viernes, marzo 30, 2007

Estadísticas

LOS QUE COMPRARON OBRAS DE IOSI HAVILIO TAMBIEN COMPRARON:

"La Velocidad de la Luz", Javier Cercas
"La Boca del Testimonio", Tamara Kamenszain
"El Resto de su Vida", Paula Varsavsky
"Baron Biza", Christian Ferrer
"La Verdad de Agamenon", Javier Cercas
"China se Avecina", Sergio Cesarin
"Jefferson y / O Mussolini", Ezra Pound

jueves, marzo 29, 2007

Ignacio Molina en Perfil

Malvinas & literatura. Una nota de Elsa Drucaroff.

miércoles, marzo 28, 2007

Weather report

No nos busquen acá.

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Estimados editores:
Lamento informarles que, debido a las condiciones climáticas que estamos atravesando, la Dirección de Juventud decidió postergar la realización del Festival Hemisferios Emergentes. Los pronósticos no son para nada favorables e, incluso si dejara de llover el viernes o el jueves a la noche, el parque no estaría en condiciones para llevar adelante el festival.
Nos comunicaron que la actividad quedará pendiente y será reprogramada para el mes de mayo, una vez finalizada la 33ª Feria del Libro.
Les pido que nos disculpen y desde ya, agradezco su comprensión. Y muy especialmente, les agradezco a todos su colaboración y sus ganas de apoyarnos en estas iniciativas.
Trabajaremos juntos para el mes de mayo, entonces. No duden en contactarme por cualquier consulta.

Un saludo cordial,
G.

martes, marzo 27, 2007

lunes, marzo 26, 2007

Bárbara

Relato breve de Iosi Havilio publicado en el último número de Ñ.

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Axel intentaba convencerme de que fuésemos al departamento de su hermana. Me había citado en uno de esos bares horribles, con mucho vidrio, sillas cromadas y fotos enormes de comidas medio monstruosas. Llegué diez minutos antes, no por ansiosa sino porque me aburría en casa. Y mamá empezaba a hincharme con sus preguntas y estupideces melancólicas. Axel ya estaba ahí, sentado en una mesa contra la ventana, al lado de la puerta, con el pelo mojado y su espalda chiquita.
La hermana había ido a pasar el fin de semana a una quinta y no iba a volver hasta el domingo a la noche. Axel insistía, sin mirarme, con los ojos medio tristes. Y no es que no quisiera acostarme con él, sino más bien que ya no tenía muchas ganas de estar con él. Pero de sólo pensar en explicárselo me complicaba. Voy al baño, dije y él hizo algo raro con los labios que no entendí del todo. Un reproche, un tic.
Al baño se llegaba por una escalera de metal, tipo caracol gigante, que daba a una especie de mirador desde donde podía verse todo el bar, como un aeropuerto en miniatura. Ahora Axel miraba por la ventana y aunque la distancia no me permitía escucharlo sabía que estaba sonándose los dedos.
Frente al espejo del baño, una chica de unos veinticuatro o veinticinco se maquillaba con un pie en el aire. De perfil me pareció muy linda. Tenía puesta una musculosa blanca y no usaba corpiño. Me puse al lado con la excusa de lavarme las manos. La chica terminó de pintarse, se acercó todavía un poco más al espejo, abrió la boca y se pasó un dedo por sus dientes blancos, perfectos. Después tomó distancia, sacudió la cabeza, se desordenó un poco el pelo y salió. Cerré la canilla y al girar la cabeza, vi una cartera, dorada, rectangular, como una cartuchera grande.
La agarré sin pensarlo y me encerré en un compartimento. Me arrodillé y vacié el contenido de la cartera sobre la tapa del inodoro: un paquete de chicles sin abrir, dos preservativos, un encendedor, un atado de cigarrillos por la mitad, un anotador espiralado, un lápiz de labios, un pequeño estuche de maquillaje con espejo incorporado, y el documento de identidad. Se llamaba Bárbara. Qué buen nombre, pensé. En la foto del documento tenía cara de recién levantada y estaba con el pelo mucho más largo. Las hojas del anotador estaban en blanco, apenas unas ralladuras en la primera página. En la parte de atrás decía Made in India, y ella, supuse que había sido ella, le había agregado a mano una n y una a después de India formando la palabra Indiana. Dentro de un bolsillo con cierre había un billete de cincuenta pesos y unas monedas sueltas. Antes de guardar las cosas, abrí el paquete de chicles y me puse uno en la boca. Estuve a punto de bajar y buscar a Bárbara para devolverle la cartera pero me dio vergüenza y la dejé en donde la encontré.
Más tarde, en el departamento de la hermana, Axel me pregunta si me quiero dar un baño de inmersión. Me río. Él se sonroja. Le acaricio el pelo, no quiero que se sienta mal. Nos acostamos en la cama y prendemos la tele. Axel cambia de canal y deja en uno en donde pasan videoclips. Me abraza, me besa. Después empieza a desnudarme pero ante la primera dificultad se interrumpe como pidiéndome que me desnude sola. Lo hago y él se me tira encima.
Hicimos el amor dos o tres veces, siempre muy rápido. Axel, con los ojos cerrados, acercaba mucho su cara a la mía. Pero yo no lo veía, tenías las cosas de Bárbara en la cabeza.

