos nombres como el de Bellatin (o el de Rozín), Abraham se merece un castigo mucho mayor.

Anónimo dijo...

Lo sostengo, Molina, por hoy lo sostengo. Un día el sol se tragará la Tierra y no quedará ni un disquette.
"La meta es el olvido, yo he llegado antes"
¿Qué otra meta le resta a Shakesperae, o a usted o a mí, que el olvido? El autor menor la alcanza enseguidita, cuestión de semanas nomás una vez comienzan a llegar las devoluciones de los libreros. Ejercítese en la contemplación del ancho mar del tiempo y no sienta vértigo, ni sé dé más importancia que la que todo individuo tiene, y que, como cualquiera, propende a cero. Sobre el anonimato, la autoría o el nombre apócrifo, salvo en casos excepcionales (verbigratia: la cuantiosa sucesión de mi abuelo en los tribunales), es absurda. Entre otras razones porque cualquiera de las tres categorías predispone a leer los textos de determinada manera. Las tres son variaciones del ego. ¿Se animaría a decirme usted cuál de todas es la más censurable o digna de elogio?
Ni por cien y la moto!
Schopenhauer estaba en contra del anonimato. Condorcet, a favor para inspirar la libre circulación de las verdades. Anónimo, a quien debemos el Génesis y el Lazarillo de Tormes, siempre se mostró reacio a la autoría.

Pero sólo hoy pienso así, Molina. Por la tarde quizá ya piense como usted y me desprecie y me arranque las muelas con una pico de loro. Acepte este abrazo de Guayaquil.

Thomas Abraham o Lord Byron o Diderot.

Anónimo dijo...

Didedot madruga copiosamente. Ora tiene un puesto de diarios, ora nos visita desde otro hemistiquio de la ancha esfera global...

Anónimo dijo...

Pero cuántos conceptos acertados, y vertidos con qué presteza. No me atrevo a refutar ni uno solo. ¿Hemos ganado el comentarista que de verdad necesitábamos? ¿Por fin pagó esta empresa del blogcito?

Anónimo dijo...

Hórrida la mañana glacial aquella, de haber estado con Sábato me habría dado muerte, pero vos, entonando esas alegres canciones de Serrat (recuerdo la de las moscas en los párpados yertos de los muertos)supiste insuflarle vida a un corazón ya cansado.
Lord Byron.

Anónimo dijo...

Si yo fuera editor, al fulano éste -el de los nicks múltiples, la estética arcaica y la verba florida- ya lo tendría en mi catálogo. Aunque sea en la Colección Inimputables.

Anónimo dijo...

Bienvenido (finalmente), querido Lord Byron.

Anónimo dijo...

No sé cuán populares puedan ser las anécdotas de viajes, eh. Quizás si contaran alguna de la conscripción...

Anónimo dijo...

¿Y qué le pasa a vc? Emitió más comments en este solo post que en todo el año de vida de este blog...