miércoles, marzo 16, 2011

El deseo y la furia

Martín Kasañetz lee Placebo, de José María Brindisi, y escribe su reseña para Radar Libros:

«En El sonido y la furia, William Faulkner detallaba por medio de la técnica narrativa del “monólogo interior” la personalidad más íntima de tres hermanos, emulando los mecanismos del pensamiento, buscando evitar las explicaciones odiosas y logrando así un resultado superior. En Placebo, Brindisi utiliza este mismo método con gran destreza, sumergiendo al lector en la mente de un personaje que, de manera obsesiva, va construyendo el laberinto asfixiante que le provoca la idea de su propia muerte. Placebo es una nouvelle que se agrega a los libros anteriores de José María Brindisi: los cuentos Permanece oro (1996) y las novelas Berlín (2001) y Frenesí (2006).

Becerra, personaje principal de esta novela, es un hombre de 52 años que está casado con una mujer que detesta. El solo hecho de observarla desnuda le provoca rechazo ya que en ella –sin importar que aún es una mujer atractiva– observa el irremediable deterioro físico del paso del tiempo. Es por eso que sus planificadas vacaciones en el Delta con su esposa, las alterna con regresos a la Capital para encontrarse con su amante, Estela. Esta mujer, que resulta ser el único resto de deseo que permanece en su vida, parece necesitarlo menos de lo que él desearía, generando en él una especie de ansiedad incierta ante cada encuentro. Para completar su complejo universo, también se encuentra Horacio: un amigo de la infancia que está agonizando en un hospital, aquejado de una enfermedad irreversible. Las visitas que Becerra realiza a su amigo lo llevan a recordar su remota adolescencia juntos, cuando eran jóvenes y la vida les parecía más dulce y esperanzadora. La presencia de la muerte, que parece una constante en la vida del personaje, también se ve exteriorizada por su madre que, internada en un geriátrico, le recuerda a cada visita la finitud inevitable.

No es casual que la novela comience con una escena de deseo sexual extremadamente explícita ya que Becerra, a lo largo del texto, parece experimentar una pérdida del deseo por lo vital, únicamente aliviado por escenas de sexo que recuerda o imagina y que actúan como placebos. Esta crisis en la que vive lo lleva a situaciones insólitas como proyectar sus limitaciones en un vecino misterioso que, separados por un arroyo, comparte sus vacaciones en el Tigre. Aquel hombre empieza a forjarse como una amenaza en la confusa mente de Becerra. Todo lo que él no es y quizá desearía ser se encuentra encarnado desafiándolo a metros de su casa de descanso: el otro es feliz, es atlético y parece tener una vida sin problemas.

Esta novela corta está construida de una manera destacable ya que al no existir en todo el texto ni un solo punto aparte, el lector puede sentir el exacerbado agobio del personaje principal; ser parte de su difuso mundo de subjetividades. Esta forma del relato puede considerarse arriesgada ya que atenta con causar agotamiento en la lectura, sin embargo Brindisi lo resuelve revirtiendo el efecto y llegando a alcanzar un alto grado de intimidad con el personaje desde las primeras páginas.

Relatada desde una lograda voz narrativa de tono claustrofóbico, Placebo describe la historia de una implosión a través del recorrido lento de una mecha que, a medida que las páginas avanzan, parece reforzar la idea de un camino sin salida.»

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