sábado, septiembre 19, 2015

El día que Maiakovski descubrió América

Por Juan Rapacioli para Télam

 
 
Mi descubrimiento de América, las crónicas que Vladimir Maiakovski escribió luego de recorrer Cuba, México y Estados Unidos entre 1925 y 1926, se publican ahora en una nueva edición que revela la sorprendente mirada anticipatoria sobre la realidad económica, social y cultural de un continente nuevo para el gran escritor ruso.
Publicado por Entropía y traducido por Olga Korobenko, el libro presenta la profunda visión de Maiakovski (1893-1930), iniciador del futurismo ruso, sobre su experiencia en distintos puntos de América: una visita fugaz a Cuba, un paso por México y una intensa estadía de seis meses en Nueva York, Detroit y Chicago.
"Necesito viajar. Para mí, el contacto con todo aquello que respira vida casi constituye la lectura de libros. El viaje emociona al lector de hoy. En lugar de historias ficticias, supuestamente curiosas, sobre imágenes, metáforas y temas aburridos, surgen experiencias interesantes en sí mismas", sostiene el poeta.
Y luego arroja una reflexión sobre los dieciocho días de océano que lo alejaron de la Unión Soviética, donde ya era un escritor consagrado: "El océano es fruto de la imaginación. Estando en el mar, no puedes ver las costas, las olas son más grandes de lo que sería necesario para disfrutar de ellas, y tampoco sabes qué es lo que tienes bajo tus pies".
"Pero lo que cuenta es la imaginación: saber que ni a derecha ni a izquierda hay tierra firme hasta el polo, que adelante hay un mundo completamente nuevo, un segundo mundo, y que debajo tal vez de encuentre la Atlántida", reflexiona uno de los autores del manifiesto "La bofetada al gusto del público", de 1912.
En la primera parte del libro, dedicada a Cuba y México, el autor de Poesía y revolución anota su experiencia en el vapor Espagne: "Las clases son auténticas. En la primera viajan comerciantes, fabricantes de sombreros y cuellos, primeras figuras del arte y monjas".
"Gente extraña: tienen nacionalidad turca, sólo hablan inglés, viven en México y representan a empresas francesas con pasaportes paraguayos y argentinos", observa en medio del mar.
"Son los colonizadores de hoy, lo peor de la sociedad mexicana. Siguiendo la tradición de los acompañantes y los herederos de Colón, que expoliaban a los indios, obligan a las personas de piel roja a deslomarse en las plantaciones habaneras a cambio de unas corbatas rojas que hacen a los negros comulgar con la civilización europea", apunta el autor de obras teatrales como La chinche (1929) y Hablando a plena voz (1930).
Maiakovski, quien junto al artista Aleksandr Ródchenko fundó la agencia de publicidad Mayakovski-Ródchenko Advertising-Constructor, llegando a crear más de 150 piezas publicitarias, va más allá de la mera descripción: reflexiona sobre política, habla de la desigualdad, piensa las relaciones de poder, se detiene en los objetos, las calles, las construcciones, los modos de producción, los medios de transporte y de comunicación.
Recorriendo Ciudad de México, el escritor sostiene que "la excentricidad de la política mexicana y sus rasgos insólitos a primera vista se explican por el hecho de que sus raíces se encuentran no sólo en la economía de México, sino también, y principalmente, en las expectativas y los anhelos de los Estados Unidos". 
Con Estados Unidos, país que lo fascina y lo incomoda, es claro cuando dice que "ni siquiera ocupan toda América del Norte y, sin embargo -fíjense- se han quedado, apropiado y absorbido los nombres de todas las Américas". 
"Los Estados Unidos se apoderaron del derecho a llamarse América por la fuerza, con sus acorazados dreadnought y sus dólares, infundiendo terror en las repúblicas y las colonias vecinas", afirma Maiakovski, considerado "el poeta de octubre". 
Y, con un asombroso sentido anticipatorio, anota que "cuando la gente ingenua quiere ver la capital de los Estados Unidos se dirige a Washington. La gente avispada va a una minúscula calle de Nueva York, Wall Street, la calle de los bancos, la calle que de hecho dirige el país". 
Maiakovski, que se suicidó de un disparo en el corazón el 14 de abril de 1930, configura un libro que refleja una mirada lúcida, sarcástica, con tanto vuelo poético como rigurosidad histórica, y que parece registrar todos los aspectos del complejo mundo que vendría, con una potente voz que llega hasta nuestros días.

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