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sábado, junio 06, 2009

Primeras páginas (V)

Antuca (novela)
de Raúl Castro

1

Miro los destellos de agua, el temblor de los reflejos, las ondas que se cruzan y bailotean, y es una red tan intrincada como mi memoria, tan impenetrable y misteriosa.

El muelle de madera podrida cruje siempre, con una queja monótona y vacía.

Así paso las horas y los días mirando el agua marrón, con olor a barro fermentado, a junco y a pescado.

Paso las horas y los días esperando mi nombre. Esperando que se abra ese telón pesado que me separa de mis recuerdos, y sepa quién soy. Que me diga quién carajo es este tipo que está sentado en este muelle crujiente de madera podrida, mirando el agua.

Mi historia termina del otro lado de la isla, donde los naranjales se encuentran con el río Luján, donde los camalotes se enganchan en el recodo de la orilla.

Allí me recogió Roberta y me arrastró por el yuyal y el colchón de naranjas caídas, me cargó por la escalera de troncos hasta la casilla y me dejó en su catre, como si hubiera pescado un hombre.

Roberta dice que hervía y que hablé mucho pero que no entendió lo que decía, que más bien era un lamento o un llanto, y que a veces me retorcía como un animal maniatado que estuvieran marcando.

Eso decía Roberta, y es toda mi prehistoria. A los tres días desperté violentamente, me sorprendí sentado sobre un catre, en una casilla precaria, con una mujer maciza, de cara aindiada, pómulos fuertes, pelo lacio y tez muy oscura, que me miraba desde un rincón, sentada en una silla de mimbre.

Dice que me sacó del río enredado en las ramas de un camalote, con las manos atadas con alambre de enfardar. Todavía tengo marcas rojas en las muñecas y heridas en el cuerpo que parecen quemaduras, y un horror impreciso y lejano que se mueve atrás de la niebla, más allá del naranjal.

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jueves, enero 15, 2009

Primeras páginas (IV)

Todo esto será tuyo (novela)
de Augusto Bianco

1

–El tren venía por el espacio abriendo el universo. Verdetierra, verdetierra, laguna y cielo, desparramo de pájaros, alambrado y silencio. Sin saberlo, entraba en un mundo que sería mío... De la estación, hicimos campo hasta una paré altísima. Todo parecía quieto, muerto, sin lugar. Nos hicieron pasar. Movieron papeles, suelas, palabras. Isa me dijo: hijo, aquí van a enseñarte a ser un hombre de bien. Me dio un beso y se fue. Nunca más la vi.

–Tuvo que viajar... Ya te contaré.

–En el dormitorio me mostraron: tu cama, tu pilcha, tu ropero, tu número, el ciento once. Resinación y obediencia. Ciega, me dicieron. Quitaron la luz que me estaba desvistiendo. Para apurarme, el celador me tiró un bollo. Como me reí, ligué otro. Como me reí más, otro. Resultado: terminé en el piso y el tipo me zapateó completo. Los pibes, a zafarrancho.

–¿De qué te reías?

–No sé. Ha de ser la drenamina.

–La adrenalina...

–Eso... Entra un dogor, con voz de pito pone todos a callar y me revolea escalera abajo. De los pelos. En el patio empieza a meterme trompadas de sangre. Reíte ahora uno uno uno feto de mil putas. Al final, me metió un gargajo y yo le batí: gracias, vieja.

–¿Por?

–No sé. Venía perdedor. No sabía que me podía reasionar... En enfermería supe que al inflado le decían Clara Boya; que cuando lo veían venir los pibes se hacían encima, entonces iba por otro; que había un par de monguis que habían quedado así por los piñazos del bufa; que con el único que no se metía era con uno que se llamaba Chatarra; que al dire le decían Cangrejo por la cara de curda. Eso supe por el Moncho, un correntino gorgojo, trucha de mulita. Buenazo. Contaba que la vieja lo había parido prematurro. De gramos. Que lo cagó y se fue. Que para salvarlo la partera se lo enchaconó y lo crió ahí calientito calientito. Que le daba teta ahí abajo direto y que cuando al final lo desconchó se vio que se le había formado otro umbligo. Único humano con dos umbligos mostraba levantando la pilcha.

