Carolina Esses hace para la revista Ñ un repaso por algunos de los libros sobre poesía publicados en los últimos tiempos. Menciona "ese ejercicio barroco y genial que es El tesoro de la lengua, de Ariel Schettini" y luego profundiza sobre Caligrafía tonal, de Ana Porrúa:
«¿Y la crítica académica, esa que circula en seminarios, congresos, aulas universitarias? ¿Cómo lee poesía? Caligrafía tonal (Entropía, 2011) de Ana Porrúa –docente en la Universidad Nacional de Mar del Plata, investigadora de CONICET y poeta– es un ejemplo de crítica rigurosa y exhaustiva. A partir de la idea de caligrafía oriental y tomando la idea de “scripción” de Roland Barthes, Porrúa propone “leer caligrafías, leer tonos, leer la forma”. Es decir: leer la modulación de un trazo, la inclinación de una pincelada, el impacto del movimiento en el poema. La imagen es ilustrativa, bella; se detiene en el texto –sus procedimientos–, pero también en la mano que presiona o levanta el lápiz de la hoja, “el neobarroco carga las tintas y superpone trazos”, dirá, “los llamados objetivistas argentinos deslindan los trazos, se oponen a la mezcla, trabajan con trazos limpios”. Porrúa no olvida al sujeto y esto no es menor tratándose de un texto académico. Relee a los formalistas rusos sobre todo al Tinianov de Avanguardia e tradizione y abre la discusión a cuestiones que van más allá de lo textual. No sólo lo histórico cultural sino también, por ejemplo, la puesta en voz de la poesía y su circulación con las nuevas tecnologías. A la hora de elegir lo textos transita el camino más canónico: neobarrocos y objetivistas. Entonces la función de sus ensayos, su impacto dentro del campo poético, no será poner la lupa en poéticas más laterales –como sí será el objetivo del libro de Walter Cassara– sino sistematizar y profundizar en poéticas centrales de los últimos años. La audacia del libro no radica en su elección de los textos sino, por un lado en su elección bibliográfica, en la manera que encuentra para articular teoría y poesía, y por el otro en el gesto de colocar como objeto de análisis académico la materialidad poética. »
La nota completa, acá.
martes, febrero 28, 2012
La materialidad poética
lunes, abril 12, 2010
Formas de la subjetividad
Ana Porrúa encabeza el relanzamiento de Bazar Americano y escribe sobre El tesoro de la lengua, de Ariel Schettini.
«Un tesoro, aquello que se encuentra (está oculto, escondido) y representa una riqueza, aquello que tal vez no tiene dueño y reúne cosas preciosas, pero también el lugar donde están estas riquezas. El libro de Schettini repite en el título el del diccionario de Covarrubias, pero mientras éste especificaba que se refería a la lengua castellana, Schettini corta antes, en la lengua. Lo que hay en el libro, entonces, se plantea desde el título como aquello que se atesora y el libro, como el lugar propicio para contenerlo. Lo atesorado es la lengua y la lengua es la poesía (aunque el autor discuta las catalogaciones genéricas).
El tesoro de la lengua es una antología de los poemas en español “más escuchados” en América Latina, aquellos que incluso se transmiten como anónimos, eludiendo la firma de autor. Son poemas que nos envían hacia nuestro pasado y más atrás; algunos oídos de boca de madres o abuelas, otros, seguramente, de boca de maestros, en el aula, en el acto escolar. Este es el caso de “Hombres necios” de Sor Juana Inés de la Cruz, el poema “XXI” de Bécquer (“-Qué es poesía? –dices, mientras clavas/ en mi pupila tu pupila azul…”), “Cantos de vida y esperanza” de Rubén Darío, “Mi secreto” de Amado Nervo o el poema “XX” de Veinte poemas de amor y una canción desesperada de Neruda (“Puedo escribir los versos más tristes esta noche”). Muchos de nosotros los hemos memorizado para recitarlos en el aula cuando esta práctica aún existía como modo de acercamiento necesario a la poesía. Pero también es común escuchar algunos de estos versos en situaciones ajenas a la literatura, en este sentido “se volvieron creaciones de la lengua misma”, salieron de su contexto –dirá Schettini– para “contar una historia verdadera”, que incumbe al lector.»
