miércoles, enero 19, 2011

Novela bicéfala

Matías Capelli lee La comemadre, de Roque Larraquy, y escribe la siguiente reseña en Los inrockuptibles.

«“Es un niño pequeño, bonito, y tiene dos cabezas. La primera le nace del cuello, con normalidad. La segunda le cuelga lánguida por detrás de la primera; no tiene nariz ni ojos, pero sí una boca, pequeña y bien conformada, con dientes prematuros. No es posible extirparla porque el cerebro abarca ambos cráneos, o porque el niño tiene dos cerebros, o porque es dos niños. Nadie lo sabe con certeza.” Estas palabras, usadas para describir a un ser humano monstruoso que un joven artista contemporáneo utiliza en la muestra que catapultará su carrera, es también un buen ideograma de La comemadre, primera novela de Roque Larraquy (1975). Una novela bicéfala apuntalada por dos relatos siameses, autónomos pero interconectados entre sí por delgados filamentos nerviosos: algunas cosas (hormigas, ranas metálicas, un extraño polvillo negro y una guillotina), algunos lugares (El Palais de Glace, el Sanatorio Temperley), y un mismo linaje familiar. La primera parte de La comemadre transcurre a principios de siglo XIX y está protagonizada por un grupo de psiquiatras que, en una clínica privada, llevan adelante un experimento kafkiano con pacientes terminales. Mientras intentan determinar qué ocurre, si es que algo ocurre, en la mente de una persona después de la muerte, compiten por conquistar a la misma mujer, la jefa de enfermeras. En estas páginas, además de hacer gala de un humor esmerilado y una notable imaginación narrativa, Larraquy pareciera afinar magistralmente, como muy pocos han logrado en los últimos años, el tono de Di Benedetto. El otro relato, también en primera persona, está situado en 2009 y es un racconto de la carrera de un artista joven global, exitoso y polémico por partes iguales. Editado hace algunas semanas, La comemadre es un libro del que, ojalá, se hable y mucho el año que viene. Una novela pequeña y bonita, de dos cabezas.»

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