Laura Juliana Torres lee Biografía ilustrada de Mishima, de Mario Bellatin, y lo reseña para el blog El Roommate:
«¿Qué clasde de escritura instituye una biografía post-mortem? ¿Es que acaso sólo después de muertos “los escritores se encuentran ya preparados para entender los símbolos a partir de los cuales construyeron su trabajo”? (51). En Biografía ilustrada de Mishima, a diferencia de otros libros biográficos sobre el escritor japonés que sirven de posibles subtextos a la novela (como Confesiones de una máscara del autor nipón o Mishima y la visión del vacío de Yourcenar), Mario Bellatin propone como protocolo experimental la idea de una biografía que se inaugura con la muerte: “¿Qué clase de espanto ha sido capaz de generar una escritura semejante?”(49). La novela cuenta las peripecias de un Mishima descabezado después de cometer seppuku. Es precisamente los detalles de las circunstancias que rodearon la muerte del novelista japonés la única referencia rigurosamente biográfica que toma Bellatin de su vida. El suicidio ritual de Mishima en 1970 fue televisado por los medios, por lo que pudo ser observado en el mismo instante en que se llevaba a cabo. La fascinación de Bellatin por un tipo de lógica de producción que impone una forma específica de recepción –la impresión de que un determinado acto es experimentado de la misma forma en la cual fue ejecutado– parece inspirar la trama del libro.
Mishima, uniformado y desmochado, asiste con una solemnidad más bien cómica a una conferencia sobre su vida. Por motivos al parecer pedagógicos, un académico experto proyecta escenas de la vida de Mishima con un misterioso aparato. La narración dura el tiempo virtual de la proyección. A su vez, la escritura se construye a partir de bloques de texto cercenados por oraciones cortas, escuetas y de una desgarbada distinción. Cada párrafo desarrolla un transe de escritura en la vida de Mishima, inducido por experiencias paralelas a la realidad: la toma de fotografías con una cámara para niños, la zambullida en un estanque con monjes sintoístas, la contemplación de un polluelo despedazado por sus pares, el consumo de la droga sildenafil citrati … Estas visiones se entrelazan con el recuento de las infructuosas gestiones hechas por un Mishima empobrecido para remediar su ausencia de cabeza. La administración de esta “oquedad” genera una reflexión sobre una forma de obra particular dedicada a la reparación del vacío con “la esencia de una artificialidad extrema”: una máscara kabuki, un set de piezas-cabezas (prótesis que recuerdan al lector el garfio de cierto escritor). Se aspira a la conversión del hueco – la impronta del accidente- en un experimento controlado, en el espacio vaciado de una instalación. El libro concluye con cincuenta fotografías a color. Cada pie de foto comenta y amplía escandalosamente los detalles más azarosos de la narración. Las imágenes crean la ilusión de que la narración de la novela es el producto, el material excedente, del orden contingente de las fotografías. Sin embargo, la sobreposición de ambos órdenes parece corresponder a una lógica de desacreditación mutua.
Si en Shiki Nagaoka: una nariz de ficción las fotografías falsifican la supuesta existencia del escritor japonés, en esta ocasión Bellatin ficcionaliza a Mishima al ilustrar desfachatadamente su biografía con el archivo de sus fotos personales. Biografía pertenece a una serie de intervenciones donde el novelista contamina o “inocula” el espacio de la ficción con la autobiografía, pero una autobiografía “desfigurada” por la faz de un autor japonés. (Ya en su artículo “Kawabata: el abrazo del abismo,” Bellatin plagia artículos críticos de otros autores sobre su propia obra, y los hace pasar como sus ideas sobre el Nobel japonés). En , Mishima narra la experiencia de asistir a la representación teatral de Salón de belleza y cómo de esta manera logró “leerse a sí mismo,” alcanzar una inusitada exterioridad. Tal vez sea ésta la función de la autobiografía en Bellatin: un conjuro homeopático para la despersonalización, la conversión ciega de la vida en escritura, como un texto que se recita a sí mismo, un autómata, un cuerpo que se mueve sin cabeza, una biografía post-mortem…»
viernes, enero 28, 2011
Conjuro homeopático
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