La reseña completa, acá.
viernes, marzo 26, 2010
El artista como crítico
Alejandro Droznes lee atentamente El tesoro de la lengua, de Ariel Schettini, y se despacha con un artículo publicado en El interpretador, que comienza así:
«La obra invisible, subterránea, interminablemente heroica de Ariel Schettini como profesor de literatura en la Universidad de Buenos Aires empieza a tener un correlato visible: a los poemarios Estados Unidos (La marca, 1994) y La guerra civil (Norma, 2000, cuya última frase, en la contratapa, es, sugestivamente, “el tesoro de una época”), se agrega ahora El tesoro de la lengua, un extenso ensayo que se dice a sí mismo de distintas maneras: “Se trata de una antología (es excesivo o redundante decir ‘una antología razonada’) de los poemas más escuchados de la lengua española en Latinoamérica” (p.11); “Este libro es el proyecto de encontrarse con el poema en un instante de su evolución” (p.12); “Éste es el análisis de un canon literario” (p.17); “Este libro es, entonces, una crítica a esa formalidad” (p.18). La «Introducción» que dice todas estas cosas podría entonces estar al final del libro, incluida en el selecto corpus. Aunque probablemente todavía no haya sido recitada ni siquiera una vez, error que el futuro sin duda corregirá, cumple los requisitos básicos para pertenecer: se dice a sí misma y parece estar escrita en nosotros desde siempre...»
Y termina así:
«Exhalando una gracia contraria a la estupidez y la tristeza por igual, entre la pedagogía más descarnada (“Este tipo de estrofa se llama ´serventesio´”, “En esa sentencia, ´¡Poesía... eres tú!´, hay varias cosas importantes”), la afición por la biología (“el viento, agente privilegiado de la polinización, o sea, del intercambio reproductivo de las flores”, “el rocío es un nutriente químico fundamental para la vida del pasto”), una llaneza contundente (“Se llama literatura a una multiplicidad de prácticas muy diversas. Por eso es un objeto de estudio”, “Estos poemas no representan más que a sí mismos, porque fueron escritos”) y la pregunta constante por el género, El tesoro de la lengua es una mezcla de cálculo y ensueño, de método e intangibilidad, que imagina de nuevo cuáles son las reglas del arte porque sabe que ningún poeta canta porque deba cantar.»
La reseña completa se puede leer aquí.
miércoles, febrero 03, 2010
El verdadero yo poético
Sandro Barrella lee El tesoro de la lengua y lo reseña para ADN:
Un recorrido por algunos de "los poemas más escuchados de la lengua española en Latinoamérica" es lo que propone El tesoro de la lengua, de Ariel Schettini. No se trata de una mera recopilación sino de una intervención crítica sobre los textos escogidos. El prólogo oficia a su vez de programa. Al decir un "tesoro de la lengua", se evoca tanto el célebre y primer diccionario de nuestro idioma, obra del clérigo Sebastián de Covarrubias, como ciertas antologías de carácter divulgativo que suelen emplear el término en virtud de lo que el propio compilador declara: "Una antología de los versos que se grabaron en la lengua y que fueron perdiendo su autor". Entretanto, el subtítulo, "una historia latinoamericana del yo", marca el punto de tensión que Schettini señala como lo propio y lo común entre el discurso poético y las palabras de la tribu, aquello que conjuga lo colectivo con su disolución en la forma particular, la instancia del ego.
Con la sola excepción de la rima XXI de Bécquer, los catorce textos seleccionados comprenden más de tres siglos de escritura poética en el continente. De sor Juana Inés de la Cruz y su redondilla a los "hombres necios" al Títere de la moneda de Arturo Carrera, Schettini sigue los avatares de la subjetividad latinoamericana. A cada poema le sigue un comentario en el que se combinan el afán pedagógico con el ensayo literario, la exploración sociohistórica del momento de aparición de los poemas y el universo cultural que los rodea.
