lunes, julio 31, 2006

El autor como lector

[Por Ana Ojeda, para La Nación, Suplemento Cultura]

Una fotografía muestra, apenas abierto el libro, a su autor leyendo un libro de rigurosa encuadernación negra, un libro genérico. Ese será el enfoque elegido y desarrollado a lo largo de Leyenda. Literatura argentina: cuatro cortes , el autor -primero y antes que nada- como lector.

"Llamo Leyenda a un conjunto de textos sobre literatura argentina escritos por alguien que no se imagina como un experto en el campo de los estudios sobre literatura argentina pero que, sin embargo, ha sido convocado una y otra vez a intervenir en ese campo", asegura Daniel Link en la Introducción.

Cuatro son los cortes postulados en el título y dos los tipos de intervención que Link, autor de Los años noventa y Clases , nos propone en esta oportunidad. "Peronismo y misterio (1942-1953)", "Crítica y política (1955-1966)" y "Crisis de la literatura (1968-1983)", por un lado, son artículos críticos aparecidos o inéditos, escritos en diferentes momentos. El primero, por ejemplo, originalmente pensado para la Historia crítica de la literatura argentina dirigida por Noé Jitrik, no llegó a publicarse debido a diferencias irreconciliables entre el autor y el director de aquella colección; el segundo, también escrito para integrar un volumen colectivo -la Historia social de la literatura argentina dirigida por David Viñas-, no logró ver la letra de molde (al menos en esa oportunidad), debido a que el proyecto se interrumpió luego de la salida del primer tomo, dirigido por Graciela Montaldo.

Estos tres primeros cortes ofrecen al lector una progresión cronológica ordenada, que abarca gran parte de la literatura del siglo XX. De esta forma, partiendo de un análisis del género policial y las particulares declinaciones que éste adoptó en la Argentina, se pasa a una reflexión acerca de la importancia que tuvo Contorno para "la fundación de la crítica contemporánea en Argentina", y se termina analizando la literatura de los años setenta, que coloca en el centro de la escena de escritura a la violencia. Además del panorama cronológico, estos tres primeros cortes ofrecen al lector otro beneficio: un enfoque similar, obsesionado por los discursos de los medios masivos, la cultura industrial y la lógica del mercado.

En la década del cuarenta, sostiene Link, "los escritores educados al calor de la máquina cultural y sus valores (el entretenimiento, el relato bien fait, el wonder , el suspense , el internacionalismo y la traducción de formas y contenidos ya probados en otras latitudes) se vuelcan masivamente a la experimentación del género policial". En la década siguiente, en cambio, la crítica empieza "a ser pensada ella misma como una mercancía". Esto le permite plantearse como una intervención declarada (y no solapadamente) política en el campo de la cultura: "Escribir -en palabras de Oscar Masotta- es cuidarse de lo que se escribe porque lo que se escribe puede ser utilizado". En esta línea, "los setenta muestran por lo general una confianza permanente (heredada de los sesenta) respecto del ´control que la cultura alta (letrada) podía ejercer sobre los medios, la certeza ciega de que la cultura industrial no desplazaría a los productos de esa cultura de la posición central que ocupaban".

El cuarto y último corte, "Milenio (1995-2010)", es, a diferencia de los anteriores, una miscelánea de textos aparecidos en su mayor parte en el suplemento Radarlibros . Reseñas en su mayoría, pero también contribuciones escritas originalmente para presentaciones de libros, entrevistas y notas. Mientras que en los tres primeros cortes se intentaban abordajes de conjunto (de un género, de una disciplina, de una década), aquí el trabajo es más puntual. Se avanza sobre textos de autores por lo general contemporáneos (Piglia, Fogwill, Andahazi, Sábato, Molloy, Aira, entre otros), con la vista puesta en el futuro: "lo importante es el punto de llegada, el milenio, es decir: la literatura producida, agónicamente, hacia finales del siglo XX y comienzos del XXI (aproximadamente entre 1995 y 2010)".

Leyenda. Literatura argentina: cuatro cortes es de lectura ágil, amena y entretenida. Su interés por el análisis del peso político que tiene la literatura, por otra parte, le permite salir airoso del desafío principal que entrañan las recopilaciones de artículos: la falta de organicidad.

viernes, julio 28, 2006

Al margen de los clásicos

Recluido en su chateaux esteño, el Gordo Gostanián (nuestro alucinado y empeñoso Azorín del mundito blóguer) desmenuza la novela de Romina Paula.


