Jimena Repetto lee Hélice, de Gonzalo Castro, y escribe una breve reseña para la Revista Siamesa:
«Hay momentos del verano en los que el sol pide lecturas livianas. Y hay tardes en las que buscamos que las palabras conformen texturas dignas de un buen sillón. Éste es el caso de Hélice, de Gonzalo Castro. Para quienes esperaban una buena nueva después de Hidrografía doméstica (Entropía, 2004), esta novela es una propuesta más que interesante.
Así empieza: estamos en un futuro -¿cercano?, imposible saberlo-. Pero este futuro, lejos de acercarnos a las clásicas referencias de la ciencia ficción, tiende a perderse en la poética de las palabras. Es decir, la voz del narrador en primera persona se desarrolla con una mirada tan peculiar -minimalista, reveberante- que a la representación del mundo se llega lentamente, como a través de ecos. Nuestro narrador vuelve a la historia con Julia, un amor que no termina de perderse y pareciera suspendido en su memoria. Tan ausente pareciera Julia, por momentos, como presente el amigo a quien se dirigen las palabras. Porque Hélice se articula como pequeños relatos hacia un compañero de aventuras que se ha ido, y cuya ausencia se vuelve cada vez más aguda. En cierta forma, Hélice es, en su poética y universo propio, una novela sobre los vínculos que llevamos adentro. O, mejor dicho, sobre la imposibilidad de comunicarnos con quienes habitan, como fantasmagorías, nuestro espacio interior.
Con nieblas orientales, frases de una hermosa sencillez y una mirada detallista, esta novela es una invitación para quienes buscan textos en donde la escritura narrativa se desenvuelve en la plenitud de la poesía. Castro hace de su narrador una hélice que torsiona el movimiento de un cielo calmo. Entre los círculos del aire se encuentran su mundo, su presente, su voz.»
viernes, abril 01, 2011
Minimalista, reverberante
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