El mundo alucinante
Sobre Hidrografía doméstica, de Gonzalo Castro
por Quintín
[...]
Esos seis libros quedaron sin leer y, desde entonces, conviví con su mirada acusadora desde la biblioteca, donde parecen un escuadrón de desheredados. Unos meses más tarde, Entropía publicó Opendoor de Iosi Havilio, una gran novela que leí y reseñé para LLP. Pero esa la compré individualmente, no formaba parte del conjunto indiscriminado inicial. De todos modos, como tenía esa reunión con Castro, me pareció una descortesía presentarme sin haber leído su libro (del 2004, demasiado tiempo para excusas) que formaba parte del sexteto postergado. Así fue como descubrí Hidrografía doméstica, la mejor novela de la nueva generación y un libro formidable. Mientras leía (una parte a la mañana en San Clemente, el final en el ómnibus), me iba dando cuenta de que había dado con un objeto literario inusual, cuyo tono está bastante bien representado por esta frase que pronuncia un personaje con un leve matiz de ironía:
Si yo pudiera asomarme siquiera a lo que es el sufrimiento, pero no, siempre estoy con esta alegría inclasificable.
Una alegría inclasificable. Y un humor en sordina que se desliza entre las palabras, con las palabras. Eso es lo que recorre Hidrografía doméstica, una novela contada por una nínfula de once años que tiene algo de Lolita, pero es más bien una criatura de Lewis Carroll que ha cobrado vida. Alguien entre Alicia y las nenas que el reverendo Dodgson fotografiaba desnudas con un discreto erotismo. La protagonista se llama Chloé —nombre tomado por sus padres de Boris Vian—, vive en un anexo de la casa familiar, tiene una amiga del alma llamada Daphne, va a la escuela, sale de vacaciones. Y se baña, se baña mucho y mira cómo se baña Daphne. A veces llora, a veces se enferma y siempre es una nena pero no es nunca infantil. Hay dos cosas que Chloé no es. No es Mafalda, aunque a veces piense cosas de adulto: de ningún modo es un vehículo para que su autor comente el mundo desde el sentido común. Hidrografía es lo contrario de una historieta, es una obra que pertenece a la alta literatura, ese universo que se identifica inmediatamente en un párrafo de Nabokov, a partir de ese lenguaje burbujeante, de esa convicción de estar tocando con la punta de los dedos la secreta y delicada trama de la conciencia, la maravilla de la humanidad civilizada. Hidrografía doméstica es un antídoto contra la rusticidad literaria imperante, contra la sordidez obligatoria de la mayor parte de la narrativa contemporánea, en especial la argentina.
[Completo aquí.]
miércoles, enero 02, 2008
Sorpresivo cambio de año y más reseñas by Q
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
9 comentarios:
Los amigos de Castro a los que hace referencia Quintín quieren dejar bien en claro que tienen escasa (o nula) vinculación con el "producto audiovisual" mencionado. Gracias.
Los fans, que ya somos legión, queremos leer la segunda novela de Castro.
Saludos
Ah, el de arriba era yo, Damián Ríos.
ademas de la segunda novela quiero las canciones de castro tambien
Créame que no las quiere, Rímini.
Y Ríos, gracias, es usted muy amable, pero no se sabe cuando será eso, está un poco chungo lo de terminarla de manera satisfactoria.
bien castor!
mis alimanias y yo
también a la espera
de su secongenita.
grazie, maese ilustrador.
otra otra!
dame la G..
Publicar un comentario