miércoles, enero 10, 2007

Cine para leer

Maese Juan:

En tus manos, una primera reseña de las cartas de Manuel Puig, que saldrá publicada, si la resaca decembrina no afecta el orden de las cosas, el fin de semana del 31 de diciembre en El Espectador de Colombia. En todo caso, cuando salga publicada, reenvío el texto para que lo veas tal y como salió,

Hugo

P. D. Y cuando veas "Cine para leer", no te extrañes, así se llama la columna que tengo en el diario.

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La pasión según Puig [por Hugo Chaparro Valderrama]

El escritor argentino Manuel Puig hizo del cine su biblioteca. La pantalla fue para él semejante a lo que sería para Borges la Enciclopedia Británica. Allí descubrió sus mitos, sus aventuras y las historias que lo convirtieron en un autor al margen de cualquier tendencia, estética o política, en la década de los años 60.
Cuando su amigo Mario Fenelli leyó las primeras páginas de La traición de Rita Hayworth, descubrió la sublimación de lo cursi —algo que indigestó a Mario Vargas Llosa como jurado del Premio Seix Barral en 1966, argumentando que no se trataba de una novela “literaria” (¿?)—. El melodrama hecho cine formó entonces a Puig. No en vano idolatraba Imitation of life (Sirk, 1959), donde se magnifica la tristeza de manera delirante. Una pasión compartida con el gusto por las historias de amor sufridas hasta la muerte por Greta Garbo —¿la recuerdan lanzándose al tren, como última solución al despecho, en Ana Karenina?
Entre Europa y Estados Unidos, la biografía de Puig permanece en su literatura; en los guiones que escribió con la ilusión de que fueran producidos en Inglaterra o Italia; en la correspondencia que mantuvo con su familia durante un lapso que abarca desde 1956, cuando viaja a Roma para estudiar en el Centro Sperimentale di Cinematografia, hasta 1983, cuando se traslada a Río de Janeiro.
Manuel Puig. Querida familia, en dos tomos divididos por sus Cartas europeas (1956-1962) y sus Cartas americanas - New York - Río (1963-1983), gracias al esmero de Graciela Goldchluk, quien hizo la compilación, el prólogo y las notas de las cartas, y a la editorial Entropía, que publicó el primer tomo en abril de 2005 y el segundo en septiembre de 2006, descubre al escritor adentrándose en el laberinto de un camino todavía incierto, por el que avanza con una confianza creciente cuando se multiplican los lectores y se agiganta ese monstruo, la fama.
Tras la aventura del viaje —que Puig disfruta cuando recorre el mapa de un lado a otro— está la celebración del cine como punto de equilibrio ante la incertidumbre; el trabajo como traductor de películas italianas al español; la exploración minuciosa que le permite comprarles a sus padres y a su hermano las prendas que detalla en sus cartas; la nostalgia por Buenos Aires —al mismo tiempo que el rencor por una ciudad en la que no confía del todo cuando el mundo le ha enseñado otros panoramas—; las peticiones de su madre para que regrese —a las que responde Puig: “Mamá: yo no comprendo por qué ponés la vuelta a la Argentina como si fuera para mí el comienzo de todas las bendiciones”.
En otras palabras, la ansiedad por encontrarse en una geografía propicia a sus intereses, sin tener que preocuparse por el circo de las vanidades como expresión de nacionalismo asfixiante. El cine es suficiente. Sus imágenes le muestran a Puig que la mejor realidad está en la ficción. No importa de dónde provengan, las fronteras no existen. Sin embargo, con La traición… escribe una novela en la que evoca de forma visceral a los fantasmas de su infancia, extraviados en General Villegas, el pueblo donde nació.
Él mismo no esperaba dar el salto del cine a la literatura. Pero surgió la novela como una necesidad ineludible. Entre los reclamos de su madre por la presencia del hijo al que adora, la cinefilia sin pausa y los viajes, se lee la evolución de un autor que necesitó, como tantos, ausentarse de lo habitual para contrastarse a sí mismo con lo diferente y encontrar así su lugar. Las cartas nos hablan sobre ese proceso y sus hallazgos. El resultado, en sus novelas, en sus argumentos para cine y en sus obras de teatro, enseña cómo la ausencia se convirtió en presencia cuando regresamos a la pasión según Puig.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Cero comments?

Anónimo dijo...

Y qué pretende... con esta la calor.

Anónimo dijo...

Sí, pero algo, no sé... un insulto de la librera camorrera, al menos. Cualquier cosa. Spam...

Anónimo dijo...

Deje a la librera en paz, una vez que no viene, que se fue a depilar el bigote, no la traiga a colación.