lunes, abril 11, 2011

Una grieta en la prosa

Matías Capelli lee Precipitaciones aisladas, de Sebastián Martínez Daniell, y escribe para Los Inrockuptibles:

«Un lector desprevenido poco afecto a internarse por terrenos algo escarpados de la lengua puede resbalar a las pocas páginas de Precipitaciones aisladas. Y sería una pena, porque estaría perdiéndose una novela jugosa sobre un tipo que, tras una separación de su mujer que sólo el tiempo dirá si es transitoria o permanente, decide viajar unos días al pueblo costero en el que, según le contaron sus padres, fue engendrado, con la intención de cambiar de aire y acomodar un poco las ideas en su cabeza.

Esa podría ser, hablando mal y pronto, una breve sinopsis del argumento de esta segunda novela de Martínez Daniell. Sólo que Martínez Daniell no escribe mal ni pronto: cada palabra, cada frase parece sopesada y calibrada de antemano. Lo mismo podría decirse del mundo narrativo que despliega. Porque a pesar de hacer el recuento de un amor como cualquier otro, de los altibajos de la vida conyugal (con lectura de diarios de domingo y elaboración de mermeladas caseras incluidos), a pesar de ser una novela construida a partir de actos reconocibles y cotidianos (¿cuántos niños urbanos debutaron en el cuidado de mascotas con tortugas malogradas?), el texto evita siempre las opciones trilladas del realismo ramplón. Todo transcurre en el archipiélago de Carasia; el pueblo costero al que viaja Napoleón Toole, protagonista y narrador, se llama Limmermonk; por momentos se filtra el léxico técnico de un grupo de meteorólogos, por momentos se alternan diálogos con el espectro de su tocayo Bonaparte, discusiones sobre guerras decimonónicas, digresiones de un enciclopedismo juguetón, entre otros dispositivos que van delimitando las formaciones calcáreas de sentido que dan al relato su singularidad. El mérito del narrador consiste en desplegar todos estos elementos en su punto justo; hasta “ahí nomás”, como aclara en la segunda línea, haciendo, desde el vamos, una grieta en la prosa a través de la cual la novela respira.»

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