jueves, diciembre 27, 2007

Quintín en Buenos Aires

La penúltima antología

Sobre Buenos Aires/ Escala 1:1

por Quintín

No termino de reseñar una antología de jóvenes escritores argentinos, que ya hay otras en las librerías. De hecho, esta apareció hace varios meses y ahora ya hay un segundo tomo de la colección que se inició con En celo. Algún escritor terminará publicando una antología de sus cuentos aparecidos en otras antologías. O, siguiendo la sucesión lógica de los acontecimientos, otro escritor publicará un libro de cuentos con el título: “¡Joya. Nunca antologado!”.
Lo primero que hay que decir de la edición de Entropía es que es linda, de un formato chico y elegante, con una tapa atractiva. Después del carnaval de La joven guardia y de la grosería de En celo, es reconfortante que la antología sea sobria, tenga aspecto de buen libro y no de alguna otra cosa con connotaciones juvenilistas. Lo segundo que hay que decir es que el prólogo de Juan Terranova es bueno y no sólo por lo breve. Con cierta distancia y cierto humor, nos advierte que esta gente ha llegado con el serio propósito de quedarse. Y, por último, como para marcar un contraste con los viejos (y jóvenes) carcamanes de la literatura, nos recuerda que la mayoría de los antologados tiene un blog (aunque con adecuada prudencia agrega que no sabe muy bien qué puede significar eso).
[Sigue en la Lectora.]

miércoles, diciembre 26, 2007

miércoles, diciembre 19, 2007

Ojos nuevos para la literatura

[sobre Buenos Aires/ Escala 1:1, por Nicolás Raúl Correa, vía No Retornable]

Primero: Una antología que da cuenta de la mayor parte de los barrios de Buenos Aires es, efectivamente, un mapa que construye un recorrido y una multiplicidad de experiencias. Eso es la presente obra. Un compilado homogéneo que realiza el trabajo unánime de revitalizar la literatura. Y desde allí hacemos pie sobre la nueva escritura emergente que viene levantando polvo. Pero no es sólo eso. Es más.

Si avanzamos, parcialmente, desde la construcción de los personajes que plantea La calle de los maniquíes de Federico Levín, veremos que, casi como un calco, las experiencias se repetirán hasta el final de la antología, aunque con las sorpresas necesarias que puede darnos Oliverio Coelho en “Diario de Boedo”, o “Animetal” de Leonardo Oyola y hacia el final “Walter y el perro dos narices” de Juan Incardona. El resto de las obras cumplen y trazan la misma línea: Personajes que describen puntos y referencias a lugares ejemplares de Buenos Aires como Palermo, o Parque Patricios o Retiro, que en sí mismos son bastante meritorios por su tradición, para elevar al creador. Por eso he dicho que revitaliza la literatura, ese es el trabajo de estos jóvenes escritores, darle un nuevo sentido a lo cotidiano y a su vez, fuerza a nuevas generaciones. Lavarle la cara al entramado de historias que golpean lo cotidiano y habitual, despejar el campo para volver a barajar las posiciones de la realidad de los escritores.

Segundo: “First the First” diría Animetal. Lógicamente, es inevitable pensar que una antología supone riesgos inevitables. Riesgos económicos, seguramente. Riesgos de que muchos lectores huyan despavoridos, aunque no es el caso por dos motivos: El primero simplemente, por que no todos los escritores que participan de la obra son desconocidos y segundo, porque la lectura de uno de los cuentos, supone la necesidad de la lectura del próximo (y esto se observa en la calidad de los trabajos) por naturalidad, por sorpresa, por sentido ilativo, por mera curiosidad. Considerando el riesgo que supone realizar una antología, destacamos que esta viene a reivindicar el pensamiento que supone dicha recopilación y es en la unidad temática que propone, donde gana crédito. No se pierden los nombres porque sin ir más lejos, la temática misma, los ata a un recuerdo, a un barrio. Buenos Aires/ Escala 1:1, gana en todo el sentido de la palabra, porque aprovecha el total de sus páginas para resemantizar el recorrido de las maquinas, de los colectivos, ese recorrido que todos hacemos a diario o hicimos: Los barrios. No hay perdida.

Entrando en la cueva donde moran los textos que pronto añadiremos a nuestro inconsciente, cuando al pasar por Jean Jaures y Corrientes o por el Bajo Flores recordemos ese nombre que va a titilar y nos traiga a cuento una historia joven, de un joven escritor. Entrando en esa cueva, donde Leonardo Oyola nos recibe con “Animetal”, nos recibe y no deja que confundamos un Japonés con un koreano, porque es bien Koreano, allí el sentido de pertenencia es tan grande como la antología misma. El saber y la experiencia de los personajes llevan de la mano entre la realidad del barrio, entre las verdades que encierran los paraguayos y las otras vicisitudes de una noche cualquiera. Pero la pertenencia es insalvable. “Híbrida” dirán, porque el personaje es un Koreano, “No” podemos responder, porque lo que se renueva y resuelve es toda una imagen y una geografía.

