lunes, febrero 18, 2013

Melodías sin nombre

Javier Mattio lee Andrade, de Alejandro García Schnetzer, y escribe su reseña para Ciudad X, el suplemento cultural de La Voz del Interior:

«En un procedimiento diametralmente contrapuesto al de la “novela histórica”, Alejandro García Schnetzer (Buenos Aires, 1974) recurre en Andrade, su segunda novela, más a una impostura histórica que a una mera reconstrucción temporal. Interponiendo pasajes realistas subvertidos por un porteñismo “de época” junto a citas apócrifas y de una erudición hilarante que van puntuando la narración de manera transversal, la nouvelle narra las divertidas andanzas de Andrade y Galíndez, dos buscadores de libros usados en la década de 1940 en Buenos Aires.

El protagonista es un ex pianista y viudo de 40 años, Lucio Andrade, que obtiene trabajo en Librería del Sur, una librería de viejo situado en “Moreno y Defensa” atendida por el anciano Villegas, quien pronto le saca a Andrade todo entusiasmo económico respecto al oficio. Así y todo, nada impedirá que Andrade se embarque junto a su colega Galíndez en una serie de descabelladas búsqueda bibliófilas encargadas por su patrón, que incluyen fallidas e inútiles excursiones a bibliotecas que no valen nada.

“El hombre. He aquí, amable lector, todo el tema de estas páginas”, dice una de las tantas citas que pueblan Andrade, adjudicada a un tal Padre Jesús Simón S. J. En esa breve admonición con tono de prólogo universal está resumido el amplísimo y a la vez escueto y deliciosamente tratado “tema” del libro, una miniatura híper-artificiosa de un tiempo histórico que es más verbal que temporal y que retrata a un hombre solitario, picaresco y un tanto melancólico que se debate entre su pasado idealizado compartido con la fallecida Esther y un presente turbio, difícil, desmoralizante, en el que intentará hacer pie y encontrar su destino.

“Raleaban”, “intimaban”, “se tomó el espiante”, “el transido”, son algunos de los términos con que Schnetzer invierte la típica sumisión del lenguaje a la época que despliega todo bestseller histórico para construir en cambio un tiempo y un mundo únicos a través de una poética autoconsciente, pensada específicamente para el libro. Así, la historia de Andrade funciona como una proyección oblicua nacida del artificio, a través del cual su autor consigue así y todo narrar una serie de anécdotas convencionales, lineales, que pueden leerse como peripecias novelísticas.

Son las citas, intercaladas en Andrade con las derivas de su protagonista, que Schnetzer pone en juego su gesto más arriesgado: por ejemplo, en una negociación libresca en la que Andrade regatea con una señora que le ofrece sus volúmenes añejos, el diálogo entre ambos está mechado por una supuesta cita del Talmud que reza “Hasta los pájaros del aire detestan al avaro”. Esas menciones, extemporales en una novela tan temporal en apariencia, termina por configurar un artefacto extraño, asumidamente híbrido, que tiene su mayor valor en la moderación de toda agresividad o pedantería: Andrade empieza y termina como una sutil melodía de piano, una pieza sin tiempo que amerita más escuchar el sonido que liberan las teclas que ponerse a pensar en su autor, su tema, su nombre.»

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