[por Eugenia Zicavo, vía diario Perfil]
Como los jóvenes de aquella foto de principios del 30 en la que Julio Cortázar aparece al frente de un grupo del Mariano Acosta: así son los personajes de Requena. Muchachos atildados de peinados prolijos que ya en su primera juventud no parecían jóvenes (tan a contramano de las nuevas generaciones, juvenilizadas al límite). Ni ensayo, ni cuentos, ni novela, Requena es una suma de fragmentos que la editorial Entropía -que con paciencia y buen juicio viene ampliando un catálogo de lujo- optó por publicar como “apostillas”; menos de cien páginas en las que Alejandro García Schnetzer, argentino radicado en Barcelona, presenta a su protagonista, un erudito “santón de barrio” de principios del siglo XX que vaga por Buenos Aires junto a un grupo de jóvenes aspirantes a escritores que lo adoptan como maestro.
En su ópera prima, García Schnetzer va conformando el perfil de Requena a partir de anécdotas cotidianas, desde que los jóvenes lo encuentran leyendo una versión del Martín Fierro en sánscrito hasta que lo visitan en su lecho de enfermo y le preguntan “¿qué le duele?”, a lo que Requena responde: “El teatro de Alberdo. Las rimas de Gracián. Mi noche triste, de principio a fin”. Plagada de citas de autores del siglo XIX y principios del XX, Requena es un libro anacrónico que no parece haber sido escrito por un autor que apenas pasa la treintena, inspirado en las lecturas de Juan de Mairena de Antonio Machado, el responso de Borges sobre Macedonio, Fray Mocho o Silva Valdés.
A pesar de que muchos giros del lenguaje pertenecen a otros tiempos, cada fragmento de Requena bien podría funcionar como entrada de un blog extemporáneo, con ese estilo coloquial y segmentado de aquello que se escribe para compartir entre amigos, de lo que se pone en palabras para dejar registro, para salvar del olvido.
lunes, julio 07, 2008
Requena's profile
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2 comentarios:
Alberdo. ¿Usted dice Joan Bautisto Alberdo? ¿El mismo que puso música a una letra de Belgrano? "Canción" se llamaba, fue el hit de la comparsa de Momo en el carnaval de 1835.
El gato estaba en el sillón, durmiendo, con la cabeza para abajo como siempre, en esa posición que me hace pensar que sabe lo que es una anteflexión y que apoya su cabeza contra el suelo para estirar su columna.
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