sábado, agosto 30, 2008
viernes, agosto 29, 2008
viernes, agosto 22, 2008
Primeras páginas (I)
Semana (novela)
de Sebastián Martínez Daniell
Lo mejor será
Escuchen todos. Escuchen cómo trina... ¿quién es que trina entre los muebles? Sí, escuchen cómo trina... o cómo canta...; de un modo curioso. Yo conozco ese canto insistente, que también es el canto habitual... Y conozco esa voz. El canto de esa voz potente que viene desde lejos. Es un último ruego remoto. Un mensaje ultramarino saboteado por el oleaje. Lo que queda de un trino devorado por las criaturas del mar. El resto de una intención. Lo que queda del mejor grito. O quizás es el canto a media voz de alguien muy próximo. El susurro íntimo de un ser inaudible. Es una injuriosa demanda al oído que proviene desde dentro. Con persistencia. Desde dentro y en una lengua extraña. Ya está. Cesó, desapareció. Lo mejor será que siga durmiendo.
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jueves, agosto 21, 2008
Requena en 100 palabras
[vía Llegás a Buenos Aires]
Un grupo de tres amigos se reúne en un bar. Es 1929 y el centro de cada tertulia será Requena, un hombre enigmático, que al parecer posee una sabiduría particular. Una suerte de poeta anónimo que para cada conversación tendrá la frase de clausura. Así, entre fragmentos de la vida de cada uno de los personajes, orbitando alrededor de anécdotas con Requena, García Schnetzer construye una pequeña nouvelle muy divertida y difícil de encasillar en la que se recrea la Buenos Aires de los 30 a través de la ventana de un bar y de breves reflexiones que configuran una época.
viernes, agosto 15, 2008
jueves, agosto 14, 2008
Srta.Pola (alias Pola Oloixarac) hoy, encarnando a Lady Cavendish
Mejor que vayan, pues ella podría hackearlos a ustedes también.
martes, agosto 12, 2008
lunes, agosto 11, 2008
jueves, agosto 07, 2008
The Molina Experience
[por Carolina Berduque, vía 150 monos]
Los estantes vacíos: una lectura, una experiencia
Esta es la historia de una lectura y de una experiencia. De una vivencia de lectura. Entiéndase: no es una reseña. Sólo apuntes de unas cuantas horas vividas con un libro. Como reza el título, se trató en aquel enero de este año de Los estantes vacíos, de Ignacio Molina.
Quizás deba aclarar que conocí a Ignacio en la cresta de la ola de los blogs, hace unos cuantos años y que ya en aquella oportunidad leí unos cuantos de sus relatos. Quizás también deba añadir que me gustaron. Y mucho. Percibí, en aquel momento, agradables resabios de Carver, de Sallinger: historias –aparentemente – simples, bien contadas, con las dosis justas de información, sin derroche de recursos. Por eso cuando comencé a leer Los estantes vacíos sabía que iba a disfrutar del libro. Lo que no sabía era que lo iba a vivir.
El texto completo, acá.
lunes, agosto 04, 2008
Margen oriental
El lenguaje y la experiencia
por Roberto Apprato [Vía El País Cultural, de Montevideo]
Son una novela y un libro de poemas: "Opendoor" de Iosi Havilio (1974), y "El salmón" de Fabián Casas (1965). Puede pensarse que no tienen nada en común, salvo que los dos autores son porteños y las editoriales en que publican no son (todavía) muy conocidas en Uruguay.
Lo que hace Iosi Havilio en ésta, su primera novela, es contar la historia de una joven veterinaria que va a atender a un caballo a un establecimiento llamado Open Door en la provincia, cerca de una colonia psiquiátrica. Desde ahí, la historia pasa de lo urbano a lo rural: la desaparición de su novia, sus relaciones con Jaime (nombre del caballo y también del dueño de Open Door) y con una chica llamada Eloísa, la hacen moverse de un lugar al otro, y hacen también que el lector asista a esos movimientos desde la conciencia de la protagonista. Pero no hay monólogos interiores: es una narración precisa, que va dando cuentas, en primera persona, a veces a la manera de un diario, de acontecimientos y acciones tal como aparecen en el presente y, en consecuencia, tal como van soltando sus significados.
Esa manera de sostener la historia en cada uno de sus puntos deja correr el tiempo sobre las imágenes sin precipitarse. El estilo se “posa” en lo físico tanto como en lo abstracto, como si usara la descripción para detenerse en la densidad de cada hecho. De ese modo naturaliza lo extraño: el ambiente pueblerino, los hábitos de Eloísa y de Jaime, las visitas a la morgue en Buenos Aires para reconocer un cuerpo, la lectura de un libro sobre el pasado de la colonia psiquiátrica. Todo lo que compone el mundo del personaje aparece al mismo ritmo, como de anotaciones casuales que toman y dejan el centro de la historia alternativamente. Hay algo de Di Benedetto en su escritura, pero eso no la priva de originalidad.
En cuanto a "El salmón" de Fabián Casas, en su lectura se siente una impresión semejante: de placer ante lo bien escrito, de reconocimiento de un trabajo a la vez con el lenguaje y con la experiencia. Es el segundo libro de Casas, publicado por primera vez en 1996. En el prólogo de "Pulir huesos" (2007), una antología de poesía hispanoamericana de Eduardo Milán, se destaca en la poesía de Casas su “filiación coloquial”. Es un rasgo que puede advertirse aquí con claridad: los poemas breves que conforman el libro son ejemplos de una manera de escribir poesía que sitúa al lenguaje a la altura de la experiencia.
Lo coloquial en poesía puede entenderse como el empleo de un registro de habla dialogal, y también como una escritura que pauta las alternativas del pensamiento en un ámbito cotidiano. Fabián Casas zafa del facilismo del uso del lenguaje común sin más, que permite todo, tan habitual en la poesía rioplatense. En este libro, y en otros posteriores, los poemas se ocupan de lo cotidiano no, de lo eventual, lo inacabado de lo cotidiano, tal como está o tal como estuvo. Por ejemplo, en “Cancha rayada”: “Caminamos, con mi viejo, por la playa de/ estacionamiento./ Es un día de
calor sofocante/ y en el asfalto recalentado/ vemos la sombra de un pájaro negro/ que vuela en círculos,/ como satélite de nuestra desgracia./ Una multitud victoriosa, a nuestras espaldas/ ruge todavía en la cancha./ Acabamos de perder el campeonato./ La cabina del auto es un horno a leña;/ los asientos queman y el sol que pega/ en el vidrio, enceguece./ Pero no importa, como dos bonzos/ dispuestos a inmolarse,/ nos sentamos y enciendo el motor:/ Fabián Casas y su padre/ van en coche al muere”. (página 43)
Casas actúa en una dimensión posible de la poesía que consiste en recuperar un lugar para la experiencia: mantener el nivel en un gesto semejante le da un valor inusual al libro.