Spinning on an axis

Existen las voces que articulan su deseo y en ese orden de las cosas establecen una (su) linealidad. Las que no pueden articularlo, giran, casi siempre, sobre su propio eje. Orbitan – o mejor: están encarceladas por la órbita – alrededor de un eje inevitablemente enlazado a sí mismas (spinning on an axis, en la metáfora de Sir Paul McCartney).

La quintaesencia de cierta literatura de género – opto por llamarla así, Mavrakis: literatura minita, ¿te parece? – es intentar bordear con la literatura esta voz – que es, por supuesto, una figura retórica - incapaz de articular su deseo, y que suele ser, siempre, la voz femenina.

Claro: es una torpeza misógina asignarle el carácter minoritario a la voz femenina por su sola condición cromosómica. Las minoridades no se constituyen a razón de lo numerario. Se constituyen a razón de la designación, siempre arbitraria (siempre necesariamente arbitraria), de las mayorías. Es decir: en un mundo de hombres heterosexuales, la voz femenina (la mujer) es la minoría. Aunque, demográficamente - ¿pero qué importa esto a la mayoría real? - las mujeres sean la verdadera mayoría.
Y la literatura, queriendo mojar su galleta en la cuestión, se acercó a esa minoridad con la intención de elaborar una voz. Y, paulatinamente, esa voz se fue multiplicando y diseminando (por ejemplo: La romana es una voz fémina rotundamente disímil, por mil y un razones, desde Flaubert, que no vienen al caso, a la de ¿Vos me querés a mí? )

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Luego sigue, y sigue. Aparecen: Jaime Bayly, McLuhan, Woody Allen, Madame Bovary, Freud y el Gato Chatrán. La quincallería completa, acá.

jueves, julio 27, 2006

Así son las cosas, señores

















Este es el esquema de exposición que actualmente le estamos imponiendo a las cadenas Yenny y Barnes&Noble, para sus mesas de novedades. Lo denominamos Panentropía o “disposición en latifundio”.

miércoles, julio 26, 2006

Agenda secreta

Hoy hubo reunión con Terranova en las oficinas de Entropía.
Acordamos destruir el universo blogger.

martes, julio 25, 2006

Tecnología


















Creemos que con nuestra nueva impresora a rayo láser tipo Xerox-Xanadú, no necesitaremos nunca más tercerizar los vegetales de los interiores de nuestros libros.
Claro, luego de esta adquisición, JM ya quería comprar una Heidelberg Speedmaster de 6 colores, para poder ser imprentero como Virgina Woolf. Tratamos de disuadirlo diciéndole que, para obtenerla, tendríamos que vender las viviendas de todos nosotros, y de todos nuestros familiares cercanos (y probablemente las de todos ustedes).
Ahora está sin consuelo.

lunes, julio 24, 2006

Radiotropía o radiotropismo












Hoy lunes a las 11 de la mañana será entrevistada nuestra novelista estrella Romina Paula en el programa de Gabriela Borrelli Azara “La montaña mágica” en Radio Nacional Clásica (FM 96.7).
Todos aquellos que carezcan de la competencia tecnológica mínima para manipular un sintonizador de radio, bien pueden escucharlo on-line, en:

http://www.radionacional.gov.ar

[Ahí nomás en la homepage de la radio hay unos cositos de colores que se mueven, y dice “EN VIVO”. Clickean (si la RAE nos permite el anglicismo) “Escuchar FM Clásica” y se quedan en silencio, subyugados por las palabras de la joven escritora.]

viernes, julio 21, 2006

El mundo por asalto (deuxième)






















JM regresó, con todo su carnaval, su fantasía, sus ganas de vivir a fondo. Trajo esta foto, baluarte (por todo concepto) de su promocionada gestión europea.

