miércoles, diciembre 28, 2016

Entrevista a Romina Paula

Por Martín Caamaño para Los Inrockuptibles de diciembre. 

Foto: Sebastián Arpesella
Con Acá todavía, Romina Paula continúa construyendo su camino literario a través de temas universales como la familia, la sexualidad, la enfermedad y la muerte, pero explotando e incorporando nuevos elementos narrativos a su estilo personal y único.

Romina Paula confiesa no haber leído El desierto y su semilla. “Debería hacerlo”, dice. Sin embargo, Acá todavía, su última novela, podría relacionarse en más de un sentido con la de Jorge Barón Biza. Así como en aquel libro Mario acompañaba la internación de su madre en una clínica italiana, en la cual van a reconstruirle la cara corroída por el ácido, en la primera parte de Acá todavía se repite algo de esa atmósfera hospitalaria pero los vínculos se invierten: es Andrea, la hija, la que vela por la salud de su padre –llamado casualmente Mario– que está internado en el Hospital Alemán por una enfermedad que nunca se nombra pero que bien puede intuirse. En este caso, el deterioro es invisible, interno, casi no deja rastros en la superficie: “Hago un seguimiento, un rastreo de mi papá, de la enfermedad en él y sigo sin entender. Cómo se origina, de dónde surge, cuándo, por qué. Ahora mismo, mirándolo, ¿dónde está? Sigo viendo a mi padre grande, esbelto, fornido en definitiva el mismo hombre de siempre”, reflexiona Andrea. Mientras en la novela de Barón Biza la internación de la madre propulsaba el retorcido bildungsroman del hijo, en la de Romina Paula ese tiempo de detención y de espera que propone la cotidianeidad seriada del hospital sirve para activar el recuerdo de Andrea, que rememora su pasado y se replantea diferentes aspectos de su vida.

Al igual que en El desierto y su semilla, el argumento de Acá todavía parte de un hecho real. Hace algunos años el padre de Romina Paula murió de leucemia en el Hospital Alemán después de pasar varias semanas internado. La segunda parte del libro entonces se centra en el derrotero de Andrea luego de la muerte de Mario, lo que también hace que Acá todavía se inscriba en la extensa serie de novelas sobre la muerte del padre. A través de un monólogo interior con una fuerte impronta coloquial, no exenta de grandes destellos de lirismo, y diálogos memorables, que tal vez provengan del costado de Romina Paula como dramaturga, Acá todavía consigue singularizar y volver tan intenso como especial un tema ya tratado muchas veces. Luego de cuatro obras de teatro –Si te sigo, muero; Algo de ruido hace; El tiempo todo entero y Fauna– y de dos novelas publicadas –¿Vos qué querés de mí? y Agosto–, con Acá todavía Romina Paula sigue echando luz sobre cuestiones universales como la familia, la maternidad, la sexualidad, la enfermedad, la muerte o la condición de la mujer con una sensibilidad fuera de serie. “No sé si puedo aportarle algo más que mi mirada y la honestidad al intentar comunicar esa mirada”, dice. “Supongo que a esta altura del partido ya se trata más de cómos que de qués: intento encontrar una cadencia, un cierto uso de las palabras, un modo de decir”.

  
ENTREVISTA> ¿Tuviste en cuenta algún libro sobre la muerte del padre a la hora de escribir Acá todavía?
No tuve en cuenta ningún libro en particular. Había escuchado acerca del de Mauro Libertella pero lo leí recién cuando terminé de escribir el mío. De hecho, hay un capítulo de su novela en el que habla acerca de las novelas que trabajan sobre este tópico. Sí me daban vueltas como padres fallecidos Fogwill y Viel Temperley. Fogwill murió el mismo año que mi papá, algunos meses después, y reactivó el duelo y me hizo pensar en cómo debe ser tener un padre escritor. O artista. Pero escritor. Vera, la hija, escribió un texto hermoso para la muerte de su padre, que publicó Página/12, y yo estaba con la novela ya y ese duelo me hizo eco. Mi padre no fue escritor ni nada parecido, mi padre no hablaba sobre las cosas; me da mucha curiosidad imaginar cómo es tener un padre que sí. Cuando escribía Si te sigo, muero, mi primera obra, nos juntamos con una de las hijas de Viel Temperley para que nos hablara de su padre, que también había sido publicista, como Fogwill. Y ella nos contó algunas historias de su extravagante padre. Creo que un poco hacia esos dos padres escritores acerqué a Mario a la hora de escribir: en la novela podía tener el padre que quisiera. 


