martes, mayo 06, 2014

"Todo poema es de amor"

A raíz de la publicación de Como sólo la muerte es pasajera, Juan Fernando García entrevista a Alberto Szpunberg para el suplemento Cultura del diario Perfil.


Protagonista medular de la generación del 60, se publica la poesía reunida de Alberto Szpunberg, un escritor reconocido tanto por su compromiso político como por haber forjado una obra distanciada del modelo cristalizado por sus contemporáneos. 

Toda poesía habla de la memoria. Todo poema es una balsa tallada en esa madera hecha de tiempo y experiencia. Y hay quien puede navegar por aguas cenagosas, nadar en aguas cristalinas, o hundirse en arenas movedizas. La memoria –personal y colectiva– es parte esencial de la obra del poeta  Alberto Szpunberg (Buenos Aires, 1940).

Como hijo dilecto de la generación del 60, esa memoria es eminentemente política. Pero a diferencia de muchos de sus compañeros de ruta y militancia (entre otros, su querido Juan Gelman, fallecido en enero de este año), sus versos cincelan el gesto amoroso. Y es por eso que su poesía es tan extraña, o distanciada del modelo cristalizado por muchos de sus contemporáneos.

La reciente aparición de su obra reunida, bajo el título endecasílabo Como sólo la muerte es pasajera, promueve este diálogo. Como telón de fondo, el cielo gris, los brillos de un mediodía de lluvia persistente, en el barrio de San Telmo. De los ecos familiares, de la política, de la poesía en forma de grueso volumen, versó una conversación con la calidez que emana de su tono, de su risa carraspeada por el cigarrillo, la misma calidez que irradian sus poemas, de una belleza inusual. Son 50 años de producción sostenida, que a esta edición de libros éditos pudo adisionarle cinco piezas inéditas con las que abre el volumen, y actualiza la lectura.

Alberto Szpunberg es uno de los más grandes poetas argentinos, porteño medular que se fue al exilio en 1977, se afincó en Barcelona, empezó a volver en 1984, y decidió quedarse definitivamente en diciembre de 2001, “en medio del quilombo”, cuando creyó que aquel “argentinazo” cambiaría todo. También, las razones domésticas: “Mis hijas se hicieron grandes; y yo me volví prescindible”, afirma, riéndose.

Ante la pregunta, o simplemente la insinuación de catalogarlo como “poeta político”, sonríe y afirma: “Yo no soy un poeta político, soy un ser humano, y todo humano es un sujeto político.” Cree firmemente que ese rótulo empequeñece la poesía. Y cita a Aristóteles en griego, donde resuena la voz de aquel docente universitario que aún pervive en él, y traduce: “El hombre es de naturaleza política”, por eso insiste: “¿Cómo no va a aparecer eso en la poesía?”. Aunque sabe que algunos son más explícitos, más coyunturales. En su poesía aparecen esas marcas, esas huellas de los días vividos: hay “compañeros”, hay “17 de octubre”, y también “30.000 ausencias”, y hay sobre todo (valga la paráfrasis de uno de sus grandes libros) “fuego en la tibieza”, donde mora la memoria de todos, el tiempo que hace a la políitica y también a la mirada implacable del poeta, que aún sigue preguntándose “en la luz de qué memoria”.  Lo que no hay es regodeo en el dolor, ni melancolía absurda de exilios. No, no abreva ahí su lírica política.

La memoria es también la de la infancia, la de la casa en Paternal con una madre que “escuchaba tangos, música popular, y apagaba la radio cuando llegaba el viejo porque a él le gustaba sólo la música clásica. Aunque en mi casa nunca, pero nunca se escuchó Wagner”, por eso, en el breve y brillante prólogo del libro, “Seré el que seré”, enumera: “Chopin, Angelito Vargas, el jazán Pinchik y el Coro del Ejército Soviético”, que el lector atento de esas casi quinientas páginas de la bella edición de Entropía, de esa quincena de libros, reconocerá en las voces que brillan y vibran en los poemas, esas marcas de oralidad que son también su estilo.

Para Szpunberg, no hay sujeción para la poesía, es “la rompedora de límites”, no tiene temas vedados porque debe abrirse siempre al misterio, a través de su transgresión. “Una palabra no es igual en un poema que en otro; no es igual una lectura a la mañana que a la noche.” Cree que hay un empecinamiento en limitar los temas poéticos, que cree que es el mismo empecinamiento en decir que tal poesía “es de izquierda”. Ese tipo de aseveraciones le parecen inadmisibles y en esa libertad funda su poética. Por eso también puede decir que nunca relee lo editado, y este volumen, que resistió un poco (“los culpables son Alejandro García Schnetzer y Gelman”), no tiene correcciones posteriores. Por eso es que la poesía “anda merodeando siempre”.

Quien haya escuchado alguna lectura pública de Alberto Szpunberg habrá quedado prendado del efecto de su voz, de su cadencia, y esa pregnancia quedará grabada a fuego en la lectura solitaria de los poemas. Como sólo la muerte es pasajera es una compilación que habla también del asombro porque también, como aquel poema de Emily Dickinson, se funden “verdad y belleza”.

¿Qué es la poesía, entonces? “La poesía es asombrosa siempre, por su propia naturaleza. Es un intento de creación. Y cuando uno descubre la poesía tiene una sensación maravillosa. Como cuando te enamorás. Porque en definitiva, todo poema es un poema de amor.”


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