Por José Luis Prado [para Designio de las notas]
Requena, novela, apostilla o algo más o menos cercano a estas clasificaciones, toma como estructura la fractalidad, lo segmentado y, siguiendo a Calabrese: “un caso de monstruosidad geométrica es la exigencia de dimensiones no enteras, correspondientes a fracciones” pero, actualmente hay una valoración estética y, el texto de Alejandro García Schnetzer, lo demuestra. Requena cumple con su carácter gradual; es decir, tiene “una estructura irregular que se repite más o menos en sus partes y en cualquier grado que se observe”.
Requena es una figura que recuerda al filósofo y escritor Macedonio Fernández. En el texto hay marcas “Sobre la realidad y el tiempo. Nuestro maestro jamás llegó a negarlos del todo. Decía tener sospechas y algunas pruebas de que existían. Dudaba y desconfiaba igual de ambos. Decía no haber sentido nunca como propios los supuestos de Berkeley y, esto por la razón de que nunca los había leído. Nos pedía, asimismo, que evitáramos explicárselos.” La mayoría de las veces Schnetzer eleva sus sentencias para delegarlas al absurdo. El libro trata sobre poesía, filosofía. La noche está invitada pero todas están encaminadas a la escritura o a la imposibilidad de ésta porque, al final, lo que tenemos es un escritor que jamás publica un solo libro pero, eso qué importa si su vida ha sido completamente literaria.
La novela está llena de anécdotas, de reflexiones filosóficas y literarias las que servirán para ayudar a comprender un mundo, cercano a la literatura, en las tertulias del café Albéniz. A través del aforismo, el autor arroja alfileres que detienen la lectura, una breve interrupción del tiempo para pensar lo que quiere decir “Puede haber días en los que no existimos y otros que sí, ¿no se acuerdan?” Requena, insisto, es un poeta y cree en la poesía como un hecho común, más de lo que se ha dado en suponer, se suscribe a un semanario, llega el vendedor tocando a su puerta y le dice “Castillo, encantado, de Ensenada.”, Requena se reafirma en esa frase. El texto, como dije, gira en torno a la escritura, “Imagino que escribió mucho, dice Madariaga. Qué esperanza. Apenas se pone uno a escribir, las ideas huyen espantadas… Yo creo que mentía y lo hacía para no leernos lo que escribía, para que después no lo imitáramos… para que en todo caso aspiráramos a imitarnos a nosotros mismos.” “Supimos por nuestro maestro que un verdadero poeta debía aprender a decirse, a callarse, a renunciar a toda vanidosa aspiración de comprender el mundo…”
Parece que esta idea de aprender a callarse, de la desaparición a través del silencio, está siendo transgredida por el autor quien juega con una técnica narrativa más cercana al entresijo, construyendo a partir de diferentes voces narrativas a la figura de Requena, “cuando entró descubriéndose, un libro en la mano, el traje oscuro. Había dejado la bicicleta contra el árbol…Nos enteramos de que se llamaba Requena.” Hay en éste, un anonimato o una pretendida desaparición del personaje “Nunca supimos su verdadero nombre. Yo tenía para mí que se llamaba Salvador; Gorostiaga, Expósito; Maldonado, Héctor o Valentín. Creo que fue Lanuza el primero en referirse a Requena como el maestro.” Lo que busca Alejandro García Schnetzer en Requena, es dar la espalda a la escritura, a la consagración literaria, al escritor, eso que algunas veces, termina por desquiciar a cualquiera “la recuperación, el rescate de la figura, la exposición homenaje en la Biblioteca Nacional”, y es en este sentido, en el que el joven escritor argentino justifica la presencia difuminada de Requena, personaje excéntrico de la primera mitad del siglo XX que piensa y se conduce en un saber del
mundo intentando trascender la duda. Al parecer, el intento ha fallado y no era para menos: el poeta se ha quedado detenido, como en un accidente, en la imposibilidad, en la duda que lo acecha.
viernes, noviembre 21, 2008
Requena, el silencio del escritor
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