_Leyenda

jueves, julio 20, 2006

Antuca

[Revista Acción, Junio]

Se diría que el corazón radiante de la primera (y tardía) novela de Raúl Castro (1936) es un nombre de mujer, Antuca, pero como un agujero donde se pierden fantasmas y ensoñaciones de toda una generación. El universo político y cultural de los años 60 en Buenos Aires, evocado por un grupo de amigos reunidos en una playa fría y ventosa, otorga al realismo del relato cierto aire melancólico y de lejanía que solo la imagen de Antuca (una modelo negra de cuerpo de serpiente) rompe como un objeto de deseo inalcanzable. Mientras los protagonistas danzan con torpeza o elegancia a través de botellas de vino y ginebra, libros, cigarrillos, amores cálidos o suavemente gélidos, cinismos o desesperaciones, el nombre de Antuca asciende por momentos a la categoría de símbolo irresoluble, de emblema de algo que todavía no es o no puede ser. Esa tensión se expresa en la escritura crispada de Castro y en la textura de las historias que se entrecruzan a varias voces, bajo el signo del sarcasmo o la tristeza, contra el fondo desértico de un paisaje de mar y pampa. Un laberinto cuya máxima osadía consiste quizá en abandonar a la deriva todo consuelo.

_Antuca

miércoles, julio 19, 2006

Entropía al azar

Volvemos a la extraordinaria Semana, de SMD, y leemos otro fragmento.


Monografía (detalle)

La iconolatría del rector del colegio salesiano se expandía y tomaba posiciones evangelizadoras ante la mirada de mi padre. De todos modos, el viejo Antoine ya se había fijado un objetivo y avanzaba indolente hacia el final de la conversación. El hermano Efraín –una eminencia en exorcismos– exponía ante mi padre cada una de las razones por las cuales el joven Esteban debía ser expulsado por la manifiesta tendencia a subvertir los términos de la instrucción religiosa. Utilizaba todos los recursos cinéticos a su alcance: alzaba las manos y los ojos al Cielo buscando la aprobación de sus decisiones pedagógicas. Apuntaba con el índice hacia mi cabeza y escribía ideogramas sobre su ceño. Luego, se volvía suave y comprensivo; ponía en escena su persuasión de confesionario, para que su panegírico de las formas celestiales se volviese seductor a los oídos de ese médico forense, que sólo sabía de vísceras en descomposición. Cada tanto, el sacerdote parecía encontrar complicidad en los crucifijos. Un Cristo gótico lo miraba sufriente por la espalda asintiendo, inconsolable. Por la ventana, entre las nubes, la luz del alumbrado público disponía el cuadro para un fresco de Piero Della Francesca. Mi padre esperaba la pausa en el discurso eclesiástico de Efraín. Volvían a enfrentarse la razón represiva de la religión y la razón violenta de la ciencia. Yo, el dócil alumno demonizado, miré el suelo de madera del rectorado ofreciendo una imagen de culpa y recogimiento. Comencé a contar los tablones del piso, para calcular la superficie de la habitación. De un modo impreciso, el área del rectorado era de entre veinte y veintiún metros cuadrados. Aburrido, miré la biblioteca del rector e intenté clasificar mentalmente los libros. Primero por orden alfabético de acuerdo con el apellido del autor. En este punto encontré ciertas dificultades a la hora de ubicar la Biblia en su sitio correcto. Si lo consideraba un texto divino debía colocarlo en la “D” de Dios, en la “J” de Jehová o en la “Y” de Yahvé. Sin embargo, el Nuevo Testamento tiene cuatro autores reconocibles. Finalmente decidí colocar la Biblia dentro de la serie de “autores varios” y, quizás más tarde, consultar con el rector sobre este punto.
En algún momento, no podría decir con exactitud cuándo ocurrió, me descubrí incorporándome de mi silla con la intención de comenzar a ordenar aquella monstruosa desorganización bibliográfica. Frente a la anarquía de los anaqueles, quise comenzar mi cruzada personal. Llegué a levantarme y dar dos pasos en dirección a la biblioteca, cuando percibí que mi intención no había sido bien recibida.
–Disculpen. Iba a ordenar la biblioteca.
–Ya lo ve, Doctor Tellier, su hijo es así.
–Yo sé perfectamente cómo es mi hijo. Continúe, por favor, hermano Efraín.
Me senté en mi lugar y esperé, reconcentrado, el golpe de mi padre. Efraín cayó sobre sus sotanas. Antoine me hizo alguna pregunta sobre mi futuro y otra lo suficientemente asertiva como para que yo no me atreviese a contestar.

