Desde Chile, Rodrigo Pinto escribe una breve reseña sobre Manigua, de Carlos Ríos:
Manigua, del argentino Carlos Ríos, es uno de los tantos libros que me traje de Buenos Aires en mi último viaje, en mayo del año pasado. Lo leí hace pocos días, en un bus que se dirigía hacia la costa. Breves 61 páginas y toda una curiosidad: la novela está ambientada en algún país africano (que puede ser cualquiera de los habitados por los bantúes, desde Camerún a Somalia, cosa que puede deducirse si se investiga las denominaciones tribales usadas en el libro), en un paisaje que alterna la exhuberancia de la naturaleza con la sequedad del desierto. Es la primera novela del autor, nacido en 1967; antes había publicado un par de libros de poesía (aquí hay una selección de su poesía). Como a veces ocurre en estos casos, lo principal aquí es el tratamiento del lenguaje.
Nada es lineal aquí y el hilo de la leyenda que se narra -el hijo que tiene que partir lejos a buscar una vaca, para celebrar el nacimiento de su hermano- se apoya en un narrador que cambia de personas y de lugares; a veces al lado del camastro donde agoniza su hermano, ese hermano que requería la vaca, muchos años después, a veces desde un presente que de todos modos se difumina en versiones alternativas y relecturas de los mismos hechos. Tiene, todo ello, un extraño atractivo, y el carácter experimental de la novela no impide mantener viva la curiosidad y el interés. Y reafirma mi percepción de que siempre hay que prestar atención a los catálogos de las editoriales independientes, como Entropía. No tenía la menor idea previa sobre Ríos, pero ya sé que conviene seguirle la pista.
martes, abril 27, 2010
Desde Camerún a Somalia
martes, abril 20, 2010
Registro Nacional de Reincidencia
La 36ta edición de la Feria del Libro albergará alrededor de medio millar de libros de Entropía.
La mayor parte de ellos, podrán encontrarse en el stand 2414, en uno de los tantos vértices del pabellón Amarillo.
Allí cobijaremos nuestros palimpsestos junto a los colegas de Bajo la Luna, Cactus, Caja Negra, La Cebra, Eterna Cadencia y Paradiso.
Sed bienvenidos.
lunes, abril 19, 2010
Bafici, vidi, vici
Palmarés del BAFICI 2010:
Selección Oficial Argentina
Mejor Película: "Invernadero"
Director: Gonzalo Castro
Intérpretes: Mario Bellatin, Marcela Castañeda, Graciela Goldchluk, Laura Petrecca, Romina Paula, Margo Glantz
jueves, abril 15, 2010
Autonomía, histeria y continuidad
Sonia Budassi se sumerge en los abismos de la obra de Mario Bellatin a raíz de la publicación de Biografía ilustrada de Mishima y se despacha con un artículo para Bazar Americano, que dice, entre muchas otras cosas, lo siguiente:
«A esta altura, en que han circulado algunas reseñas contundentes es probable que el lector conozca la historia de Biografía ilustrada de Mishima. (Digresión: hay novelas en las que Bellatin juega deliberadamente a la estructura errática; otras, como ésta, en que avanza en una dirección). Resumamos: Mishima, un personaje con puntos de contacto con el escritor japonés, y con Mario Bellatin (desde las alusiones al síndrome talidomínico, a los títulos de sus novelas, la poesía sufí, etc) muere decapitado. Que “muere” es una forma de decir: “En esos momentos no existía la tensión nerviosa que solía experimentar, la que se instauró en su vida especialmente después de su muerte”, se lee. En Biografía... el autor vuelve a recrear un clima onírico; el poder premonitorio del sueño –y la escritura, para Bellatin, comparte la misma cualidad– y un universo ubicuo, herencia de misticismo católico –la figura del limbo–, de la filosofía espiritista, y del surrealismo, que hace posible la convivencia de espectros con seres “vivos”. Mishima decapitado concurre a una conferencia que un profesor da sobre él y, como los asistentes, somos testigos del racconto de su vida.»
