miércoles, julio 19, 2006

Entropía al azar

Volvemos a la extraordinaria Semana, de SMD, y leemos otro fragmento.


Monografía (detalle)

La iconolatría del rector del colegio salesiano se expandía y tomaba posiciones evangelizadoras ante la mirada de mi padre. De todos modos, el viejo Antoine ya se había fijado un objetivo y avanzaba indolente hacia el final de la conversación. El hermano Efraín –una eminencia en exorcismos– exponía ante mi padre cada una de las razones por las cuales el joven Esteban debía ser expulsado por la manifiesta tendencia a subvertir los términos de la instrucción religiosa. Utilizaba todos los recursos cinéticos a su alcance: alzaba las manos y los ojos al Cielo buscando la aprobación de sus decisiones pedagógicas. Apuntaba con el índice hacia mi cabeza y escribía ideogramas sobre su ceño. Luego, se volvía suave y comprensivo; ponía en escena su persuasión de confesionario, para que su panegírico de las formas celestiales se volviese seductor a los oídos de ese médico forense, que sólo sabía de vísceras en descomposición. Cada tanto, el sacerdote parecía encontrar complicidad en los crucifijos. Un Cristo gótico lo miraba sufriente por la espalda asintiendo, inconsolable. Por la ventana, entre las nubes, la luz del alumbrado público disponía el cuadro para un fresco de Piero Della Francesca. Mi padre esperaba la pausa en el discurso eclesiástico de Efraín. Volvían a enfrentarse la razón represiva de la religión y la razón violenta de la ciencia. Yo, el dócil alumno demonizado, miré el suelo de madera del rectorado ofreciendo una imagen de culpa y recogimiento. Comencé a contar los tablones del piso, para calcular la superficie de la habitación. De un modo impreciso, el área del rectorado era de entre veinte y veintiún metros cuadrados. Aburrido, miré la biblioteca del rector e intenté clasificar mentalmente los libros. Primero por orden alfabético de acuerdo con el apellido del autor. En este punto encontré ciertas dificultades a la hora de ubicar la Biblia en su sitio correcto. Si lo consideraba un texto divino debía colocarlo en la “D” de Dios, en la “J” de Jehová o en la “Y” de Yahvé. Sin embargo, el Nuevo Testamento tiene cuatro autores reconocibles. Finalmente decidí colocar la Biblia dentro de la serie de “autores varios” y, quizás más tarde, consultar con el rector sobre este punto.
En algún momento, no podría decir con exactitud cuándo ocurrió, me descubrí incorporándome de mi silla con la intención de comenzar a ordenar aquella monstruosa desorganización bibliográfica. Frente a la anarquía de los anaqueles, quise comenzar mi cruzada personal. Llegué a levantarme y dar dos pasos en dirección a la biblioteca, cuando percibí que mi intención no había sido bien recibida.
–Disculpen. Iba a ordenar la biblioteca.
–Ya lo ve, Doctor Tellier, su hijo es así.
–Yo sé perfectamente cómo es mi hijo. Continúe, por favor, hermano Efraín.
Me senté en mi lugar y esperé, reconcentrado, el golpe de mi padre. Efraín cayó sobre sus sotanas. Antoine me hizo alguna pregunta sobre mi futuro y otra lo suficientemente asertiva como para que yo no me atreviese a contestar.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

“...Volvían a enfrentarse la razón represiva de la religión y la razón violenta de la ciencia...”

Deberían darle el Grand Prix Santiago Llach - Criptonita por esa frase, pienso.

Charlotte dijo...

basta, che!! que terminé el de gzal, ahora arranqué con el de molina (que me pregunta "empezaste mi libro?) y después me toca éste pero si siguen así lo leo online y exijo mi dinero! pero me quedo con la dedicatoria, claro.

Charlotte dijo...

Yo vengo así:
Querida Familia 1
Vos me querés a mí?
Hidrografía
Ahora me toca:
Los estantes de Molina
El suyo
Leyenda
Adquirí hasta acá. Veo que me estoy equivocando en el orden pero no puedo desandar el camino, o sí? es grave doctor?

Anónimo dijo...

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Anónimo dijo...

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