Y una geografía es la que dará Oliverio Coelho en las andanzas por Boedo y la construcción que realizará en cada bar donde deposite su presencia. Porque en cada lugar donde se detiene esparce las entrañas de su ser y allí queda el creador. Es el autor que merodea las calles y con cierta nostalgia revive, a modo de diario personal, las hazañas de un andar lleno de vida. Es la nueva ciudad la que se descubre, la mítica que va a dar cuenta de sus rarezas y novedades.

Entonces, como una ráfaga, “La traición de Calubio” de Maximiliano Tomas, recordará las traiciones más añejas, más esperanzadoras, más redentoras. Es la traición de un hombre y de un problema que parece no tener solución pero encuentra su salida, indefectiblemente, en el áspero cruce con la memoria. Es la fuerza de lo impensable ante la humanidad de la inocencia, del joven que confía y muchas veces no premedita.

Tercero: Eso es nuestra antología Buenos Aires/ Escala 1:1. Los barrios por sus escritores, un acerbo de jóvenes promesas (y presentes realidades) que avanzan sobre un campo ya construido, ya prestablecido y quizá algo añejo, que pide a gritos se devuelva su inocente mirada. La lectura de la obra nos presta sus ojos nuevos y nos recuerda las sensaciones que se pueden tener, las nuevas miradas de nuestra geografía y de nuestra literatura.

Entonces, cuando lleguemos al final de las líneas, cada personaje tiene una historia real que quedará inmortalizada en los anales de un barrio, de unos nombres que se mezclarán para dar cuenta de una época y de que algo naciente se venía dando, algo que hoy, es presente. El escritor que es personaje y que es un barrio.

Cuarto: Una antología. Un barrio único. Ojos nuevos para la literatura.

martes, diciembre 18, 2007

Social & familiar

Hoy martes, a las 19:30 hs, en Appetite, Diasdorados (de Valentina Liernur): performance/suceso con Ariel Farace, Esteban Bigliardi, María Villar, Julián Tello, Julián Larquier y Romina Paula, entre otros.
Chacabuco 551, San Telmo.

Que no falte nadie.
Salvo, bueno, Sebastián Martínez Daniell, que para evitar el amontonamiento de gente y poder excusarse elegantemente tuvo la precaución de tener un hijo esta misma mañana.

viernes, diciembre 14, 2007

miércoles, diciembre 12, 2007

Get in the ring

Esta tarde, a las 19:00, en el Malba (auditorio "Kite Surf"), la señorita Sonia Budassi dialogará amenamente con Rodolfo Fogwill. Es gratis.

lunes, diciembre 10, 2007

Indio Rico x 2

El vino del indio rico [vía revista Enie]
Cinco botellas de Vasco Viejo y vasitos de café de plástico esperan desde temprano a que termine el acto y empiece el brindis, y que se brinde por el ganador del premio de nouvelle Indio Rico, entregado por Estación Pringles, "una sociedad flexible y móvil destinada a revelar situaciones culturales mínimas", presidida por Arturo Carrera.
El premio consiste en un afiche, que es en realidad un símbolo porque lo que ofrece Indio Rico es la atención de tres escritores -en este caso, César Aira, Daniel Link, Alan Pauls-, en un libro y su publicación a través de la editorial Entropía.
El texto elegido se llama Berazachussetts y en su gran noche su autor, Leandro Avalos Blacha, se sienta tembloroso frente a su público para leer, de unas hojas sueltas, partes de su obra. Nervios de ganador, los papeles se le desordenan y una sutil sonrisa surge de la mesa, donde está acomodado el jurado. Después, abrazos de familia y vino en vasitos.

EL DISCÍPULO [vía Paparazzi]
En el Centro Cultural Ricardo Rojas se entregó el premio literario Indio Rico al joven escritor Leandro Ávalos Blacha por su novela Berazachussetts, que será publicada por la editorial Entropía. Impulsado por el proyecto cultural Estación Pringles, el certamen contó con un jurado exquisito: César Aira, Alan Pauls y Daniel Link, quienes eligieron a la novela premiada por unanimidad. Cuando recibió el premio, Ávalos Blacha agradeció a su maestro literario, Alberto Laiseca, que observaba el acto mezclado entre el público. Entusiasmado, el escritor galardonado leyó varios capítulos de su libro -mientras Laiseca sonreía y jugaba con sus bigotes- hasta que los aplausos lo interrumpieron para dar paso al vino de honor. Se anunció que el jurado de la próxima edición estará integrado por Ricardo Piglia, María Moreno y Edgardo Cozarinsky.

jueves, diciembre 06, 2007

I used to love her...