«Ya se ha señalado, a veces con claridad, otras de modo implícito, que éste también es un libro sobre “el vacío” como condición de posibilidad de la literatura. La cuestión se reafirma en el texto con imágenes pesadas que van desde la carencia de cabeza del personaje a la contemplación de unos zapatos al borde de un precipicio o la mención a un bungalow en lo alto de una montaña que permite tener una mirada inaudita de la ciudad. Si el exquisito Los fantasmas del masajista empezaba –una y otra vez– recapitulando información, Biografía ilustrada de Mishima vuelve de una nueva manera –una y otra vez– sobre los mismos problemas, al punto de alcanzar la densidad esquiva y potente de la que es capaz la pregunta más honda; el relato más extremo, la retórica filosófica más áspera.»
«La lectura podría volverse un tedio si el texto se entregara a la especulación lógica y a las disquisiciones filosóficas. Por suerte, Mishima tiene dimensiones atrayentes que el narrador cuenta con pericia, diversificando anécdotas y escenas, como la que refiere a la felicidad que le pudo provocar una circunstancia doméstica, con un pájaro enjaulado. O cuando intenta y fracasa ante condiciones materiales –quiere cobrar un subsidio mintiendo– u otras formas de enfrentarse al otro. En este sentido, Bellatin da un paso más, no sólo conjurando el estigma y la discriminación social ante quien no tiene lo que el resto, sino trasladando ese problema a los demás. Ya resignado a no insistir en ocultar su falta de cabeza (como exigen las cirugías reparadoras y las prácticas ortopédicas), el personaje convocará a un artista plástico para que cree sobre ese espacio vacío un ornamento mediante el cual no sólo él, sino todos, pudieran hacerse cargo de la monstruosidad. Así llega un momento en que el espectro se suspende, por un rato, por la alteridad. Y cierta desviación trasciende el culto a la conciencia individual y queda inscripta, también, cuando se expone el problema de las convenciones sociales.»
La reseña completa, acá.
lunes, abril 12, 2010
Formas de la subjetividad
Ana Porrúa encabeza el relanzamiento de Bazar Americano y escribe sobre El tesoro de la lengua, de Ariel Schettini.
«Un tesoro, aquello que se encuentra (está oculto, escondido) y representa una riqueza, aquello que tal vez no tiene dueño y reúne cosas preciosas, pero también el lugar donde están estas riquezas. El libro de Schettini repite en el título el del diccionario de Covarrubias, pero mientras éste especificaba que se refería a la lengua castellana, Schettini corta antes, en la lengua. Lo que hay en el libro, entonces, se plantea desde el título como aquello que se atesora y el libro, como el lugar propicio para contenerlo. Lo atesorado es la lengua y la lengua es la poesía (aunque el autor discuta las catalogaciones genéricas).
El tesoro de la lengua es una antología de los poemas en español “más escuchados” en América Latina, aquellos que incluso se transmiten como anónimos, eludiendo la firma de autor. Son poemas que nos envían hacia nuestro pasado y más atrás; algunos oídos de boca de madres o abuelas, otros, seguramente, de boca de maestros, en el aula, en el acto escolar. Este es el caso de “Hombres necios” de Sor Juana Inés de la Cruz, el poema “XXI” de Bécquer (“-Qué es poesía? –dices, mientras clavas/ en mi pupila tu pupila azul…”), “Cantos de vida y esperanza” de Rubén Darío, “Mi secreto” de Amado Nervo o el poema “XX” de Veinte poemas de amor y una canción desesperada de Neruda (“Puedo escribir los versos más tristes esta noche”). Muchos de nosotros los hemos memorizado para recitarlos en el aula cuando esta práctica aún existía como modo de acercamiento necesario a la poesía. Pero también es común escuchar algunos de estos versos en situaciones ajenas a la literatura, en este sentido “se volvieron creaciones de la lengua misma”, salieron de su contexto –dirá Schettini– para “contar una historia verdadera”, que incumbe al lector.»
La reseña completa, acá.