lunes, marzo 16, 2015

Werner Herzog y el libro único

Acaba de editarse “Del caminar sobre hielo”, del realizador alemán nacido en 1942. Un diario en el que Herzog toma nota de las impresiones y recuerdos que le dispara una larga caminata entre Munich y París (más de 800 km) entre noviembre y diciembre de 1974.

Por Guillermo Piro para Perfil Cultura



Estamos a fines de 1974. Werner Herzog, de 32 años, es el realizador de Señales de vida (1968), Los enanos también empezaron pequeños (1970), Fata Morgana (1971), El país del silencio y la oscuridad (1971), Aguirre, la ira de Dios (1972), El gran éxtasis del escultor de madera Steiner y El enigma de Kaspar Hauser (ambas de 1974). Lotte Eisner agoniza en un hospital parisino. Lotte Eisner, la historiadora del cine, la autora de La pantalla diabólica, tiene entonces 78 años y en 1974, según Herzog, “el cine alemán no puede prescindir de ella”. Sin una explicación plausible, Herzog, que se encuentra en Munich, decide llegar a París caminando en línea recta. No especifica si el sacrificio obedece a una promesa, no especifica si con ello trata de saldar una deuda de amor o de estirar una agonía con la certeza de que su amada Lotte no se atreverá a cruzar al otro mundo sin haberse despedido de él. Simplemente toma una campera, unas botas nuevas, una brújula y un bolso “con lo estrictamente necesario” y emprende el camino a pie. “Lo que escribí durante el viaje no estuvo pensado para lectores”, escribe Herzog en la breve nota que acompaña la primera edición de ese diario de viaje, en 1978.

Del caminar sobre hielo. Munich-París 23/11 al 14/12 de 1974 acaba de ser editado por Entropía. El libro ya había sido traducido y editado en España en los 80, pero la nueva traducción del argentino Ariel Magnus vuelve a poner a nuestro alcance una pequeña joya sin la tediosa necesidad de tener que estar recurriendo todo el tiempo al diccionario.
El italiano Roberto Bazlen dejó sentadas en 1962 las bases teóricas de lo que él mismo llamó “el libro único”: no una obra, no una serie, sino un único libro con el que el autor sabe que su tarea no consiste en otra cosa que transmitir con la máxima precisión algo que vale la pena ser recordado. La definición se ajusta a la perfección a Del caminar sobre hielo –y la existencia de un libro posterior de Herzog, Conquista de lo inútil, el diario de filmación de Fitzcarraldo, en 1982, no cambia en nada el carácter de “único” de Del caminar sobre hielo: según Bazlen, se puede ser el autor de un libro único habiendo escrito infinidad de libros.
En un momento dos palabras ocupan misteriosamente la mente de Herzog: “mijo” y “robusto”, y se convierte en una tortura tratar de encontrar una relación entre ambas. Hasta que finalmente, inadvertidamente, la encuentra: “Mi producción de humedad es enorme, porque avanzo robustamente y pienso en mijo.”

“¿Es buena la soledad?”, se pregunta Herzog. Y responde: “Sí, lo es. Sólo que aporta miradas dramáticas de lo venidero”. Herzog toma nota de cosas maravillosas e intrascendentes. Lo intrascendente no importa, pero lo maravilloso se parece a esto: “Cuando me acerco a la gente me limpio las comisuras de los labios porque siento que tienen espuma. Escupí en el río Ill y la escupida se fue flotando como sólido copo de algodón”. O a esto: “Veo muchos ratones. Ya no tenemos idea de la cantidad de ratones que hay en el mundo, es inconcebible. Los ratones crujen muy silenciosamente en el césped aplastado. Sólo el que camina ve los ratones. [...] Con los ratones es posible trabar amistad”.

Varias veces, a lo largo de la accidentada caminata (no hay que usar botas nuevas si se piensa caminar mucho), Herzog piensa en emprender la vuelta. Varias veces se pregunta: “¿Vive aún Eisner?”.
Herzog llegará a París y encontrará viva a la “Eisnerin” (así la llamaba Bertolt Brecht). Morirá en 1983, a los 86 años. Sin duda lo hizo porque Herzog se lo permitió. De otro modo, no se explica semejante falta de respeto.


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