martes, julio 18, 2006

La espada de Damocles

El Estado tiene que tomar cartas en este asunto. Hemos perdido el rumbo, extraviamos el propósito. El problema es: ya no sabemos cómo hacer con los manuscritos recibidos. Son demasiados.
¿En que tester confiar, que reacción química razonable nos remitiría a un esquema de colores y referencias contrastable, cierto? No tenemos nada de eso. Leer con el peso de dictar sentencia es un mal asunto.
¿Y responder con coherencia a todos esos autores que no vamos a publicar? “Pese a las indudables cualidades de su material...”, o cualquier otro convencionalismo automático, imposible; y una respuesta sincera, señalando las fallas de un sistema en cuyo funcionamiento no pensamos involucrarnos, extenuante (¿y con qué autoridad?).
En fin, que no lo estamos manejando tan bien que digamos, pero lo vamos llevando.

lunes, julio 17, 2006

Molina por Mairal

(Desgrabación de las palabras de Pedro Mairal en Bartolomeo, el fatídico día que Los estantes vacíos tomó estado público)

“...En otro cuento hay una chica que un día, mientras espera el colectivo, ve en un cartel una publicidad de unas clases de yoga, y otro día, cuando decide volver a la parada a fijarse el teléfono, ve que en ese cartel hay un anuncio de un taller literario. Entonces anota el número igual y termina yendo al taller literario. No elige su destino, hay como un azar: si veía un anuncio de clases de reiki o de tarot, iba a reiki o tarot. Los personajes no pueden planear nada, no pueden ver el futuro tampoco. Intentan hacerlo pero la vida los lleva para otro lado. Los rodean asuntos domésticos, cosas a corto plazo. Viven en una especie de presente poblado de recuerdos recientes, cositas que pasaron ayer, hace una semana, y sus vidas giran en espiral (de hecho hay un cuento que se llama "Espirales", en el que los personajes se entrecruzan sin conocerse en el mismo relato y pasan una y otra vez por los mismos lugares)...”

[Completo, aquí]

viernes, julio 14, 2006

Entropía al azar

















Ahora tomamos Semana, de SMD, y leemos un par de fragmentos aquí y allá.

[...]

–¿Le molesta la radio?
–No, por favor.
En efecto, la radio no molestaba. Esencialmente porque estaba apagada. Cuando el taxista la encendió todo fue diferente. El chofer tendría unos sesenta y dos años. Sus movimientos eran parsimoniosos, estaban ralentizados por la experiencia, pero había algo más. Algo que parecía provenir de un profundo fastidio hacia su trabajo, o hacia su vida, o hacia mí. Tenía bastante pelo para su edad; de hecho, tenía casi la misma cantidad de pelo que yo. Estaba mucho más abrigado de lo que requería el verano, pero no transpiraba. Su modo de conducir el Renault 12 era lento y exasperado. Si hubiésemos chocado, el principal damnificado hubiese sido el concepto de colisión.

[...]

Antes de tener trabajo tenía miedo a los números, especialmente a los números irracionales. Miedo a los decimales de las facturas impagas. Todos esos centavos que debía y que se iban acumulando. Ahora, que tengo trabajo, le tengo miedo al tiempo. Porque la diferencia entre el desempleado y el trabajador es la distancia que existe entre la sensación de que uno debe hacer algo ahora y la sensación íntima de que uno debió hacer algo hace ya mucho tiempo.

[...]

jueves, julio 13, 2006

¿Qué está leyendo la Burli?


















Transgrediendo la expresa prohibición familiar, la Burli se ocupa de Hidrografía, tratando de entender que diantres vio Loli (su madre) de censurable en esta bucólica e inofensiva novela.

