jueves, septiembre 03, 2015

Subjetiva de nadie, de Marcos Vieytes

Por Carla Leonardi para Caligari Revista Cultural

 
Conocí a Marcos Vieytes como docente en sus cursos de cine y siempre me asombró su aguda capacidad para extraer de un fragmento de una película nuevos sentidos que enriquecían mi mirada.
La sorpresa fue mayor cuando entré en las páginas de “Subjetiva de nadie”, su primer libro. Esperaba encontrar una compilación de reseñas o textos sobre películas o ensayos de corte académico sobre crítica de cine. En lugar de eso encontré que la belleza poética de las imágenes copula allí con la poesía de las palabras.
El libro se compone de cinco partes: “La hora de la religión” (atravesada por su educación religiosa donde expone la genialidad de que “El cine lo inventó Dios”), “Subjetiva de nadie” y “Crónica de la intermitencia” (fragmentos de escritura que hacen eje en la mirada), “El sexo de La Cosa” (donde la imagen se vuelve carne y goce) y “La comedia cósmica” (donde se detiene en el cine de Herzog, Buñuel, Mizoguchi y Álvarez)
En el camino de lectura uno atraviesa múltiples referencias a películas,  que probablemente el lector no haya visto en su totalidad; pero el particular estilo de Vieytes logra transformar, lo que podría ser un obstáculo o experimento tedioso, en placer estético.
El autor pone a dialogar películas o directores entre sí, intercala anécdotas personales, micro-ficciones y pie de páginas, que más que aclaraciones, son bellas y crípticas poesías. A esta altura uno podría preguntarse: ¿Qué es “Subjetiva de nadie”? ¿Un libro sobre crítica de cine? ¿Un diario biográfico? ¿Un libro de poesía?
Y poco importa la respuesta. Yo diría que “Subjetiva de nadie” es una experiencia literaria, donde se respira el placer del juego y en la cual la ruptura, cada vez, del género donde podría ser clasificada; se vuelve la huella distintiva de su autor.
Uno descubre allí trozos y trazos de escritura que, al modo de un entramado o borde; logran transmitir la pasión por el cine como un modo de vida.
En palabras del autor: “Ya no discierno lo que escribo, sólo líneas irregulares que llenan la hoja de izquierda a derecha. Ya no sé si escribo con el corazón, con la cabeza,  con ambos o con ninguno. Es el cuerpo solo el que escribe ahora y soy feliz como nunca, y aunque feliz es una de las palabras más traicioneras que existen, no me arrepiento de haberla escrito.”

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