lunes, agosto 22, 2016

Diez libros que narran la infancia

Daniel Gigena selecciona para La Nación diez títulos que incluyen personajes memorables de niños en la Literatura argentina e incluye entre ellos a La Sed, de Hernán Arias, e Hidrografía doméstica, de Gonzalo Castro.

Desde los años 90, varios escritores argentinos crearon en sus novelas una región habitada por chicos y chicas que fue creciendo con experimentación y nuevas búsquedas. Aquí, una selección de esas obras, contadas por sus autores

La sed. Hernán Arias Ferreyra Editor, 2005 (reeditada por Entropía)
"Algo sobre lo que me hablaron algunos lectores de La sed es del efecto que provoca un narrador que no lo comprende todo, que sólo puede describir las situaciones que vive o las charlas que escucha, sin dar ninguna interpretación al respecto -indica el escritor cordobés, años después de la publicación de su primera novela-. Me lo señalaron como un valor. Y posiblemente se deba a que a los lectores nos gusta imaginar, nos gusta aportar nuestra parte de la obra. Y un chico narrando exige eso. Ese narrador no tiene demasiadas ideas sobre el mundo, más bien lo contempla. A nosotros nos toca cargar de sentido esas situaciones." La sed narra en cinco escenas -desde el invierno de 1986 hasta el verano de 1987- lo que le sucede a un chico que vive en el campo, tironeado por los ideales y hábitos de sus familiares. La novela ganó en 2004 el premio provincial bautizado con el nombre del gran escritor Daniel Moyano.



Hidrografía doméstica. Gonzalo Castro, Entropía, 2004
"La novela empezó con el texto que escribe un personaje de Peter Handke, el hijo de ocho años que aparece en La mujer zurda -dice Castro, narrador y editor-. Es sólo un breve párrafo conmovedoramente absurdo donde el niño describe cómo se imagina un mundo mejor. Yo me propuse desarrollar algo cercano a eso que encontraba tan peculiar en esa voz: cierto pragmatismo que se vuelve lírico a fuerza de querer comprender fenómenos emocionales complejos desde los mínimos elementos de la percepción y la experiencia infantil. Enseguida me encontré lejos de ese modelo inicial, al menos en la textura verbal, y también con la edad de mi personaje, Chloé, que al ser una niña y tener once años, tomó una saludable distancia de su par austríaco." Imaginativa y sensual, la novela de Castro parece un cuento de hadas ambientado en una casona de Villa Devoto.

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