¿Y cuándo supiste qué ibas a escribir sobre la muerte de tu papá?
Una vez que pasaron unos meses del desenlace, o incluso durante la internación, pensaba que iba a necesitar escribir acerca de eso para hacerlo soportable. Además, es una situación transitada por mucha gente y me daban ganas de ponerle palabras, de compartirlo. También quise en algún momento escribir algo así como una novela familiar, al estilo Thomas Mann, con muchos personajes con desarrollo. Esa primera versión se llamaba Los integrados. Otra novela que quise escribir era la del romance de la protagonista con una enfermera no gay. Y otra, la de la reconstrucción de la sexualidad. Resultó ser un poco de cada una de esas novelas posibles, pero ninguna por completo.

Más allá del disparador, ¿cuánto de vos hay en Acá todavía? Además de la muerte de tu papá, fuiste madre hace poco, y en la segunda parte Andrea reflexiona mucho sobre la maternidad: ella dice “nada de bebés, ni cerca”, y al final está decidida a ser madre, a pesar de las circunstancias…
Mi papá murió de leucemia en el Hospital Alemán. Pero nuestra cuarentena no se pareció mucho a la de la novela y mi familia no es como la de Andrea. Empecé a escribir la segunda parte antes de quedar embarazada y seguí estándolo ya; conviven ambos estados en esa escritura. Para mí algo de lo por momentos lisérgico y lírico que puede tener la segunda parte puede estar vinculado a mi estado o percepción o exageración de ese estado. Y la sensación del presente puro también es algo que asocio a la maternidad y a los primeros años de un niño: cuando aún no hay lenguaje, no hay especulación, y entonces no hay más que presente. Eso lo vivo con mi hijo y me parece fascinante.


Tanto en Fauna como en esta novela, es central la cuestión de la familia. ¿Qué es lo que te interpela del tema?
Todos salimos de algún vientre así que la familia, por presente o ausente, siempre está, no puede no ser un tema. Por lo menos en el paradigma psicoanalítico en el que me crie.

En “Todavía”, la primera parte del libro, construís un mundo muy cerrado y preciso, con una lógica propia, en torno al hospital. ¿Qué te atrajo de narrar ese ámbito?
Los hospitales son no lugares, son muy alienantes. En los últimos años, por distintas razones, pasé varias jornadas en hospitales, y su sistema, su organicidad, no podría ser más alienante. Entonces me gustaba la idea de una protagonista que aprovecha esa situación fuera del tiempo y se pliega a la cuarentena de su padre para no tener que tomar decisiones acerca de su vida. También me divirtió fantasear con el intercambio con los que trabajan ahí, el otro lado, digamos, que es algo que no suele suceder tanto, aun cuando uno pase largas temporadas internado. Sobre la base de lo biográfico me divirtió inventar esta otra historia y sus personajes. Dentro de esa alienación, Andrea fuga hacia el pasado y hacia un futuro posible, entregándose a conocer gente nueva en ese contexto atípico.

