["Huida y lectura rápida", publicado en La lectora provisoria]
Tratando de huir a los microefectos negativos que me provoca el contacto con mi familia política, de la cual una parte esta noche viene de visita a mi hogar dulce hogar, salgo a la calle, me encamino hacia una librería tratando de comprar Las teorías salvajes de Pola Oloixarac. Pronto me doy cuenta de que estoy ante un posible pequeño best seller, si es que apresuradamente se puede llamar así al efecto de haberse agotado en una, dos, tres, cuatro librerías. Finalmente hay dos ejemplares en una sucursal de Hernández sobre los que me abalanzo discretamente. Entonces pago, miro de reojo alguna que otra cosa, pero básicamente salgo rápidamente del local y más rápidamente intento abandonar la zona de la avenida Corrientes con su aire de fantasma setentista de sábado por la noche. No es que la calle Corrientes me parezca insoportablemente espeluznante y horrible bajo cualquier luz o a cualquier hora del día, debiendo escapar imperiosamente cada vez que necesito frecuentar sus inmediaciones, sino que en esta ocasión su fealdad no es suficiente. Debo buscar algún espacio o sitio aún más espantoso que silencie el continuo tic tac con el que una bomba de horror doméstico me acosa: ellos, es decir, mi cuñado, el primo de C., en fin, y algunos otros miembros de la tribu de los Campanelinsky, en este momento deben de estar paseándose por mi casa y sus pasillos, inspeccionándolo todo, hablando a los gritos, etc. Por lo tanto, no se me ocurre nada mejor que el Alto Palermo para esta emergencia. La noche recién comienza y el show aún no.
Todo, acá.
lunes, febrero 02, 2009
Dasbald lee a Oloixarac
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