Mientras que la inclusión de "La agricultura de la Zona Tórrida", de Andrés Bello, representa el hito fundacional de las naciones del Nuevo Mundo, el poema primero de Cantos de vida y esperanza señala el punto en que la lengua americana declara su independencia, y Rubén Darío pasa a encarnar lo moderno. Los nombres de Amado Nervo, César Vallejo, Pablo Neruda, Juana de Ibarbourou no presentan zonas de conflicto en el índice. El de José Lezama Lima tal vez abra una brecha. "A medida que el tiempo de creación del poema se acerca al presente, entonces, la antología se transforma de los poemas más escuchados a los poemas más escuchados por un yo", dice Schettini en el prólogo, y agrega: "Posiblemente yo mismo haya sido el único lector del último poema". El presente inestable crea un sujeto inseguro, balbuceante a la hora de decir "yo". El final abierto vuelve a plantear desde la contemporaneidad la pregunta sobre el género poético, que aparece también en los cuatro versos de Bécquer, y que el antólogo parece incluir como una afirmación de principios, como aquello que señala el centro siempre móvil, vacilante, de la utopía de la lengua.
viernes, diciembre 18, 2009
Sentidos nuevos
Malena Rey lee El tesoro de la lengua, de Ariel Schettini, y escribe lo siguiente en las páginas de Los inrockuptibles:
“Un poema existe cuando genera un efecto de verdad. Esa verdad que hay en un poema es el asunto de este libro.” Con esta afirmación Ariel Schettini abre el juego en su nuevo libro El tesoro de la lengua. Una historia latinoamericana del yo. Antología razonada de los poemas más escuchados en América Latina. El largo subtítulo habla al mismo tiempo de varias cuestiones: de la identidad y de la lengua, de la relación de la poesía con el yo, y también de la escucha como factor de organización de un canon. Schettini, docente de la Universidad de Buenos Aires y autor de los poemarios La guerra civil y Estados Unidos, elige como punto de partida de sus ensayos una serie de poemas en su mayoría muy escuchados y reiteradamente incluidos en antologías. Selecciona un corpus que atraviesa la historia del continente –de 1682 data el primer texto; el último se publicó en 2004– para preguntarse acerca de su perdurabilidad y por los efectos que producen los poemas que se conservan: si aún hoy volvemos a ellos y seguimos encontrando algo que nos defina y discuta el lugar que el yo tiene en la lengua latinoamericana, tal vez se deba a que se fueron grabando en la memoria y perdiendo a su autor para convertirse en creaciones mismas de esa lengua en la que fueron escritos. El título del libro remite a su vez, en clave paródica, al primer diccionario de la lengua española de Sebastián de Covarrubias, llamado justamente Tesoro de la lengua castellana, de 1611. El hecho de considerar hoy a los poemas seleccionados como “tesoros” parte de la intención de exponer toda su potencia y considerarlos como verdaderos estallidos. Schettini: “La palabra tesoro es rara para definir estos poemas porque por un lado suponen a la lengua como acumulación de riquezas, y los poemas son lo contrario de la acumulación, son estallidos en la lengua… Pero la cultura los ‘atesora’, les invierte el valor y los guarda… Aunque si lo pensamos, todo tesoro está hecho de elementos que no deberían guardarse sino gastarse…” Los poemas pertenecen entonces a la memoria de la lengua que los gasta cada vez que los reproduce, y en ellos se hacen visibles las capas y los sedimentos sobre las que esa lengua se construye, al tiempo que desafían con su propia fuerza el lugar institucionalizado que la cultura les otorgó. Revisarlos es también liberarlos de las ataduras de la historia, de la biografía, de los movimientos estéticos para “aceptar con humildad lo que ellos quieren decir”, explica Schettini en la Introducción. Ordenados cronológicamente, en esta “antología razonada” encontramos, entre otros, los versos de Sor Juana Inés de la Cruz, Gustavo Adolfo Bécquer, Rubén Darío, César Vallejo, Neruda, Lezama Lima, Octavio Paz, Pizarnik, Reinaldo Arenas, Diego Maquieira y Arturo Carrera, y esa figura autoral se borra al considerarlos en sí mismos pero retorna al analizarlos como producciones que contrastan con el tiempo. Los poemas son abordados uno por uno como objetos que generan otro mundo, únicos al observarlos desde el lugar del yo, y repensados por Schettini sin las imposiciones de sistemas retóricos ni forzando la interpretación. Y es que estos textos parecen pertenecer también a todos aquellos que alguna vez los escucharon, los recitaron, los memorizaron (“Puedo escribir los versos más tristes esta noche…”, por ejemplo, por nombrar un lugar común de la poesía amorosa latinoamericana analizado por Schettini), y en esa apropiación se juega una singularización del yo: los poemas pasan a ser productores y provocadores de subjetividad porque fundamentalmente son objetos vivos que se transforman y que persiguen la necesidad de referir una verdad del yo, más allá de su autor.
