Alejandro Duchini lee Placebo, de José María Brindisi, y lo entrevista para el portal de A24:
«La última novela de José María Brindisi (Entropía) se llama Placebo, está escrita sin puntos aparte y le sobra densidad: la historia siempre es gris, triste, con un final cantado: nada puede salir bien. Pero en el relato, lo que importa es el camino. El protagonista, Becerra, tiene todo lo que la gente de clase media quiere: un buen auto, una esposa, una casa, posibilidades de vacacionar. Y una amante. Nada de esto le cierra. Pues no sólo lo destruye su propia vida –o la forma de entenderla-, sino también la muerta lenta y dolorosa que acecha a su mejor amigo. En el Tigre, donde se toma un descanso, un vecino lo obsesiona. Imagina sus días y sus sentimientos y en cierta medida lo envidia. Corre el alcohol, corren los sueños y acechan las frustraciones.
-Hay una escena en que el protagonista, Lucio, observa la ropa interior de la amante mientras unas colegiales pasan y se ríen de él. Parece el peor de sus momentos durante el relato. ¿Coincidís?
-Yo creo que el peor momento, durante estos escasos días en que lo acompañamos, son todos: es decir, todo es terrible, todo es en algún sentido triste, solitario y final. Pero ese momento tiene un valor simbólico, como también lo tiene la escena del comienzo, cuando observa a esas dos mujeres como si estuviese viviendo una alucinación. El sexo y la muerte van con frecuencia de la mano; es muy común que el sexo nos recuerde que la muerte existe, y que está ahí, acechando. Sin embargo, me quedo con la última visita a Horacio; por razones obvias -porque acaba de despedirse-, ése es el momento en que toca fondo.
-¿Planteaste la novela desde la intención de dar un mensaje, o simplemente la historia te fue llevando?
-No: para bien o para mal, ni mis personajes ni mis historias me llevan a ningún lado sin mapa. Van adonde yo quiero, o muero en el intento. Pero lejos de querer dar un mensaje; la novela plantea cosas, se pelea con otras, pero jamás se me ocurriría planteármelo de ese modo.
-¿De dónde viene y hacia dónde va Placebo?
-Viene de una novela muy diferente (Frenesí), y fue el punto de partida para despegarme en la siguiente (Nosotros y ellos), que está terminada, o eso creo. Ese es uno de mis faros: aunque sé que es imposible, trato de empezar de nuevo en cada libro. La pelea es, en buena medida, con el orgullo: aprender a reconocer cuando algo no funciona, cuando ha dejado de interesarnos, cuando sospechamos que podemos hacerlo más o menos bien pero ya no tiene sentido.
-¿Cuánto hay de vos en Lucio, el protagonista?
-Espero que no demasiado. Y sin embargo, hay algunas cosas de él que envidio: yo no sé si soy capaz de vivir una amistad de ese modo, si un amigo en peligro o desahuciado puede aniquilarme. Quiero creer que sí, pero no lo sé. Y también me conmueve su realismo, el modo en que se juzga a sí mismo a cada rato. Eso no le ha ocurrido siempre, pero ahora se abre paso, y él escucha.
-¿Qué te deja Placebo?
-La necesidad de ser humilde. Las ganas de sentarme a trabajar, a seguir trabajando. El renovado deseo de que la literatura sirva para algo.»
jueves, junio 16, 2011
Deseo renovado
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario