Gente que duerme de día
Por Pedro Mairal
Este primer libro de cuentos de Ignacio Molina tiene algo de novela. Las distintas historias están interconectadas, los personajes reaparecen en otros cuentos, vistos desde la mirada de otro. El autor sabe mostrar las relaciones mínimas que hay entre la gente: el que va al kiosco y pide algo, el que le pregunta la hora a un desconocido, el que comenta algo en la calle. El libro está hecho de todos estos cruces entre gente que pareciera que está comunicada pero que en realidad no lo está, gente que se conoce apenas de vista o de oídas, gente que habla con otra pero que está en su propio mundo, distante. Y lo interesante es que esta interconexión entre los cuentos y los personajes no es explícita, el lector tiene que armar su propio rompecabezas.
Los personajes, a pesar de su mutismo emocional, caen bien, quizá porque están respetados en su actitud de "bajo perfil"; no hacen grandes cosas, ni encarnan grandes dramas. Es gente que duerme de día, gente que se despierta y no sabe dónde está, gente que se ducha en casas ajenas, gente que se pone a pensar en otra cosa mientras alguien le habla, gente que pide delivery, gente que va al kiosco a las tres de la mañana.
En uno de los cuentos hay una chica que ve en un cartel una publicidad de unas clases de yoga. Al otro día, cuando decide volver a fijarse el teléfono, ve que sobre ese cartel pegaron un anuncio de un taller literario. Entonces anota el número igual y termina yendo al taller literario. No elige su destino, se entrega a esa especie de azar: si hubiera visto un anuncio de clases de reiki o de tarot, habría ido a reiki o tarot. Así, los personajes de Molina no pueden planear nada ni pueden ver el futuro. Intentan hacerlo pero la vida los lleva para otro lado. Los rodean asuntos domésticos, cosas a corto plazo. Viven en un presente poblado de recuerdos recientes, cositas que pasaron ayer, hace una semana, y sus vidas giran en espiral.
Esta forma de la soledad se vuelve manifiesta, casi material, cuando se trata el tema de la ruptura de una pareja, tema que está en el título mismo: "los estantes vacíos", que se refiere a ese momento cuando el que se va se lleva sus libros y deja los estantes desnudos. El autor muestra las consecuencias grandes y las consecuencias mínimas de las separaciones. Los personajes que las sufren están como catatónicos, anestesiados por el dolor de la separación. Pero lo interesante es que ese dolor no está explicado, sino que de alguna manera debe ser intuido por el lector. Lo efectivo es justamente que quien se hace cargo de las emociones es el lector. Los personajes están en piloto automático, flotando en esa vida doméstica. Y pareciera que, a pesar del dolor, la vida sigue: hay que comprar comida, hay que bañarse, hay que hablar con los demás, hay que contestarle a la gente que pregunta la hora por la calle.
Con un estilo donde predomina el "show, not tell" ("mostrar, no explicar"), un estilo que viene de los cuentistas norteamericanos, Molina deja libre nuestra silla de lectores; simplemente no la ocupa, no nos subestima, nos muestra sin explicar, para que nosotros mismos ocupemos ese lugar y nos demos cuenta de las cosas. Su apuesta es que la profundidad no debe mostrarla el autor, sino que debe sugerirla para que el lector la encuentre. La poética de Molina parece decir que lo profundo son los hechos que suceden en la superficie.
No hay palabras que suenen extrañas o demasiado literarias o culturosas. El tono natural, a veces incluso informativo, atraviesa todo el libro. Los cuentos son hiper detallistas: hay una gran suma de detalles y de observaciones de gestos, como pliegues del pensamiento. Por ejemplo, hay un chico que pasa a buscar a una chica por primera vez, caminando, y le toca el portero eléctrico. Mientras espera en la vereda, se apoya contra una camioneta, y en un momento piensa: "Ah, pero ahora va a bajar y me va a ver a apoyado en la camioneta y se va a pensar que es mía, y después se va a desilusionar", entonces se aleja de la camioneta. La suma de esas pequeñas actitudes humanas le dan relieve a cada relato, esas observaciones acertadas que hacen que estos cuentos estén vivos y resulten tan creíbles.
martes, agosto 22, 2006
Molina por Mairal (Llegás a Buenos Aires)
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
4 comentarios:
Dejen algún comment che. La reseña está muy buena.
y romana???
cómo es la cadencia de una baguala?
Che!!! Romanita mía, parece que fabricás fanes a lo pavote, no me sorprende, ni un poco. Qué linda que sos.
quién es romana?
Publicar un comentario