viernes, diciembre 18, 2009

Sentidos nuevos

Malena Rey lee El tesoro de la lengua, de Ariel Schettini, y escribe lo siguiente en las páginas de Los inrockuptibles:

“Un poema existe cuando genera un efecto de verdad. Esa verdad que hay en un poema es el asunto de este libro.” Con esta afirmación Ariel Schettini abre el juego en su nuevo libro El tesoro de la lengua. Una historia latinoamericana del yo. Antología razonada de los poemas más escuchados en América Latina. El largo subtítulo habla al mismo tiempo de varias cuestiones: de la identidad y de la lengua, de la relación de la poesía con el yo, y también de la escucha como factor de organización de un canon. Schettini, docente de la Universidad de Buenos Aires y autor de los poemarios La guerra civil y Estados Unidos, elige como punto de partida de sus ensayos una serie de poemas en su mayoría muy escuchados y reiteradamente incluidos en antologías. Selecciona un corpus que atraviesa la historia del continente –de 1682 data el primer texto; el último se publicó en 2004– para preguntarse acerca de su perdurabilidad y por los efectos que producen los poemas que se conservan: si aún hoy volvemos a ellos y seguimos encontrando algo que nos defina y discuta el lugar que el yo tiene en la lengua latinoamericana, tal vez se deba a que se fueron grabando en la memoria y perdiendo a su autor para convertirse en creaciones mismas de esa lengua en la que fueron escritos. El título del libro remite a su vez, en clave paródica, al primer diccionario de la lengua española de Sebastián de Covarrubias, llamado justamente Tesoro de la lengua castellana, de 1611. El hecho de considerar hoy a los poemas seleccionados como “tesoros” parte de la intención de exponer toda su potencia y considerarlos como verdaderos estallidos. Schettini: “La palabra tesoro es rara para definir estos poemas porque por un lado suponen a la lengua como acumulación de riquezas, y los poemas son lo contrario de la acumulación, son estallidos en la lengua… Pero la cultura los ‘atesora’, les invierte el valor y los guarda… Aunque si lo pensamos, todo tesoro está hecho de elementos que no deberían guardarse sino gastarse…” Los poemas pertenecen entonces a la memoria de la lengua que los gasta cada vez que los reproduce, y en ellos se hacen visibles las capas y los sedimentos sobre las que esa lengua se construye, al tiempo que desafían con su propia fuerza el lugar institucionalizado que la cultura les otorgó. Revisarlos es también liberarlos de las ataduras de la historia, de la biografía, de los movimientos estéticos para “aceptar con humildad lo que ellos quieren decir”, explica Schettini en la Introducción. Ordenados cronológicamente, en esta “antología razonada” encontramos, entre otros, los versos de Sor Juana Inés de la Cruz, Gustavo Adolfo Bécquer, Rubén Darío, César Vallejo, Neruda, Lezama Lima, Octavio Paz, Pizarnik, Reinaldo Arenas, Diego Maquieira y Arturo Carrera, y esa figura autoral se borra al considerarlos en sí mismos pero retorna al analizarlos como producciones que contrastan con el tiempo. Los poemas son abordados uno por uno como objetos que generan otro mundo, únicos al observarlos desde el lugar del yo, y repensados por Schettini sin las imposiciones de sistemas retóricos ni forzando la interpretación. Y es que estos textos parecen pertenecer también a todos aquellos que alguna vez los escucharon, los recitaron, los memorizaron (“Puedo escribir los versos más tristes esta noche…”, por ejemplo, por nombrar un lugar común de la poesía amorosa latinoamericana analizado por Schettini), y en esa apropiación se juega una singularización del yo: los poemas pasan a ser productores y provocadores de subjetividad porque fundamentalmente son objetos vivos que se transforman y que persiguen la necesidad de referir una verdad del yo, más allá de su autor.

A medida que avanza la selección, una de las constantes parece ser el hecho de que los poemas versan sobre distintas definiciones posibles del género, aunque estén al mismo tiempo en un estado de deriva con respecto al lenguaje en el que fueron pensados. Schettini: “El género no es una forma fija. Es un debate social. Seguramente hay quienes piensan que algunos poemas que aparecen en la selección no son poesía, por demasiado avant garde, o quienes piensan que no son poesía por demasiado populares y gastados… Supongo que este libro quiere registrar ese debate: qué se piensa como poesía, quién lo dice, para qué, cómo son usados en cada período histórico, etc.” Las alternativas y respuestas posibles a estas preguntas hay que buscarlas en el interior de los textos, para los que Schettini propone distintas formas de lectura y de desglose, llegando incluso a separar la voz del poema resumiéndola en otras palabras, como si adaptando el contenido de algunas frases pudiera transportarnos hacia ese espacio en el que el poema se despoja y simplifica todos los sentidos que abre. Para otros expone lecturas transversales que demuestran cómo el cuerpo y el lenguaje se ponen en juego en una negociación o reafirmación de la violencia o cómo el arte se propone ser relato de la vida. Lo que queda en claro es que la forma en la que Schettini aborda cada poema se modifica en función de las necesidades de los textos, y no a la inversa.

Ahora bien, una intervención sobre el canon de la poesía latinoamericana no puede ser ingenua respecto de las marcas del presente. A medida que los poemas se acercan a la actualidad, Schettini entiende que responden menos a esa escucha de la lengua para implicarse más de cerca con un yo y con un círculo de personas que lo rodea. El presente se constituye entonces, tanto para el yo como para la poesía, como un momento inestable, inseguro y desconocido. De hecho, del último poema elegido, Schettini dice ser probablemente el único lector hasta el momento. El texto analizado pertenece a Arturo Carrera y es “Títere de la moneda”, incluido en Potlatch (Interzona, 2004), poema en el que se expone una escena teatralizada en la que un chico toca la puerta de la casa del poeta pidiendo una moneda y éste prefiere entregársela con un títere en la mano para luego autocelebrarse: “Por suerte no soy yo”. Para abordarlo, Schettini lo instala en una serie con la narrativa de Osvaldo Lamborghini y César Aira y se pregunta por las marcas de un tipo de literatura que enrareció los modos de narrar –en prosa y verso– hasta la ilegibilidad. A su entender, hacer o no legible la literatura tiene que ver con una negociación con el lenguaje respecto del espacio en el que esa literatura opera y funciona pero sobre todo con una reflexión sobre cómo se construye como crítica de la representación. En los dominios de la poesía, del tiempo y de la lengua, este libro propone volver a escuchar algunas voces para permitirles arrojar sentidos nuevos.

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