viernes, marzo 23, 2007

Coming soon

La muerte no es, en los doce cuentos que completan “Mockba”, una entelequia abstracta exhibida en el laboratorio simbólico de la especulación teórica. En estos relatos, la muerte es una presencia que demanda roce, ritual, una arquitectura y una palpable relación con el devenir de los personajes. Lo que interesa aquí ya ha dejado de ser la finitud de la existencia. Más bien, lo que se explora es el punto de intersección entre los discursos sobre lo mortuorio y el efecto de la palabra como pulsión viva.
Es cierto que, en estas páginas, Diego Muzzio introduce cementerios, enterradores, deudos y profanadores de tumbas, pero también un par de gemelas antiestalinistas, un elefante desbocado o adolescentes que interpretan piezas de Sófocles. De este modo, la referencia tanática queda desplazada con astucia: deja de ser monomanía de la obra, para transformarse en un marco fértil, un entorno para el surgimiento de las innumerables circunvoluciones alrededor del pathos humano.
El hallazgo de “Mockba”, lo que le otorga coherencia y brillantez, es doble. Por un lado, radica en contar doce historias absolutamente disímiles, que sin embargo conservan un hilo conductor corroborable desde lo temático. Por otra parte, Muzzio sabe reactualizar el código de la narrativa clásica, de modo tal que su apuesta formal redunde en una colección de relatos que son, a un tiempo, estilísticamente potentes y conceptualmente reveladores.

jueves, marzo 22, 2007

Infierno grande

Pueblo chico
El campo, la locura y los animales condimentan una primera y enigmática novela.

[Reseña de Opendoor, por Juan Pablo Bertazza, para Radarlibros]

En 1899, en un terreno fértil de 600 hectáreas de Luján, se colocó la piedra base de un proyecto dirigido por el médico Domingo Cabred, para mejorar la rehabilitación de enfermos mentales. El novedoso sistema –inspirado en el modelo escocés del open door– buscaba combatir lo que José Ingenieros, otro médico, denunciaba en La locura en la Argentina: el maltrato permanente de los pacientes, a quienes aglutinaban en el siglo XIX, junto a los inmigrantes más problemáticos. Los objetivos del doctor Cabred eran, al menos, dos: terminar con el hacinamiento de los hospicios porteños y crear un complejo psiquiátrico que suprimiera el sadoquismo de los chalecos de fuerza, los electroshocks y los sedantes no probados. Con el tiempo, el complejo fue evolucionando hasta volverse un verdadero orgullo de la zona que, no obstante, no tardaría en sufrir algunas consecuencias negativas.
Iosi Havilio condimenta su primera novela con un tema tabú de la psiquiatría, hoy resignificado en el concepto de desmanicomialización, para revisar –al mismo tiempo– un tópico pilar en la historia de la literatura argentina: la representación del espacio del campo, trabajado por una diversa gama estética e ideológica que va de Benito Lynch a Ricardo Güiraldes y resurge en autores recientes como María Martoccia. Havilio incorpora a esa tradición un punto de vista contemporáneo a partir de cuarenta y un capítulos cortos más un epílogo que podrían conformar tranquilamente escenas de una película o de una obra de teatro (Havilio es autor de El comeclavos, unipersonal basado en El entenado de Saer).
Opendoor, el libro, es una máquina permanente de generar intrigas que –no queda claro si deliberadamente o no– nunca son resueltas. El primer enigma tiene que ver con la voz del narrador: una mujer nunca nombrada y estudiante de veterinaria que, no obstante, se asquea con la pata amputada del perrito de su novia, Aída, y resulta, a la inversa de lo que solemos percibir en los veterinarios, muy indolente. Una tarde va a pasear con Aída hasta que ella desaparece y luego presencia un suicidio desde un puente de La Boca que, si bien coincide a priori con la desaparición de su novia, no va a inquietar demasiado a la veterinaria.
Lo que sí despierta su intriga es el pueblo de Opendoor, a donde llega para diagnosticar el tumor de un caballo que comparte nombre con su dueño: Jaime. En Opendoor va a encontrarse con varios personajes, a quienes identificará con los propios animales que examina; al mismo tiempo que da rienda suelta a su incontrolable ansiedad por conocer la historia del manicomio, “un pueblo dentro del pueblo”.
Durante su estadía en la estancia de Julián, la protagonista vivirá dionisíacamente, entre marihuana, ketamina (droga que se suministra, justamente, a los caballos), caos permanente, el mal sexo con su hombre de campo y la orgía perpetua junto a Eloísa, una verdadera Lolita menor de quince años, no muy servidora de Dios precisamente.
El erotismo le da al libro una impronta muy fuerte que, por momentos, justifica que todos los enigmas terminen como eunucos, custodiando la fortaleza de un misterio que nunca se resuelve. Pero hay un detalle no menor: muchas de las intrigas se relacionan entre sí a partir del léxico. Por ejemplo, un misterioso personaje de la estancia es apodado Boca, que es el barrio donde ocurre el suicidio de las primeras páginas.
Iosi Havilio, a partir de un lujurioso manejo del relato, logra hacer de Opendoor un debut promisorio.

