viernes, julio 25, 2014

Transmitir una experiencia

Reseña de Como sólo la muerte es pasajera de Alberto Szpunberg para ADN Cultura.

Por Sandro Barrella.

Como sólo la muerte es pasajera llama Alberto Szpunberg al conjunto de su obra y toma prestado el título de un verso propio. Este gesto—como en el pase del testigo— se repite: versos que pasan de poema a poema, títulos que hacen uso de palabras ya dichas, escenas que se trasladan de libro en libro con alguna variación en el curso del tiempo, de una vida en el poema. Otro tanto ocurre con la dedicatoria que reitera una y otra vez: “a los compañeros, desde siempre y hasta siempre”, con spinoziana persistencia, blandiendo una memoria que también es imperativo categórico para el hombre que publica su primer libro a los veintidós y a punto estuvo un par de años después, de unirse a la célula del guevarista EGP en el monte salteño, en lo que fuera una de las primeras experiencias de la guerrilla en la década del sesenta.
Experiencia y transmisión parece querer decir Szpunberg a lo largo de sus libros que, leídos como un todo cobran una dimensión de unidad indisoluble. Experiencia y transmisión, como quien discute la tesis de Walter Benjamin en Experiencia y pobreza. En su artículo, Benjamin se refiere a los combatientes que regresan de las trincheras de la primera guerra mundial: “la cotización de la experiencia ha bajado y precisamente en una generación que de 1914 a 1918 ha tenido una de las experiencias más atroces de la historia universal. Lo cual no es quizás tan raro como parece. Entonces se pudo constatar que las gentes volvían mudas del campo de batalla. No enriquecidas, sino más pobres en cuanto a experiencia comunicable”. Un cuarto de siglo después, los campos de exterminio nazis darán cuenta de un nuevo enmudecimiento. Si Benjamin se anticipa a Adorno, Primo Levi los contradice al afirmar que después de la Shoa, no se puede escribir poesía sino sobre Auschwitz. Lejos de pretender asimilar aquellos acontecimientos capitales—únicos, singulares—del siglo XX con el reciente pasado argentino, de lo que se trata es de comprender el contexto político, social y cultural, en el que la escritura de Szpunberg toma cuerpo y se vuelve una voz esencial de la poesía argentina.
    Luego de Poemas de la mano mayor (1962) y Juego limpio (1963), ambos con ciertas marcas de estilo que harán presencia en sus libros posteriores, es El che amor (1965), el que va a trazar el devenir de la obra futura: “Abajo aquí sus huesos sus fusiles/ ese atadito de hombre/ no sé la tierra cómo hace que se aguanta/ los que avanzan sobre ella son las mejores noticias que nos llegan de ustedes// delen, muertos de amor, sostengan que nacemos.” La literatura y la vida se funden: a la revolución por la poesía, por el amor. “Poemario que decidió mi vida”, escribe Szpunberg en el prólogo. El libro encarna el pre-texto de lo que va a venir, tanto en los hechos de la vida del poeta como en el decurso de su poesía, que, a silencio de imprenta, siguió siendo escrita, aquí y en el exilio, volviéndose cada vez más compleja, cohesionada en su núcleo y expandida en recursos. Szpunberg alterna el verso corto, medido, con el versículo, y en ambos casos es la música, la encadenada entonación de las palabras, el ritmo que fluye, lo que da entidad a su poesía.
    En sus poemas abundan, la lluvia, el mar (por todas partes), el bosque y la tierra húmeda, ramas y niebla; muchas preguntas. En diálogo abierto, la pregunta como meditación y búsqueda del rostro amado, la voz amada, el sentido de lo que se perdió; la compasión y el pensamiento sobre el otro. La pregunta como exégesis constante, elucidación y comentario, de quien no clausura ni sella la experiencia individual y colectiva. Diálogo abierto—con la tradición lírica, con la filosofía, la literatura y con la historia—desde una obra abierta, Szpunberg aguza la mirada, su visión es una máquina que atrae todo cuanto ve y devuelve postales de la totalidad.
  Como sólo la muerte es pasajera, incorpora a títulos fundamentales como Su fuego en la tibieza (1981), Luces que a lo lejos (2008), La encendida calma (2002) o La academia de Piatock (2008), una extensa sección de obras inéditas que confirman la densidad, la riqueza de la poesía de Szpunberg, su honestidad intelectual (“No, ya no soy yo el que habla, es sólo el poema,/ donde las palabras siempre dicen otras cosas,/ menos mentir.)”, su apego a una lírica que no renuncia al sentido de la historia,   como si hiciera suyas, las palabras de Marina Tsvietáieva: “El tema de la Revolución es el encargo del tiempo. El tema de la exaltación de la Revolución es el encargo del partido”.

ADN Cultura, 11/07/2014

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