Si bien toda esa primera parte parece estar sumida en el presente estático de la espera en el hospital, la narración tiende a la evocación, al recuerdo. Algo que después, en la segunda parte, cambia: Andrea se activa, actúa, y no recuerda tanto…
La primera parte quizá tiene aún esa carga de esa novela familiar que quería contar, y de la reconstrucción de su devenir sexual o amoroso. Y con una protagonista estática, como vos decís, que recuerda y reconstruye. Y en la segunda se echa a rodar esta cosa de puro presente donde los acontecimientos parecen ir sucediéndose y ella avanza sin reflexionar demasiado. Creo que es un estado de escritura al que me entregué, este segundo, quizá menos transitado por mí hasta ahora.

¿Y cómo ubicás esté libro con tus otras novelas? ¿Le encontrás alguna continuidad?
Ahora que salió esta novela me preguntan si las pensé como trilogía y lo que respondo es que podré saberlo cuando haya escrito la próxima. Si sigo con la narradora en primera persona será que es el modo que tengo de escribir. No las pensé como trilogía. La continuidad sin duda la da esa voz y algo de los distintos momentos de la vida; son sucesivas también en el sentido de que parecen ir cubriendo distintos momentos de la vida de una mujer.

El relato de Andrea es una suerte de deriva de la conciencia, y si bien el lenguaje tiene una marca muy coloquial también aparecen salidas e inflexiones más poéticas. ¿Cómo fuiste armando ese tono?
Tiene esa combinación. El tono coloquial aparece en todo lo que escribí; el otro, un poco menos. Como te decía, acaso la segunda parte de la novela tenga un tono un poco distinto de lo que escribí hasta ahora. Diría más que es algo que se me impuso o que fue apareciendo y tras lo cual me fui.

Dentro del teatro siempre se destaca tu rol como dramaturga. Por otro lado, Acá todavía ya es tu tercera novela. ¿Qué hace que una idea o una historia desemboque en una obra o en un libro?
Lo de adónde van a parar las ideas no lo tengo tan en claro. Me siento a escribir algo con ciertas ideas, y otras aparecen en el durante. Es raro que si estoy escribiendo una obra de teatro me surja algo que prefiera trasladar a otro lenguaje. Tengo ambos lenguajes escindidos en mi cabeza. Y sin embargo, en el teatro, por ejemplo, no escatimo nada en traer a la literatura en su estado más puro, como cita; pero ese texto literario apareció como necesario para ese contexto, y no quisiera hacerlo funcionar en la narrativa, por ejemplo. Tanto el teatro como la narrativa están hechos de palabras y de cadencias, y en ese punto son una y la misma cosa pero cada material tiene su propia entidad, y ahí quizá haya ideas recurrentes, pero cada obra pide y propone su propio universo de ideas.

Por último, acabás de estrenar Cimarrón en el Teatro Argentino de La Plata. ¿Qué nos podés contar de la obra? ¿Se va a poder ver en algún teatro de Capital?

Justamente Cimarrón es algo así como una obra sobre ciertas lecturas. Un día tuvimos un ensayo bueno y les dije a los actores que sentía que había funcionado porque me había devuelto la sensación de la primera lectura de esos textos en mi adolescencia. Es una obra muy de ideas también. Los personajes no son personajes del todo; son entidades, caracteres, que van encarnando discursos. Es fragmentada, no cuenta una historia sino muchas. La estrené en La Plata en la sala TACEC, que es el centro de experimentación del Teatro Argentino de la Plata. Este año lo curó Cynthia Edul y nos invitó a estrenar ahí con producción de ellos. Es un espacio en el que he visto cosas muy interesantes, y para mí era un lujo estrenar ahí. La sala misma es muy especial, es el bajo escenario de la sala principal, con mucha presencia de hormigón y hierro. Pensé el montaje para ese espacio. Ahora estamos buscando otro no convencional para hacerla en Buenos Aires el año que viene y es probable que también hagamos una temporada en una sala del Cervantes, que no es caja negra sino que tiene una arquitectura rococó. Que vendría a ser justo lo opuesto al TACEC pero me parece interesante por eso: haremos una versión de la puesta íntima y rococó.

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