A medida que avanza la selección, una de las constantes parece ser el hecho de que los poemas versan sobre distintas definiciones posibles del género, aunque estén al mismo tiempo en un estado de deriva con respecto al lenguaje en el que fueron pensados. Schettini: “El género no es una forma fija. Es un debate social. Seguramente hay quienes piensan que algunos poemas que aparecen en la selección no son poesía, por demasiado avant garde, o quienes piensan que no son poesía por demasiado populares y gastados… Supongo que este libro quiere registrar ese debate: qué se piensa como poesía, quién lo dice, para qué, cómo son usados en cada período histórico, etc.” Las alternativas y respuestas posibles a estas preguntas hay que buscarlas en el interior de los textos, para los que Schettini propone distintas formas de lectura y de desglose, llegando incluso a separar la voz del poema resumiéndola en otras palabras, como si adaptando el contenido de algunas frases pudiera transportarnos hacia ese espacio en el que el poema se despoja y simplifica todos los sentidos que abre. Para otros expone lecturas transversales que demuestran cómo el cuerpo y el lenguaje se ponen en juego en una negociación o reafirmación de la violencia o cómo el arte se propone ser relato de la vida. Lo que queda en claro es que la forma en la que Schettini aborda cada poema se modifica en función de las necesidades de los textos, y no a la inversa.
Ahora bien, una intervención sobre el canon de la poesía latinoamericana no puede ser ingenua respecto de las marcas del presente. A medida que los poemas se acercan a la actualidad, Schettini entiende que responden menos a esa escucha de la lengua para implicarse más de cerca con un yo y con un círculo de personas que lo rodea. El presente se constituye entonces, tanto para el yo como para la poesía, como un momento inestable, inseguro y desconocido. De hecho, del último poema elegido, Schettini dice ser probablemente el único lector hasta el momento. El texto analizado pertenece a Arturo Carrera y es “Títere de la moneda”, incluido en Potlatch (Interzona, 2004), poema en el que se expone una escena teatralizada en la que un chico toca la puerta de la casa del poeta pidiendo una moneda y éste prefiere entregársela con un títere en la mano para luego autocelebrarse: “Por suerte no soy yo”. Para abordarlo, Schettini lo instala en una serie con la narrativa de Osvaldo Lamborghini y César Aira y se pregunta por las marcas de un tipo de literatura que enrareció los modos de narrar –en prosa y verso– hasta la ilegibilidad. A su entender, hacer o no legible la literatura tiene que ver con una negociación con el lenguaje respecto del espacio en el que esa literatura opera y funciona pero sobre todo con una reflexión sobre cómo se construye como crítica de la representación. En los dominios de la poesía, del tiempo y de la lengua, este libro propone volver a escuchar algunas voces para permitirles arrojar sentidos nuevos.
martes, diciembre 01, 2009
Dos potencias
Los queridos Daniel Link y Ariel Schettini mantendrán una conversación pública en Eterna Cadencia. 