Ella lo miró torcido.

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lunes, septiembre 22, 2008

Primeras páginas (III)

¿Vos me querés a mí? (novela)
de Romina Paula

¿Vos me querés a mí?

–No, yo lo que te quería decir... A ver, esperá, no sé cómo decírtelo, lo estoy pensando ahora, ¿eh? A ver... No, eso. Bueno, nada, que el otro día me quedé pensando. ¿Viste cuando me preguntaste lo del ascensor?
–Sí...
–No, esperá, eso no fue, ¿qué era lo que me habías dicho antes, esa palabra que me molestó, cuál era?
–¿Guachita?
–No... ¿Eso me dijiste?
–Sí...
–No, no era eso, era otra cosa peor...
–No, era guachita...
–¿En serio? ¿Y yo me enojé por eso? No puede ser... Bueno, no importa, la cosa es que me quedé pensando y la verdad que no sé si sirve de algo que te lo diga, pero igual te lo quería decir, que nada, que estuve pensando y que viste que la última vez que nos vimos yo estaba un poco rara, bah, como que me fui poniendo rara, porque estaba todo bien, pero en un momento me puse a pensar y como que me colgué porque es algo que me pasa siempre, y ya sé cuando me empieza a pasar, me doy cuenta y no quiero que me pase, viene y ya sé, es una sensación que ya conozco y trato de combatirla y bueno, en eso estoy, y no es algo de lo que vos te tengas que hacer cargo, es algo más mío en realidad, pero es como que me miro de afuera y me pregunto “¿pero está bien esto que estoy haciendo?”. Me pasa que me pregunto sin querer, si la situación en la que estoy es en la que quiero estar en realidad y bueno, como que después llego a conclusiones, como que tomo decisiones, no digo que esté bien, pero no puedo evitarlo, como que me vienen y bueno, como que el otro día me quedé pensando y la cosa es que pensé que no sé si quiero estar de novia... ¿Se entiende?


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jueves, septiembre 11, 2008

Primeras páginas (II)

Hidrografía doméstica (novela)
de Gonzalo Castro

Uno

Me miro los pies. Otro día. Hace una semana que tengo miedo, y que busqué por todas partes. De todas maneras puede tratarse de un error, porque muchas veces me pasa de confundir los sentimientos. Sentir calor y era angustia. Sentir como una opresión en el pecho y era sueño. Por suerte puedo quedarme en la cama a analizar todo esto.

El vivir sola me ha dado madurez, en el medio del bosque, un auténtico vergel. A veces abro la puerta y es un desierto lunar, el frío entra por los poros de mi casa y yo estoy en la cama.

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viernes, agosto 22, 2008

Primeras páginas (I)

Semana (novela)
de Sebastián Martínez Daniell

Lo mejor será

Escuchen todos. Escuchen cómo trina... ¿quién es que trina entre los muebles? Sí, escuchen cómo trina... o cómo canta...; de un modo curioso. Yo conozco ese canto insistente, que también es el canto habitual... Y conozco esa voz. El canto de esa voz potente que viene desde lejos. Es un último ruego remoto. Un mensaje ultramarino saboteado por el oleaje. Lo que queda de un trino devorado por las criaturas del mar. El resto de una intención. Lo que queda del mejor grito. O quizás es el canto a media voz de alguien muy próximo. El susurro íntimo de un ser inaudible. Es una injuriosa demanda al oído que proviene desde dentro. Con persistencia. Desde dentro y en una lengua extraña. Ya está. Cesó, desapareció. Lo mejor será que siga durmiendo.

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