lunes, diciembre 27, 2010

Áreas léxicas

Matías Fernández lee Precipitaciones aisladas, de Sebastián Martínez Daniell, y escribe para Hablando del asunto:

«Gracias al pedido de un amigo tuve que hacer un repaso de todos los libros que había leído a lo largo del año. Esas cosas no son fáciles. Todo lo que pasó de abril para atrás parece que fuera de otro año o década. Sin embargo después de sacar la maleza pude quedarme tranquilo diciéndole que el mejor libro que leí este año se llama Precipitaciones aisladas. Estos señalamientos suelen ser injustos, pero no este caso, por eso abrí el paraguas previamente. Se trata del mejor libro que leí. Recibí comentarios de otros tantos que parecen ser excelentes, pero el tiempo es finito, ya lo sabemos.

Precipitaciones aisladas es una novela breve (no llega a las 200 páginas) de Sebastián Martínez Daniell que sin embargo se estira como la masa de la pizza entre las manos. Napoleón Toole, el protagonista, escapa de una realidad que lo asfixia en la gran ciudad, la capital de Carasia, un país insular, ficcional e indeterminado, pero sin embargo inserto, mucho más que otros “países de novela”, en una tradición occidental. ¿Qué le pasa a Napoleón? Escapa de su mujer o más bien se toma un descanso, necesita pensar. Una familia del pueblo pesquero Limmermonk, donde llegó en tren, lo hospeda. Una madre con su hijita y un marido que, como buen pesquero, aparece de vez en cuando.

Apenas empecé a leer Precipitaciones... sentí que leía una novela decimonónica. Entendí que ese efecto está minuciosamente buscado, al repasar la contratapa. Pero eso no me decepcionó. Ese personaje, Napoleón, que no huye de otro más que de sí mismo, camina por un pueblo ferroviario que parece todo pintado con una estética steampunk delicada y literaria. Páginas más adelante, a medida que la primera impresión cede, se inmiscuyen otros colores que permiten no encasillar a la novela en la simple exposición de una escenografía.

Otro detalle que salta a la vista entre la minuciosidad y que se desprende del título es la fragmentación del libro. No me refiero a la fragmentación en el sentido (y como lugar común también) del montaje, de capítulos cortados que van y vienen narrando diferentes momentos de la vida del personaje. Estoy hablando del cultivo de diferentes áreas léxicas cuidadosamente delimitadas y al servicio de metáforas específicas. El océano, los trenes, las hormigas, cada compartimiento estanco delimita qué y cómo puede ser dicho: "Nos quedamos inmóviles un rato, esperando el cíclico diluvio, con todos mis sonares nocturnos estropeados por tanta fosforescencia. Hasta que le pregunto algo y eso basta para que ella inicie la toma del Palacio de Invierno. Su lengua coralina se despega de mi boca. Crece la tempestad intracorpórea, naufragan los bacilos entre las encías, en el oleaje de nuestra saliva. Se sublima lo sólido en lo aéreo."

Disfruté la lectura de Precipitaciones aisladas, pero también me gusta ver cómo Entropía persiste en el tiempo a pesar de ser un sello pequeño con una identidad tan marcada y homogénea, no tan solo desde el diseño de su colección, sino también en cada uno de sus autores, que a pesar de correr por caminos propios e individuales comparten un vínculo, un imaginario radio que los agrupa, en el centro.»

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