¿Quién podría no asistir a semejante convite?
viernes, noviembre 27, 2009
Restauración de joyas antiguas
Consultada por Eterna Cadencia, Josefina Ludmer recomienda El tesoro de la lengua:
«Recomiendo especialmente un libro que salió hace poco: El tesoro de la lengua. Una historia latinoamericana del yo de Ariel Schettini (Entropía, 2009). La idea que lo articula es popular y genial: transcribir las poesías más escuchadas en América latina (desde la escuela, desde el siglo XIX) y dedicar a cada una un ensayo crítico. Esto implica imaginar un público tan amplio como los 400 millones de hispanohablantes que sigue oyendo, recitando y poniendo en su memoria esas palabras que son como un eco lejano de nuestras vidas y que nos han constituidos como sujetos. Esos versos son palabras de todos; están, como el tesoro, en el suelo y en la bóveda de la lengua, y en el yo como suelo de cada uno de nosotros. Como dice AS en el prólogo: estos versos se han salido del tiempo.
Cuando se entra en este libro –en esta antología sonora pero de una sonoridad interior- como se entra en el palacio encantado de los sueños de la infancia, se las escucha una vez más pero esta vez leídas por un lector experto que puede mezclar el recuento de versos o sílabas, la historia del poema, su inserción en una tradición, su tono, sus imágenes, sus sujetos. Su tarea es algo así como la restauración de joyas antiguas, les da nueva luz y las hace brillar de otro modo, como tesoro de perlas y oro. Porque busca algo así como un yo poético que nos habla y que dice algo que solo nosotros latinoamericanos podemos entender. Todo el espectro crítico, toda la historia de la crítica de poesía, es puesta al servicio de esa restauración.
El método, dice AS en el prólogo, exigía aprenderlos de memoria, hacerlos partes del cuerpo y llevarlos a pasear, y el libro tiene un resabio infantil y de juego, como la mejor poesía. Aquí tienen una antología, un manual, un brillante análisis crítico, una galería de yoes latinoamericanos y también, como su materia, un clásico de la lengua.»
viernes, noviembre 13, 2009
Leyendo poemas en todas las escuelas rurales
Mauro Libertella entrevista a Ariel Schettini para Ñ.
Quizás con mencionar el modo en el que está armado El tesoro de la lengua, quedaría todo dicho: quince poema que forman una antología de los “más escuchados en Latinoamérica”, acompañados por lecturas breves y luminosas, que son como epifanías críticas en miniatura. Así, Ariel Schettini pensó qué es lo que todos esos poemas, desde el momento en el que dicen “yo”, están diciendo sobre la vida y la lengua de los latinoamericanos. El resultado es una antología al mismo tiempo caprichosa y decisiva.
-¿Qué tipo de lector imaginás para este libro?
-Cuando lo escribí me imaginaba que después iba a ir leyendo los poemas por todas las escuelas rurales argentinas, con una especie de beca para recitar por todo el país. En ese sentido, lo pensé como un libro de lectura. El lector que me imagino es todos los lectores que se preguntan cómo esos poemas pervivieron a lo largo de la historia, y si es posible que esos poemas te cuenten una historia de Latinoamérica que es extraña, porque es la de los textos que quisieron salir, arrancarse de la historia. Así empezó el sueño del libro.
-¿Tuviste algún reparo o pudor a la hora de la elección de los poemas? Porque conviven Neruda, que está ganando últimamente cierto desprestigio, y Diego Maquieira, que es totalmente de culto.
-Primero, quiero aclarar que la selección no la hice yo. La hicieron las antologías de poesía de todos los tiempos. Después, no creo en las categorías “de culto” y “popular”. Son categorías de la industria cultural. No me interesan esas categorías, no quiero leer eso cuando leo literatura. Me interesa cuál es una práctica real del lenguaje. Me importaba si era un momento decisivo en la historia de la poesía y en la historia de la voz que habla.
-¿Se podría tomar esta idea de “los poemas más escuchados en Latinoamérica” y hacer algo similar con la narrativa?
-En narrativa es más difícil, porque la poesía tiene ese efecto que está entre lo oral y lo escrito. Quizás se podría hacer una lista de los best sellers en América latina en distintas épocas. Sería interesante para ver qué se pensó en determinado momento como literatura masiva. Pero no se si tendría el mismo efecto, porque esa narrativa está colmada en su momento de producción misma de efecto de mercado. Además, la poesía cuando habla tiene ese efecto de pensar el límite del lenguaje, que la narrativa no tiene. La poesía siempre es una pregunta acerca de si esto se puede decir o no.
