Por Virginia Cosin [para revista Ñ]
La materialidad física de Condición de las Flores, el último libro publicado por el escritor mexicano Mario Bellatín, no es diferente de la de cualquier libro clásico: sus páginas están encuadernadas entre una tapa y una contratapa, en la solapa se consignan los datos biográficos del autor, en su interior no hay fotos, ni dibujos.
Sin embargo se trata de un libro-objeto. Una “caja negra” dentro de la que se encuentra una combinatoria de elementos que más tarde serán revelados. Un artefacto por medio del cual es posible asistir al proceso de apareamiento y germinación de algunos de los textos que ya forman parte del canon de la nueva literatura latinoamericana.
Efecto invernadero, Lecciones para una liebre muerta, Canon perpetuo, Salón de belleza, El gran vidrio son, entre otros, algunos de los títulos que Bellatín publicó a través de importantes editoriales una vez que su nombre comenzó a circular. Actualmente considerado uno de los exponentes principales de un tipo de literatura radical y novedosa, lejos de la tradición y cerca –mucho más cerca- del nuevo boom que rompió (si hace crack es boom) con los parámetros previamente establecidos, dueño de un estilo que escapa a las convenciones: fragmentario, escueto, sincrónico, atonal; Mario Bellatín fue, en algún momento, un escritor anónimo. Durante ese tiempo, debido a una suerte de temor patológico, carente de recursos económicos (no podía siquiera sacar fotocopias), les entregaba a sus amigos en consignación una serie de textos -borradores, apuntes- mecanografiados en una máquina portátil Underwood del año 1915, para que los resguardaran de posibles catástrofes. Buena parte de esos mismos textos fueron, también, ofrecidos como forma de pago a su psicoanalista de orientación lacaniana. “Me pagas con palabras”, fue la propuesta de ella, en aquel momento. El valor de esos textos, adquiridos en pleno ejercicio de la transferencia analista-paciente, creció con el correr del tiempo a medida que crecía la figura del escritor. Años más tarde, abocada a la tarea de recopilar esos escritos dispersos, la crítica Graciela Goldchluk contactó a la psicoanalista Laura Benetti quien, en un acto auténticamente “derrideano” los donó para que fueran publicados.
Condición de las flores es, entonces, un libro de pre - textos que se funden con el contexto (la historia que rodea su publicación), de modo que sus bordes se desdibujan, se derraman unos sobre otros como una pieza de alfarería en pleno proceso de elaboración, en el que las manos untadas de material no se distinguen del objeto. Allí, adentro y afuera son uno: el libro se hace y se deshace en sus intersticios. Las anotaciones de Goldchluk bordan los márgenes del libro, reponiendo a partir de una meticulosa descripción las condiciones performáticas del escrito original: desde el tipo de papel utilizado hasta el color de la birome con la cual el autor realizaba las correcciones del texto mecanografiado en la vieja máquina de escribir.
Mario Bellatín ha confesado que este es un libro que, habiéndolo escrito, no fue leído por él jamás. De modo que el interés que despierta, más allá de la curiosidad que pueda suscitar su lectura, reside en su particular construcción de alguna forma ejecutada a cuatro manos y a la manera de un ready made. Gracias a su particular carácter híbrido, se instala en el panorama actual más como una obra de arte contemporáneo, un “espectáculo de realidad” como lo definiría el crítico rosarino Reinaldo Laddaga, que como un tradicional objeto literario.
jueves, febrero 12, 2009
Un espectáculo de realidad
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2 comentarios:
una buena reseña.
quién es la crítica Graciela Goldchluk?
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