miércoles, marzo 21, 2007

Los inrockuptibles / Tête-à-tête



















En el último número de nuestra revista de rock favorita (¿RS sigue saliendo?), en la sección "Tête-à-tête", cruzaron a nuestra autora Romina Paula con la actriz Analía Couceyro.

Aquí, un fragmento de la nota:

Dijo Analía Couceyro sobre RP: "Conocí a Romina hace varios años, primero como alumna, y luego como actriz en una versión de "El padre" de Strindberg. Era muy interesante lo que hacía con ese personaje de la hija, que callaba, miraba intensamente y padecía a su padre torturado precisamente por lo imposible de asegurar que ésa era su hija. Y ahora me sorprendió, y muy gratamente, con su primera novela. "¿Vos me querés a mí?" tiene algo que me gusta mucho, algo que tiene que ver con el lenguaje y la construcción de un cotidiano extremo, coloquial y trivial, que, como Inesia, se va complicando, duda, piensa, analiza... Y cómo entonces el lenguaje, desde la protagonista, se transforma y seduce y se vuelve poético, encriptado, barroco. Y cuando se podría volver solemne, es atravesado de nuevo, y rescatado, por la "realidad" muy contundente de sus diálogos."

lunes, marzo 19, 2007

La narración-travesti

Alarmantes anatemas y cándidos consejos estéticos motivados por Opendoor, el más reciente opus de esta modesta y ambigua casa editora...

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[por Esteban Lozano para "El Arca Digital", fanzine de "La Caja de Ahorro y Seguros"]

