lunes, agosto 03, 2015

Sergio Chejfec: "Escribir es el resultado de una operación de la voluntad"

Por Daniel Gigena para La Nación


Hasta fines de este mes, Sergio Chejfec estará en Buenos Aires. Aprovechará el tiempo para presentar su último libro, un ensayo sobre su experiencia con los diferentes tipos de escritura y el modo en que los atributos plásticos perviven en ellos. También dará charlas y presentará un film. Como su literatura, su modo de hablar es atildado y suave; en ese modo pueden confluir el humor, el relato de anécdotas, los interrogantes insólitos, la descripción como un recurso que motoriza la conversación o las tramas. Hará en estos días aquí sus circuitos atípicos por la ciudad, que incluyen visitas a amigos, a ferias artesanales, a librerías de usados y a barrios que, como Mataderos y Pompeya, los turistas no suelen programar en sus recorridas. Chejfec vivió quince años en Venezuela con su mujer, la ensayista Graciela Montaldo, y ahora ambos residen en Nueva York. Allí trabaja en la maestría de escritura creativa de la Universidad de Nueva York, que crearon hace años Lila Zemborain y Sylvia Molloy. Chejfec es también poeta, autor de tres libros de ese género cuya lectura, dice, le sirve para descansar de ciertos clisés de su narrativa. De la biografía al uso del documento como ficción (y de la ficción como testimonio documental), pasando por la reconstrucción de paisajes del pasado y el homenaje a artistas y escritores, su obra ha crecido de manera arborescente y encuentra en Últimas noticias de la escritura, publicado por Entropía, su fruto más reciente.

En mi literatura, la documentalidad es un modo de desestabilizar el sentido común acerca de lo que es ficción y lo que es testimonio. Hay una dimensión de lo literario que me parece muy productiva: es la del documento, entendido no como documentalismo, como el género documental en el cine, sino como documentalidad. Cierto choque o confrontación que se produce con lo narrativo que sólo tiende hacia la ficción o la fantasía. Es una especie de incrustación que se puede producir en los relatos, donde algunos elementos están exhibidos o mostrados y que aparecen como extraídos de lo real. En uno de los relatos de Modo linterna, por ejemplo, el narrador siente que su experiencia como invitado a un congreso de literatura está amenazada por la disolución cuando no puede tomarse una fotografía junto a dos guacamayas. La foto representa para él una prueba de verdad del relato. Los hechos documentables no son necesariamente reales, aunque poseen un estatuto documental. Tiendo a introducir elementos y destaco su condición extrapolada para confrontarla a la serie de los "hechos inventados" y ver qué produce.

Me interesa la dimensión plástica o pictórica, la irradiación propia que tiene un manuscrito. En Últimas noticias de la escritura intento relatar de manera no narrativa la experiencia sobre mi propia historia en relación con la escritura. Por cuestiones históricas, empecé a escribir mano a mano; luego, con máquinas de escribir, y después, a partir de los años 90, con las computadoras. Mi postulación tiene que ver con que esa irradiación es inherente a toda escritura. En la escritura digital, debe ser repuesta por otros medios: la titilación, la incandescencia de la pantalla, la vida mortecina que la escritura digital tiene. Esa fosforescencia amenazada por otros medios se recupera de otro modo. Es algo quizás indemostrable, pero me parece una idea productiva.

Hay escritores que parece que nacieron escribiendo libros: el caso típico es Borges. Es como si la literatura hubiera estado ahí desde el comienzo. Otros, por el tipo de adquisición, los desvíos, las idas y venidas en su vida, guardan una relación no natural con la literatura. Es mi caso. Para mí, escribir es el resultado de una operación de la voluntad, ya que no empecé a escribir tempranamente; creo que eso se refleja en los procesos de hesitación que tienen lugar en mi obra narrativa. Alguien como Mario Levrero hace de su relación con la literatura un conflicto, incluso una relación contractual. Lo mismo ocurre en la obra del escritor cubano Lorenzo García Vega.

Cuando estoy en Buenos Aires me gusta ir a lugares que están fuera de circuito. Son paseos, caminatas; para mí, es un privilegio. Al vivir afuera, me puedo dar el lujo de tener una mirada duplicada sobre la ciudad. Soy un observante fiel y leal del transporte público, aunque a veces no fluye demasiado. Tampoco sé si en taxi o en auto llegaría más rápido. En Nueva York uso mucho la bicicleta, me siento más seguro, hay más sendas. En otros momentos me producía amargura estar como un turista, medio guardado. Ahora hago más actividades vinculadas con mi literatura, como la charla que di en la Fundación Tomás Eloy Martínez o la presentación de una película de Elaine May, Mikey and Nickie, que voy a hacer el 13 de agosto en el Fondo Nacional de las Artes. Sus obras poseen criterios de improvisación que me interesan mucho.

En mis relatos, el espacio está diseñado como para disolver los mandatos de la cronología.El tiempo está fuertemente asociado al relato e impone la sucesión de acciones, las relaciones de causa y efecto. Antes decía que mi propósito era representar el espacio como una dimensión temporal. La dimensión elástica o difusa del espacio me sirve para cuestionar ciertos procedimientos del realismo. Así logro una relación menos analógica con lo real, ya que en una situación conviven diferentes momentos, o varias situaciones dentro de una sola.

Aquí ya nadie tiene que pedir permiso para ser escritor. Trato de seguir la producción literaria local y hay un campo abundante y fértil, y gran parte de esa floración la representan los autores jóvenes. Antes había un pensamiento sacrosanto sobre el libro. Ahora me parece que todo es más directo; ya habrá tiempo para que se produzca una decantación, pero es bueno arrancar con un piso tan alto como el actual. Muchos de los trabajos de la gente joven se organizan alrededor del realismo, de la política o de la historia, pero no repiten fórmulas anteriores. Otros trabajan con la descomposición formal, sus textos no son crónicas, ni relatos, ni cuentos, sino una mezcla de géneros.

No es necesario que ambiente mis ficciones en los lugares donde vivo. La indeterminación es un aspecto importante en mis narraciones. Tengo la imagen de la literatura como un juego, una oscilación entre lo determinado y lo indeterminado. En los relatos aparece esa dialéctica entre elementos muy determinados y otros poco desarrollados. En ocasiones, lo accesorio es lo esencial. De ese modo, paso el conflicto por alto, la serie de acontecimientos de una trama, y es la mirada del narrador la que lleva adelante la narración.


Mis libros están dirigidos a un grupo de lectores un poco reducido, pero a veces, además, los grandes sellos invisibilizan cierta literatura. En las cadenas de librerías mis libros no se exhiben. Evito ese contrasentido editorial al publicar algunos libros en sellos independientes, que me creo que personalizan más el libro. Además, si no sos un escritor famoso, los libros no circulan por otros países. Alfaguara tuvo la gentileza de devolverme la territorialidad de algunos títulos y pude publicar algunos en Perú o Chile.

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