Matías Capelli lee Partida de nacimiento, de Virginia Cosin, y escribe su reseña para Los inrockuptibles:
«A pesar del color rosa pálido de la tapa y de algunos datos de la contratapa (una narradora treintañera recién separada, madre de una niña pequeña), Partida de nacimiento, primer libro de Virginia Cosin, está lejos de los estándares de la chick lit.
A pesar de que la narradora se ría de sí misma, se saque el cuero y se autoflagele hasta llegar al hueso; a pesar de que pueda decir “soy una chica de Belgrano R que ahora vive en Balvanera” o que atraviese días y noches de insomnio en un estado de insatisfacción constante al borde del ataque de nervios, lo de Cosin, sin duda, va por otro lado. Fundamentalmente porque, en Partida de nacimiento, la escritura está en primer plano; no es un medio para contar una historia, para retratar un personaje, para crear situaciones eficaces, para construir una trama, si no que es una estrategia de supervivencia, de exploración vital.
Claustrofóbico y apesadumbrado, el texto está siempre al borde de regodearse en el placer que proporciona cierto tipo de dolor, y corre el riesgo de volverse monotemático. Pero nunca monocorde, ni monótono, porque Cosin echa mano a una amplia paleta de géneros, registros y tonos; alternando entre la primera y la segunda persona, entre el monólogo interior, el diario, las listas, algunos versos sueltos; entre los diálogos y las viñetas cotidianas, entre el recuerdo y la reflexión.
En última instancia, hay dos cosas que salvan a la protagonista, tanto en términos literarios como vitales. La primera es su hija, que obliga a la narradora a dejar de ser, por un rato, el centro de todas sus preocupaciones, y la rescata del solipsismo. Y la otra es la escritura. A fin de cuentas, si algo aprende en estas páginas es que, muchas veces, escribir es atar un torniquete.»
miércoles, mayo 02, 2012
Torniquete
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