[...]
La novela de Iosi Havillo, se desarrolla en gran parte en los alrededores del ejemplar establecimiento y está plagada de contradicciones. La casa editora omite decirnos si Iosi es mujer u hombre, detalle no importante salvo que se escriba en primera persona y el sexo desaforado sea descrito sin omitir detalles, con lo cual puedo estar de acuerdo, salvo, como en este caso, cuando los detalles son escabrosos y hasta repugnantes. Como si esto no bastara, la o el protagonista (travestido) acepta cuanta propuesta le llega. Mantiene relaciones escalofriantes con una adolescente, la cual entre otros desbordes practica fellatio a un anciano en un galpón mientras la o el protagonista se masturba con desenfreno. El desenfreno es el ritmo de este conjunto de escenas, relatadas sin compromiso y sin cuidado y en ese clima es difícil establecer alguna crítica o parámetro para relatarlo. Cuando el autor (yo tomo partido, una mujer no habla con tantos remilgues de partes íntimas de sus compañeros masculinos) intenta el misterio, le sale dulzón y sólo logra apicantar el estofado cuando aparece la adolescente. (me reafirmo en la idea de que es un hombre el autor, porque lo enardece la nena, especie de Lolita pampeana)
Esto, lo cual con mucha bondad llamamos novela, es aunque cuesta creerlo, comentada, criticada y elogiada en un suplemento literario de los más elogiables, de un matutino que supo ser dirigido por Lanata. Y aquí vienen más sorpresas.
El autor del comentario no leyó el libro, de lo contrario no afirmaría que la protagonista es veterinaria cuando en la novela es presentada como frustrada estudiante de veterinaria. No escribiría que la protagonista vive en una estancia de un tal Julio cerca de Opendoor, cuando a).En esta novela, al menos, no existe el tal Julio. b) Donde vive la estudiante es un rancho cochambroso de un gaucho raro, lleno de tic poco gauchescos, el cual embaraza a la estudiante, ya a esta altura perdida entre sexo, drogas y alcohol, y además es un ejemplar muy poco conocido de gaucho, el gaucho jubilado. Sí, está jubilado y preocupado con los papeles de la jubilación. Tenemos el gaucho perseguido; Martín Fierro, el gaucho buenazo, Don Segundo Sombra, el gaucho ladrón, Hormiga Negra; y el gaucho guardaespaldas político, Juan Moreira, pero jubilado es la primera vez.
El comentarista deja pasar estos detalles por superfluos y por ignorarlos.
Para terminar quiero afirmar rotundamente que el autor, encontrará el camino porque tiene dos cualidades fundamentales para ser literato. Imaginación, desparpajo. Yo le recomendaría leer sus borradores para no cambiar el lenguaje de los personajes, e insistir con la ficción desesperada, pero dirigida a objetivos o entendibles o liberadores. Y al comentarista le diría, lea los libros señor. Y no le adjudique a Eloísa (nombre de la adolescente) significados sagrados sólo por haber sido la enamorada del filósofo y monje Abelardo, en el siglo XII: Prudencia.

viernes, marzo 16, 2007

Algo de ruido hizo

Aquí, como corresponde, "La Nación" festeja la nueva obra de teatro de Romina Paula. Bueno, vayan todos. Agoten las localidades.

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Del camino que se bifurca [por Alejandro Cruz]

Algo de ruido hace, de Romina Paula. Con Pilar Gamboa, Esteban Bigliardi y Esteban Lamothe. Vestuario: Glenda Lloyd. Espacio: Juliana Iriart y Matías Sendón. Realización: Francisco Sacconi. Luz: Matías Sendón. Sonido: Ignacio Bouquet. Coreografía: Manuel Attwel. Dirección: Romina Paula. Espacio Callejón, Humahuaca 3759. Los miércoles, a las 21.
Nuestra opinión: muy bueno

En Algo de ruido hace, Nacho y el Colo viven en la casa de su madre, ubicada en la costa atlántica. Podría ser Miramar, pero no lo sabemos. A juzgar por la manera como estos dos hermanos se visten o por la decoración de la casa, podrían haber optado por una onda retro. Pero no. Todo en ellos –la casa misma, sus vestimentas, el empapelado de las paredes o los almohadones del sillón– quedó detenido en los ochenta, como en una pausa.
Estos dos hermanos que rondan los veinte años sostienen un extraño equilibrio, un sutil juego de fuerzas en medio de un lejano y constante ruido de viento. Pero de repente llega ella, la prima, a quien hace largo tiempo que no ven. Nacho y el Colo la esperaban antes, para cuando murió la madre de ellos. Pero ella no pudo, no quiso o no supo despedirse de la tía y acompañar a sus dos primos, con quienes había pasado buena parte su vida.
Así es como llega ahora, cuando nadie la esperaba, y se instala en esa casa detenida en el tiempo, sin avisar porque el teléfono no anda, porque ellos no lo atienden, porque no suena o porque –de andar– quebraría la supuesta quietud de los hermanos.
A partir de su llegada, es el recuerdo y la reconstrucción de un hecho lo que comienza a hacer ruido. Por ahí hubo un beso escondido; más allá hay una anécdota inconclusa, y en todo momento ronda la certeza de que algo ya fue, que terminó más allá de la voluntad y el amor que se sienten estos tres seres que supieron llevarse al mundo por delante.
Pero ya no, ya no será lo mismo. Algo hace ruido.

Ellos, los primos
En manos de Pilar Gamboa, Esteban Bigliardi y Esteban Lamothe cada uno de los personajes transitan una fina paleta compuesta por mínimos gestos y por palabras de una comicidad subyacente. Todo está contenido en ellos y todo está a punto de estallar. En medio de esas dos fuerzas, los tres intérpretes se mueven con una sutileza y fragilidad atrapante.
El mundo de Romina Paula, directora y dramaturga de este trabajo estrenado anteayer en Espacio Callejón, es sumamente atractivo y de una inteligente economía de recursos. Todo en él –los silencios; los gestos contenidos; la mínima coreografía; este tema pegajoso que canta Robin Williams; un doloroso recuerdo escrito en una libretita; un erotismo siempre latente y hasta el movimiento en el espacio– responde a un equilibrio interno que Romina Paula maneja con enorme talento.
La misma creatividad está puesta en el vestuario de Glenda Lloyd y en la escenografía de Juliana Iziart y Matías Sendón (quienes leyeron muy bien las posibilidades del espacio).