miércoles, julio 12, 2006

Molina en Perfil

La cohesión de la apatía

Por Nicolás Mavrakis

En su primer libro de cuentos, Ignacio Molina se propone abordar el género desde un particular manejo del lenguaje, el estilo y la forma; particularidad que fija su alejamiento de una tradición argentina de narradores tan consagrados como canonizados de cuya órbita, a tantos cuentistas de su misma generación, suele resultarles tan difícil escapar, innovación mediante.
Gracias al uso ininterrumpido de una escritura cuidadosamente despojada de todo ornamento y de toda pompa; una escritura que, a razón de su elaborada depuración del lenguaje entraña su aire inusual, Molina sitúa al lector ante un "estilo apático" que exige una atención distinta. Este estilo, que se impone como rasgo de una cohesión general –lo que distingue a una serie dispersa de cuentos agrupados en un mismo libro de una unidad significativa, es decir, de un libro de cuentos propiamente dicho–, surte, además, el efecto de dar vida instantánea a personajes a su vez decididamente "apáticos" (es evidente que Carver y Cheever figuran entre las lecturas predilectas del autor). Irresolución de ánimos que se traslada, también, a la forma misma de cuentos que, a veces interconectados como nouvelles, repiten personajes y alteran perspectivas en torno a una misma situación, como montajes cinematográficos en el que se brindaran planos generales y zooms.
Tramas incompletas que evaden lo tradicional; personajes que, si bien forman circuitos de relaciones privadas y espacios propios, escapan o se ven imposibilitados de toda relación -incluso amorosa y aún cívica- en una Buenos Aires construida como espacio de innumerables desplazamientos (abundan caminatas, trenes y colectivos) que tematizan cuestiones referidas al encierro y a la regresión; todo esto termina elaborando una opera prima con innegable personalidad propia.

_Los estantes vacíos

martes, julio 11, 2006

Molina por Tamariscos

El sentido de los espacios vacíos

Por Violeta Gorodischer

Los estantes vacíos es un continuo de discontinuos: momentos, fragmentos, fotografías que, como la ilustración de portada, no parecen sino instantes robados de una vida. Hay un lenguaje acertado y concreto en boca de un narrador humilde que logra un registro mimético de lo cotidiano. Así, con pasos lentos pero seguros, el libro va dibujando la geografía de una ciudad dormida.

[Sigue en Hojas de Tamarisco]

lunes, julio 10, 2006

Zootropía






















“Chiquita”, la gata siamesa de Loli, intenta leer la novela de Romina Paula. Sin éxito, claro. No sólo por ser bizca, sino por su propia naturaleza animal, esencialmente iletrada.
Pero Chiquita lo intenta, eso nos parece valioso, y queríamos compartirlo con ustedes.

viernes, julio 07, 2006

Making of Molina

























Cuando el Design-Tank de Entropía se enfrentó al enigma gráfico que planteaba “Los estantes vacíos”, algunos creyeron ver el advenimiento de un fracaso, el primero. El mismo Molina, invitado, no rendía en los brainstormings, JM se obsesionaba con fruslerías, VC se dejaba llevar por las neurastenias que naturalmente provoca JM en todas las personas, Gzal preparaba café en silencio. Sólo SMD supo afirmarse en la adversidad y sacar a relucir su variopinta colección de Polaroids.
Con ese material hicimos esto:












_Los estantes vacíos

miércoles, julio 05, 2006

martes, julio 04, 2006

Una pesada herencia








JM nos legó la potestad del posteo de las Apostillas, como si se tratara de algo valioso, y partió. ¿Acaso nosotros no teníamos cosas más importantes que hacer en esta editorial? ¿Acaso deseábamos esta tarea? Si y no. Nosotros entendemos el mundo blog como una perversión, como el extravío de una tecnología militar en manos infantiles. Todas estas gentes que publican blogs, ya sean personales (como el mayoritario caso de los links aquí a la derecha) o demi-corporativos (como este horrendo ejemplo entrópico) deberían cesar en el acto. Señores, niñas: reemplacen las horas-blog por ejercicio físico, ya sea calistenia o tensión dinámica, o pulp fiction; es nuestra recomendación. Nosotros no podemos abandonar inmediatamente, es nuestro deber postear con regularidad hasta el regreso de JM. Lo que sí podemos hacer es hundir este blog en el fango de la desesperación.
Aquí arriba están las estadísticas actuales, que muestran un volumen tibio pero consistente de visitas. Nos proponemos reducir drásticamente estos guarismos en un 70%, en dos semanas.
Sin ser jactanciosos, pensamos que, con vuestra solícita asistencia (en fin, claro: inasistencia), podemos lograrlo.