-El libro se propone además como una historia latinoamericana del yo. ¿Cómo te parece que se va definiendo esa categoría del “yo”, de los primeros a los últimos poemas del libro?
-Traté de ser muy suave en definir el yo de un modo contundente, porque lo que más me interesaba no es el modo en el que se define el yo sino el modo en el que se cuestiona. Las preguntas que se le hacen, y el modo en el que el “yo” busca sus límites. Esa pregunta que es “¿cómo es un cuerpo que en algún momento se puede nombrar a sí mismo?” me guió durante todo el libro. Dónde empieza y dónde termina un cuerpo.
-¿Y cómo juega en esta selección y en las lecturas que haces de los poemas la biografía del autor? ¿Se pueden leer el “yo” de estos poemas desde lo biográfico?
-En todo caso la biografía fue provocada por un tipo de reflexión acerca del yo que está en los poemas. Si una biografía puede ser escrita, es porque el poema dijo en algún momento que esa vida puede ser escrita. Pero es una pregunta que primero se plantea en la poesía. Si yo puedo plantearme la pregunta de qué es lenguaje en mi cuerpo, entonces una de las respuestas que puedo tener es la biografía. Pero es en la poesía en el único lugar en donde es posible hacerse esa pregunta, porque es el único género que te permite decir “¿el yo es posible?”, cuando en otros géneros está dado.
-Cuando el lector llega a los últimos poemas del libro, se enfrenta a escrituras actuales, contemporáneas. ¿Cómo fue para vos trabajar esos poemas tan cercanos en el tiempo, que todavía no son populares ni están canonizados?
-Fue el problema más difícil, porque el presente es un territorio muy raro para un poema. Como el poema es una especie de acumulación geológica de la lengua, el presente siempre aparece visto bajo la forma de una imposibilidad. Y para mi elegir los poemas finales fue lo más complicado, porque cada vez me sentía más solo en esa historia del yo. Casi no hay dudas de que lo que Andrés Bello dijo es una voz completamente irrecusable, pero no sabemos quiénes son Diego Maquieira o Arturo Carrera en relación con la lengua. En ese sentido, debería haber puesto esos poemas bajo signo de interrogación.
-Antes de encender el grabador, me decías que sos devoto de los rankings y las listas. ¿Cuál de estos quince poemas te pegó más en lo personal, como poeta?
-Bueno, yo creo que el poema de Diego Maquieira fue muy importante. Me pasó lo mismo cuando leí a Perlongher, o cuando leí a Robert Lowell: una persona que te dice “esto, ahora, se puede decir”. Como si una persona rompiera una especie de represa de contención del lenguaje. En ese sentido, quedaron muchísimos poetas afueras. Pero todo tiene que tener un límite, sino me iba a volver completamente loco.
viernes, octubre 02, 2009
viernes, septiembre 25, 2009
Poemas para usar
[Por Silvia Hopenhayn, para La Nación, a propósito de El tesoro de la lengua, de Ariel Schettini]
No siempre lo que se dice se escucha, ni lo que se escribe es leído. Pero ¿qué pasa cuando los registros se cruzan, el lenguaje comulga con el cuerpo, y entonces lo que se escribe, se escucha? ¿Qué ocurre en ese momento casi neblinoso, cuando las palabras se trasladan en busca de alguien que las pronuncie, que se las ponga, vistiéndose de signo? Es casi un momento de coincidencia, o sea, de felicidad.
Ariel Schettini, domador de dogmas y finísimo testigo del susurro del lenguaje, revolvió los tesoros de la lengua hasta encontrar esos poemas más escuchados; los que forman parte de la vida cotidiana, poemas que se recitan en distintos ámbitos, ya sea escolares, callejeros o amorosos.
Su libro, recién publicado en Entropía, se titula, precisamente, El tesoro de la lengua - Una historia latinoamericana del yo, con el subtítulo: "Una antología razonada de los poemas más escuchados en América latina". ¿Qué significa esta propuesta? En realidad, es una invitación al viaje más rebelde, menos asible: el viaje de la literatura.