Ellos, los del grupo Primos
Hay que reconocer que estos chicos algo de ruido están haciendo. Pilar Gamboa es la misma que el año pasado actuó y escribió Remitente Lorena, montaje de una delicadeza entrañable. Esteban Lamothe fue uno de los actores de Foz, aquel trabajo de Alejandro Catalán que estuvo tanto tiempo en cartel; y fue uno de los intérpretes de Budín inglés, el espectáculo de Mariana Chaud, que se estrenó el año pasado. Y Esteban Bigliardi acaba de hacer varios montajes en el Centro Cultural Rojas.
Por su parte, Romina Paula trabajó como actriz con los directores Mariano Pensotti, Daniel Veronese y Gonzalo Martínez, y ya escribió y estrenó el espectáculo Si te sigo, muero. Los cuatro formaron el grupo Primos y se largaron al ruedo con Algo de ruido hace, un trabajo que merecería hacer un poco de ruido en medio de la monotonía de la escena alternativa actual.

viernes, marzo 09, 2007

Opendoor revisado

La narración-clip

por Carlos Gazzera (La Voz)

En la última década, la literatura argentina ha tenido un buen número de escritores que han buscado mostrar –experimentalmente, aunque mal no fuera– el impacto que las nuevas tecnologías de la información y la comunicación tienen en la cotidianidad. Quizá, el mejor ejemplo que se puede evocar aquí sea el relato Delivery (2002), de Alejandro Parisí, en el la droga, el sexo, la TV, los celulares, el beeper y la velocidad conforman el cóctel de la vida misma.

Iosi Havilio (Buenos Aires, 1974) parece dar un paso más allá al intentar una novela-clip. Como su antecesor, el videoclip, la ficción aquí se articula sobre un eje temático (débil, enclenque) cuya estructura radiante le provee al lector la satisfacción de la fragmentariedad, la velocidad, el hipervínculo, la labilidad de toda identificación.

La historia se sostiene en capítulos breves, de historias breves, entrecortadas, que, como en los destellos de luz en la pantalla, emiten la sensación de una multiplicidad de realidades.

Opendoor es la historia de una joven que tras abandonar la carrera de veterinaria, vive la experiencia del extravío, el exceso y la des-subjetivación. Su deseo es el único instinto que parece vivo en su Yo. Deseo que le permite gozar tanto con el amor de una mujer que la arrastra, el sexo con un hombre cuya edad es la de su posible padre o bien con una adolescente que podría ser su hija. Solo la pulsión vital del sexo la mantiene viva. Eso es lo único que la conecta con la realidad exterior.

¿Por qué Opendoor? Es interesante el título porque a medida que se avanza en la lectura se establecen otras relaciones que le permitirán al lector aceptar el acierto del título. Como ocurre en los videoclips, el título sólo puede transparentarse cuando se ha escuchado la totalidad de la canción-eje. Opendoor, trascripción morfemática del inglés open door (puerta abierta) es el nombre de una localidad que se conformó alrededor de la colonia para enfermos mentales Domingo Cabred –quizá la más antigua de la psiquiatría moderna de "puertas abiertas"– de la zona del noroeste bonaerense (San Miguel-Pilar-Marcos Paz-Luján).

Iosi Havilio ha escrito una novela profunda, mucho más profunda de lo que a simple vista nos deja ver su estructura de relato-clip. Erótica y neurótica, la historia de la protagonista de Opendoor esconde la mirada de las nuevas generaciones, de los jóvenes de este nuevo siglo. En ellos debemos depositar la confianza de un futuro incierto, tan incierto como las narraciones que nos dan a leer. Porque como se sabe, de Homero a esta parte: sin relato no hay Nación, no hay (con)géneres.

lunes, marzo 05, 2007

Otra obra de Romina Paula

“Algo de ruido hace”, tal es el nombre de la bella obra por la cual nuestra autora lleva los créditos de dirección y dramaturgia, se estrena este miércoles, a las 21hs, en el Espacio Callejón.

Humahuaca 3759
Entrada: 15$
Reservas 4862-1167