martes, agosto 17, 2010

Caracola Pop

Sabino Méndez lee Las teorías salvajes, de Pola Oloixarac, en su versión española, y escribe esto para Babelia.

Cuentan los mejores guitarristas de los sesenta que cuando Jimmy Hendrix se presentó sobre un escenario europeo, después de ver su técnica y la variedad de sus dotes, todos pensaron que iban a tener que espabilarse mucho porque el nivel de exigencia iba a subir desmesuradamente. Entre los escritores jóvenes que actualmente usan el español como herramienta de trabajo, es posible que algo parecido vaya a suceder cuando progresivamente vayan conociendo el libro de Pola Oloixarac Las teorías salvajes, recientemente editado en nuestro país (Alpha Decay). Libros como este son libros-prueba, libros que no admiten opciones tibias. Suponen un salto técnico en el panorama joven, y hablo de escritura joven dando por buena la definición de Montaigne. El libro podrá gustar o no, ser admirado o rechazado, comprendido o malinterpretado, pero en cualquier caso queda fuera de duda la capacidad de la autora a la hora de dominar los registros, su pericia para combinarlos, su facilidad para el contraste y, en general, una variedad de técnicas narrativas de excelente página. Da la sensación como si Pola hiciera los solos con las seis cuerdas y los demás escritores jóvenes los hicieran solo con una. Se lo pone muy difícil a los debutantes de estereotipo narrativo como el hipido feminista autocompasivo, el buenismo terribilista de barrio o el telegrafismo de angustias de juguete para usuario de Internet. Los escritores del tipo de Pola (cuyo apellido al revés suena como un italianizado Caracciolo) no pueden conformarse con tópicos monocordes porque son voraces; absorben todo. En sus páginas vemos aparecer desde el hoyuelo estilístico de la añeja Jane Austen hasta la malignidad de un Vila-Matas, la franqueza de un Hunter S. Thomson e incluso versiones pop de las innovaciones de W. G. Sebald sobre la página impresa. Enfoques similares podrán encontrar los más avisados en otros escritores jóvenes como Manuel Vilas. A veces pienso que la mayor brecha de comunicación entre los diferentes países que usamos el español se debe precisamente a causa de nuestro común idioma. A los españoles nos cuesta hacernos a la idea de que los argentinos llamen cola a la región glútea sin sentirse fatal al beber una pepsi. El enigma del verbo coger ya es broma vieja. ¿Por qué usan una palabra tan común y polisémica para el trato carnal? Los españoles, como andamos todo el día cogiendo cosas (incluso medios de locomoción), no es extraño que terminemos pergeñando libros que parecen embarazados por un trolebús. En el libro de Pola se coge mucho, y eso me alegra porque permite repetir esa palabra muchas veces en las críticas sin ser considerado chabacano. Como libro contagiado de pop intelectual (fabuloso oxímoron), Las teorías salvajes tiene una extraña música, a medio camino entre The Residents, Tav Falco y The Tigerlillys. La vocación literaria de Pola está fuera de toda duda porque, con la grupa y el tipazo que gasta, podría perfectamente ganarse la vida de una forma espléndida sin necesidad de dedicarse a la escritura. Pero lo definitivo, lo fundamental, es que su libro nace de toda la cultura de masas que ha acompañado la música popular en el último medio siglo. Y eso supone un paso adelante en la idea (tan cara a cualquiera que tenga visión de futuro) de que esas herramientas pueden estar al servicio del verdadero arte.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Amigo, se te ha olvidado donde dices "Se lo pone muy difícil a los debutantes de estereotipo narrativo como el hipido feminista autocompasivo, el buenismo terribilista de barrio o el telegrafismo de angustias de juguete para usuario de Internet."

Añadir "Y los coñazistas que solo escriben libros de interes para alguien si tratan siempre el mismo tema y lo sazonan con los años mozos del escritor y sus excesos"

Anónimo dijo...

Pues si es un coñazo,¿para qué lo lees, boba?