Este sábado, 20 hs., penúltima función de Cien pedacitos de mi arenero, de Laura Fernández (en breve por Entropía).

En Apacheta, Pasco 623.

Vayan y desborden las instalaciones.

miércoles, diciembre 05, 2007

El que tuvo sed

["Besos", texto leído por Iosi Havilio en el ciclo Confesionario]

A los trece años me agarró la costumbre de darle besos a una botella de Criadores antes de ir a la cama. Besos al pico enroscado, besos de lengua, profundos, y ahora que lo pienso, más cerca del sexo oral que de los besos de boca. En la oscuridad de mi cuarto, con los ruidos de la avenida corriendo cuatro pisos abajo, se había convertido en un rito íntimo, casi una cábala. Incluso a veces, que ya me había acostado, la garganta me ponía en alerta negándome el sueño porque no había corrido ese trago de whisky caliente que la dejaba ardiendo por un rato. Entonces me levantaba, daba los tres pasos que me separaban del baúl verde, corría las frazadas, descartaba la enorme caja del tren eléctrico brasilero, y a ciegas, reptando con la mano por la pared del baúl, atrapaba por el cuello la botella de criadores que me esperaba siempre fiel. Le daba unos chupones, de pie, y quedaba entonado para esas primeras pajas torpes.

En casa no se tomaba alcohol, mamá tomaba otras cosas, más contundentes, por eso, cuando alguien venía a comer o algo, se traía una botella, casi siempre de vino blanco. La que no se despegaba nunca de su vaso de whisky era María Ester, una pintora amiga de mamá que se traía su propia botella y al irse la dejaba en la vitrina de un aparador del comedor, para la próxima. No sé mucho cómo, pero de tanto pasar, de tanto ver ese envase retacón con su líquido dorado, cada vez que entraba o salía de mi cuarto, un día me la apropié. Eso fue lo primero que hice, apropiármela, y esconderla en la baúl verde, que ya funcionaba como mi cofre vicioso, porque ahí también guardaba, en un pequeño bolso azul acolchado, de club, mi modestísima colección de revistas quasi porno, revistas con mucho relato y pocas fotos, revistas de bolsillo que por eso mismo, por su tamaño, por su sobriedad, me había animado a comprar.

(Sigue en nuestro patio trasero)

martes, diciembre 04, 2007

Mañana

Repártanse equitativamente entre estas dos presentaciones:




lunes, diciembre 03, 2007

Estudio del amor

[por Celia Dosio, para Perfil]

El amor. Entropía acaba de publicar la trilogía de Lola Arias que incluye fotos, fichas técnicas de cada estreno y un bonus track donde se recuerda la génesis de esos textos. Las obras tienen un personaje en común pero la unidad también se logra por un sutil entramado de citas y referencias. Dice Lola: “esta trilogía podía pensarse como un estudio del amor en tres partes: el inicio del amor (Sueño con revólver), el final del amor (Striptease) y el duelo (El amor es un francotirador). Y como telón de fondo, una ciudad oscura, amenazante, post-todo: Buenos Aires del futuro, idea recurrente, sugerida, apenas vislumbrada pero también muy eficaz".

Lo real. La experiencia de lectura hace que estos textos se escapen de la realidad escénica y se acerquen a la poesía. Lo más interesante de lo que sucedía en escena adquiere en el papel la forma de acotaciones tan irrepresentables como literarias. Por ejemplo, al describir los movimientos de un bebé como los de un “robot melancólico” o decir que “su corazón es la banda sonora del mundo”.

En toda la trilogía está esa exploración con los límites de la representación. Ya sea por la presencia del bebé (¿puede actuar un bebé si todavía no está en el lenguaje?). O en Sueño… que transcurre en una penumbra casi total, intuyéndose los cuerpos semidesnudos apenas por sus movimientos. O en El amor… cuando se cuenta la historia de cada uno de los tatuajes que el actor (no el personaje) tiene en su cuerpo.

Al mismo tiempo, ciertos textos que resultan especialmente literarios en la puesta, se vuelven más explícitos y menos poéticos a los ojos del lector. Por ejemplo, cuando en Sueño… la voz masculina pregunta:

“¿Dónde vivís?

En el Norte.

¿En los barrios alambrados que tienen guardias con rifle?

No, en la periferia, donde están los trenes de los pobres.”

Esas tensiones con lo que excede la representación dan cuenta de una profundidad y sensibilidad poética tan singulares que hacen de la lectura de la trilogía una experiencia a disfrutar.