Carolina Esses lee Precipitaciones aisladas, de Sebastián Martínez Daniell, y escribe su reseña para la revista Ñ:
«Precipitaciones aisladas, la segunda novela de Sebastián Martínez Daniell, viene a dar cuenta de la vitalidad a la que puede aspirar el género en nuestra literatura. Con un pie dentro de la novela decimonónica y sentimental –en cuanto a la densidad conceptual, la la indagación en la interioridad de los personajes, la utilización de saberes que responden mucho más a la enciclopedia que a Internet– y otro en los recursos formales propios de la novela moderna, el autor logra construir una narración conmovedora.
La trama es simple: Napoleón Toole visita una ciudad extranjera. No es una ciudad elegida al azar, es el lugar donde sus padres dicen haberlo engendrado. De allí podríamos deducir una primera mitología, la del pasado más remoto del narrador. Habrá otras: la mitología del pasado amoroso, la de la primera infancia, la que el propio Napoleón construye para Ulises, Ginebra y esa diosa púber que pareciera ser Rhea, tales los nombres de los personajes con los que se encuentra en Limmermonk. El autor juega con estos nombres cargados de significación con total libertad y humor, sin connotaciones solemnes –el protagonista, por ejemplo, recibe la visita del “otro” Napoleón, es decir Bonaparte– y esto crea un clima singular y atractivo. Sin embargo, ni esa cartografía de nombres ni esa isla imaginaria que es Carasia son fundamentales. Lo fundamental es mucho más visceral. Napoleón sufre por amor. Vera, su mujer, se ha ido de la casa que ambos compartían. Como consecuencia, él decide ausentarse, refugiarse en este escenario otoñal y helado. Entonces la invitación que Martínez Daniell le hace al lector es a deambular, como el personaje principal, por el recuerdo –y el recuento– de los avatares de una relación, recapitular aquel primer encuentro y volver, en un juego de temporalidades, al presente de un adorado jardín donde es posible reflexionar junto a una hilera de hormigas. Después dormir o sucumbir a un estado de duermevela porque, ¿quién quiere estar despierto cuando lo que nos anima es el frío de una separación?
La novela podría haber caído en un sinnúmero de problemas. ¿Cuántas veces la proliferación verbal termina por opacar la trama y el lector se encuentra chapoteando en un laberinto de palabras sin poder avanzar en la lectura? ¿Cuántas veces el recurso de la fragmentación pareciera ser más el alarde de una herramienta formal que el mecanismo necesario para un determinado relato? Aquí se da un celebrado equilibrio. La narración responde al ritmo de la memoria y en ese sentido se fragmenta. La percepción de este narrador exquisito que es Napoleón se potencia al máximo y es capaz de descripciones de gran riqueza sensorial. Es como si Martínez Daniell se hubiese dejado llevar completamente por su personaje al punto de cederle a él todo el protagonismo del relato, al punto de desaparecer completamente –y esto es mucho decir para una literatura tantas veces heredera de la autobiografía de los blogs, donde el autor pareciera colocarse por encima de su personaje.
Como suele suceder cuando el relato se fragmenta, es la repetición lo que da cohesión al relato. En este sentido las palabras usadas como leitmotiv “Señor Toole, su mujer lo espera” actúan como motor disparando la narración hacia un futuro que el correr de las páginas esclarece. No quisiera develar el misterio. Simplemente decir que Precipitaciones aisladas describe excepcionalmente bien ese destiempo propio del amor. Quizás porque toda relación se teje en la arritmia de dos interioridades, como la de Vera y Napoleón. Incluso aquellas a las que matrimonio o la llegada de los hijos otorgan un velo de piedad.»
miércoles, marzo 23, 2011
Vitalidad y arritmia
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1 comentario:
oh!
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