lunes, agosto 31, 2015

Un relato cautivante

Por Federico Monjeau para Clarín



"Teatro Martín Fierro". Basada en un texto de Sergio Chejfec, la obra subió en el CETC con música de Pablo Ortiz, imágenes de Eduardo Stupía y dirección escénica de Agustina Muñoz
Teatro Martín Fierro, obra especialmente encargada y estrenada el jueves por el CETC, está basada en el relato de Sergio Chejfec Deshacerse en la historia, de su libro Modo linterna (Entropía). Ese relato, tal vez uno de los más originales y experimentales del autor, es una especie de pieza de teatro muda inspirada en Martín Fierro. 
El relato describe objetos y personajes casi inmóviles, e infiere posibles sentidos de la escena. Por momentos tiene el tono de las obsesivas descripciones de Schoenberg para su monodrama La mano feliz. “El frasco del compadrito está volcado sobre el piso, como si hubiera rodado en algún momento de la pelea, y también han quedado unos lazos de colores, o moños, junto con el corbatín que llevaba puesto el moreno”. Otras veces la descripción se dispara en un sentido abiertamente metafórico: “Las armas e instrumentos que adornaban la pared blanca se han esfumado, como si hubieran sido atraídos por el mismo relato”.
 En efecto, todo termina adherido a la superficie del relato. Teatro Martín Fierro no es una ópera: la representación no busca encarnar los personajes (lo que sería prácticamente imposible), aunque sí materializar ciertos objetos. La bellísima realización visual del pintor Eduardo Stupía que se proyecta sobre el fondo de la sala reelabora todo un repertorio campero, aunque no se limita a eso y por momentos adquiere una impensada autonomía. El simulacro guitarrístico de Fierro (en el relato sus dedos se mueven ágiles a una mínima distancia del encordado enmudecido) proporcionan el punto de partida de la inspirada realización musical de Pablo Ortiz: un cuarteto de guitarras (Nuntempe Ensamble) que toca prácticamente al unísono su estribillo gaucho, arcaico y maquinal. El segundo elemento de la parte musical es un trío de voces femeninas a cappella (Mercedes García Blesa, Lídice Jasmina Robinson y Marcela Campaña, impecables), que retoma párrafos del texto y los entona en un breve y expresivo madrigalismo. Si los repiqueteos de las guitarras remiten a un paisaje pampeano o un ambiente de pulpería polvorienta, las voces fememinas se elevan hasta el límite del registro agudo en un dramatismo celestial, lo que en la pequeña “escena” del réquiem (con su sutil cita mozartiana) adquiere una condensación especialmente conmovedora. 
Esas voces retoman algunos párrafos leídos en la escena. No hay una representación, sino una lectura de un texto fascinante que, a pesar de su enrarecimiento o su abstracción, mantiene tensión y suspenso del principio al fin. La lectura está a cargo de los actores Lisandro Rodríguez, Laura López Moyano y Agustina Muñoz (esta última responsable además de la puesta en escena junto con Stupía), más una voz en off grabada.
 Leer textos en vivo no es fácil. La mínima equivocación puede resultar más perturbadora que la nota falsa del pianista que por lo general se las ingenia para seguir su marcha como si nada hubiera pasado. Esta realización no estuvo del todo exenta de pequeños deslices de lectura, además de alguna entrada a destiempo rápidamente corregida. 

Pero la lectura en vivo tampoco es fácil por una cuestión expresiva, de tono. Por momentos sobrevino una inconveniente hibridación: duplicaciones gestuales; intercambios demasiado explícitos entre los tres lectores; un amague de dramatización que permaneció incierto, débil, vacilante. Acaso sean los únicos momentos levemente dispersivos de una producción artística de rara y cautivante belleza.  

Teatro Martín Fierro

Autores Sergio Chejfec, Pablo Ortiz, Eduardo Stupía Puesta en escena Eduardo Stupía y Agustina Muñoz Sala CETC jueves 27, repite hoy a las 20 y mañana a las 17. Calificación Muy bueno

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