martes, junio 23, 2015

Las esferas invisibles

Reseña de Las esferas invisibles, de Diego Muzzio
Por Lara Segade para Libros del Pasaje



Es frecuente que los enfermos, antes de morir, experimenten una breve pero asombrosa recuperación, un último despliegue, previo al repliegue, de las fuerzas vitales. Aunque tal vez no sea algo exclusivo de la muerte, sino un rasgo de las grandes transformaciones: estar precedidas de alguna resistencia, de un momento de máxima visibilidad de aquello que pronto será invisible. 
1880 quedó fijado como el año de consolidación del Estado argentino, consolidación que se produce en un contexto mundial de confianza en la razón y en el progreso, de afirmación de las naciones y establecimiento de sus instituciones, de expansión del capitalismo, de positivismo y de literatura realista.
Apenas nueve años antes, en 1871, se produce la epidemia de fiebre amarilla, que diezmó a la población de Buenos Aires y convirtió al horror de la muerte en un espectáculo cotidiano. Se sabe que el cementerio de la Chacarita se construyó con el fin de albergar a los muertos por la epidemia. Pero, para tal solución, todavía faltan unos años. En 1871, los muertos están por la calle, a la vista de todo el mundo. No se sabe qué hacer con ellos. Tampoco los vivos saben qué hacer consigo mismos. Por un momento parece que el progreso iniciará el camino inverso: de la ciudad, otra vez, al campo; de la civilización, a la barbarie. No se sabe: la incertidumbre de esos años es en sí misma una sombra oscura que amenaza los escenarios iluminados de la razón; una fuerza que resiste.
1871 es, también,  el año en el que transcurren las tres nouvelles que componen Las esferas invisibles, de Diego Muzzio: El intercesor, El ataúd de ébano y La ruta de la mangosta. Y la epidemia de fiebre amarilla es el hilo que las une.
En El intercesor, un joven sacerdote es llamado a presentarse ante el único hombre en toda la ciudad apestada que está a punto de morir de otra cosa. Una vez allí, debe oír la fantástica historia de vida de ese hombre, confinado por el gobierno de Rosas a un fortín olvidado en los confines de la Pampa. En El ataúd de ébano, dos malvivientes aprovechan la epidemia para beneficiarse con el tráfico del bien más escaso: los ataúdes. Finalmente, La ruta de la mangosta cuenta la historia de un fotógrafo que se dedica a retratar por última vez a los muertos que se lleva la epidemia. Su anuncio dice:
Fije la sombra antes de que la sustancia se desvanezca.
Retratos de personas finadas, desde 1 a 12 tarjetas.
Los difuntos aparecerán en la imagen con la semblanza de la vida.
En parte, tal vez, porque la epidemia acercó al máximo la vida y la muerte, en parte porque la convivencia de opuestos es algo propio de los tiempos de cambio, las tres historias, de una manera u otra, transcurren en una zona liminar, de frontera: entre la vida y la muerte, pero también entre la civilización y la barbarie, tal como las concebía el siglo XIX; entre el mundo que conocemos y otro, subterráneo y demoníaco o fantasmático; entre el sistema político y económico que se afianza y sus márgenes; y, finalmente, entre la realidad y las fantasías a las que, en aquellos tiempos, inducía el opio.
La referencia a siglos pasados, sin embargo, no es solo temática. Por el contrario, estas nouvelles recuerdan a Poe, a Maupassant o a Hoffman (cuyo cuento, "El hombre de arena" es el que sirvió a Freud para acuñar el concepto de lo siniestro, definido como el efecto que produce el retorno de lo reprimido) sobre todo en las voces que las narran: voces que parecen estar siempre en peligro o en lucha, a punto de sucumbir bajo el peso de la amenaza que lo extraño, lo sobrenatural y lo inexplicable ejercen sobre los bordes de lo real; las voces, en definitiva, cavernosas y atribuladas pero también sostenidas del relato gótico.
En efecto, el gótico ha sido definido por Rosemary Jackson como una "literatura de irracionalidad y terror" por medio de la cual retorna lo silenciado durante el Iluminismo: "Relegadas a los márgenes de la cultura iluminista, estas 'fortalezas de la insensatez' fueron creadas por el orden clásico dominante, y ejercieron también una presión oculta contra él".
Es, así, todo aquello que el imperio de la razón confinó al submundo de la superstición lo que se asoma, amenazante, más de un siglo después, en estas tres nouvelles: lo reprimido que retorna como siniestro, lo que insiste en algunas pesadillas, lo que está ahí -lo que siempre estuvo ahí- aunque pretendamos que no; esas esferas invisibles a nuestro alrededor.

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