Schettini eligió quince poemas, y cada uno viene acompañado por una peripecia crítica, un abordaje exquisito y punzante del autor (a la manera de lo que en Francia se llama commentaire composé). Comienza con "Redondillas", de sor Juana Inés de la Cruz, y sigue con Andrés Bello, Rubén Darío, Amado Nervo, César Vallejo y Octavio Paz, entre otros.
El recorrido parece azaroso, pero es el azar de la memoria. De lo que aparece sin que se lo llame. Como señala el autor, son poemas que van hacia la memoria, poemas a los que la lengua necesita y usa. De allí que el método confeso en este libro es el de la captación y el aprendizaje. "El método exigía aprenderlos de memoria, es decir, hacerlos partes del cuerpo, aceptarlos como lo extraño que vive en nosotros".
Se trata pues de la "colisión entre poesía y sentido común". Hay algo de verdad en lo que estos poemas anuncian: quizá de allí provenga la persistencia para hacerse escuchar. Verdades que parecen provenir de una violenta expulsión.
Se procura "liberar al poema de su historia". Schettini abre las puertas de todas las celdas y sale a pasear con los poemas a cuestas. Los lleva al gimnasio, al bosque, de vacaciones; los ata a la pata de la silla para compartirlos con amigos en el bar de alguna esquina amigable. Y cada yo (del poema, del autor) se vuelve varios. Schettini lo anuncia: "el primer lugar indiscutible del yo es el diálogo, es decir, la incertidumbre". De allí que "el concierto barroco de Lezama Lima, en su poema "Llamado del deseoso", presente al yo deseoso de extralimitarse, de hacer de América latina una identidad en primera persona del plural. En cuanto al famoso verso "Puedo escribir los versos más tristes esta noche" (Neruda), el autor distingue el poder de serpenteo del alejandrino, esa pincelada de la voz que "permite el detalle y la demora en la minucia". La rima es a veces vista como "cárcel, placer o forma de dominio". También la rima es azar, o lo que el cálculo realiza como ocurrencia.
El libro termina con un "Hasta mañana" (final de "Títere de la moneda", de Arturo Carrera), quizá una forma del autor de despedirse para cambiarse de ropa y hacerse de un poema nuevo.
viernes, septiembre 18, 2009
lunes, agosto 03, 2009
martes, julio 28, 2009
Puig encontra sua língua perfeita
Ariel Schettini revisita los tomos de Querida familia, de Manuel Puig para Zero Hora, de Porto Alegre, y dice cosas extraordinarias como éstas:
- "Puig não é o escritor dândi, que envia suas cartas como exercício de estilo, imitando um gesto romântico do artista full time. Prefere antes ocupar o lugar do correspondente estrangeiro e do cronista moderno. Todo traço de estilo é submetido à narração de uma série de fatos e de notícias do mundo que atuam sobre a família, do mesmo modo que suas novelas atuam sobre a literatura argentina: abrem uma janela e permitem que entre um pouco de ar."
- "Puig não para de tomar distância frente a si mesmo, frente à nacionalidade e frente ao cinema. Procedimento incessante em sua obra, que observada desde essas cartas se poderia definir como “tomada radical de distância” ou de “escritura dos extremos”."
- "Nesse ato de etnografia experimental, Puig encontra sua língua perfeita e sua forma de incluir-se à força na literatura argentina. Nunca ocupando o mundo do semelhante e sempre associando opostos irreconciliáveis."
La nota completa, acá.
jueves, junio 25, 2009
miércoles, diciembre 03, 2008
Libro marcado III
“No leía jamás, pero sus subrayados eran perfectos”, O. Lamborghini.
Ariel Schettini seguirá las pistas de sus propios subrayados hasta esclarecer sus propios crímenes.
Graciela Goldchluk tras las pistas de Clara Evelia y las marcas en los originales de Manuel Puig en la gran The Buenos Aires Affair.
Idea y entrevistas: Cecilia Szperling
Miércoles 3 de diciembre. 20:30 hs.
En el patio de la biblioteca Ricardo Guiraldes.
Talcahuano 1261. Gratis




