Alejandro Droznes lee atentamente El tesoro de la lengua, de Ariel Schettini, y se despacha con un artículo publicado en El interpretador, que comienza así:
«La obra invisible, subterránea, interminablemente heroica de Ariel Schettini como profesor de literatura en la Universidad de Buenos Aires empieza a tener un correlato visible: a los poemarios Estados Unidos (La marca, 1994) y La guerra civil (Norma, 2000, cuya última frase, en la contratapa, es, sugestivamente, “el tesoro de una época”), se agrega ahora El tesoro de la lengua, un extenso ensayo que se dice a sí mismo de distintas maneras: “Se trata de una antología (es excesivo o redundante decir ‘una antología razonada’) de los poemas más escuchados de la lengua española en Latinoamérica” (p.11); “Este libro es el proyecto de encontrarse con el poema en un instante de su evolución” (p.12); “Éste es el análisis de un canon literario” (p.17); “Este libro es, entonces, una crítica a esa formalidad” (p.18). La «Introducción» que dice todas estas cosas podría entonces estar al final del libro, incluida en el selecto corpus. Aunque probablemente todavía no haya sido recitada ni siquiera una vez, error que el futuro sin duda corregirá, cumple los requisitos básicos para pertenecer: se dice a sí misma y parece estar escrita en nosotros desde siempre...»
Y termina así:
«Exhalando una gracia contraria a la estupidez y la tristeza por igual, entre la pedagogía más descarnada (“Este tipo de estrofa se llama ´serventesio´”, “En esa sentencia, ´¡Poesía... eres tú!´, hay varias cosas importantes”), la afición por la biología (“el viento, agente privilegiado de la polinización, o sea, del intercambio reproductivo de las flores”, “el rocío es un nutriente químico fundamental para la vida del pasto”), una llaneza contundente (“Se llama literatura a una multiplicidad de prácticas muy diversas. Por eso es un objeto de estudio”, “Estos poemas no representan más que a sí mismos, porque fueron escritos”) y la pregunta constante por el género, El tesoro de la lengua es una mezcla de cálculo y ensueño, de método e intangibilidad, que imagina de nuevo cuáles son las reglas del arte porque sabe que ningún poeta canta porque deba cantar.»
La reseña completa se puede leer aquí.
viernes, marzo 26, 2010
El artista como crítico
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