martes, septiembre 24, 2013

"Yo imagino pequeñas bellezas en un gran montón de basura"

En el Suplemento Cultura del Diario Tiempo Argentino, Jonás Gómez entrevista a Fernanda García Lao sobre Cómo usar un cuchillo.

Editorial Entropía acaba de editar Cómo usar un cuchillo, primer libro de cuentos de Fernanda García Lao. La autora, también dramaturga y dibujante, ya ha publicado Muerta de hambre, primer premio del Fondo Nacional de las Artes 2004, La piel dura, La perfecta otra cosa y Vagabundas.

Al momento de hablar de sus personajes los describe como "criaturas crecidas en su fallo, gente que desarrolla sus vicios", y de esos seres está poblado el libro, situados en historias que pueden hospedar tanto imágenes crudas y violentas como humor, fantasía y hasta fraseos de sonido bello. La variedad de aristas es uno de sus atributos, García Lao parece no plantearse límites previos al desarrollo de la escritura. Sobre esta amplitud creativa responde:

 –Yo quiero que haya todo. En eso soy shakespeareana. Aspiro al cielo y al infierno, al barro y al palacio, al amor y a la muerte. Esos opuestos y el claroscuro son vitales para crear. Me imagino pequeñas bellezas en un montón de basura, porque ahí se ven bellas, entre los escombros. Y al revés. Si siento que hay mucho humor enseguida busco lo negro. Y ando como pintando, eso también tiene que ver con una creencia medio fundamentalista de que no me bastan dos o tres cosas, el asunto, los personajes, el nudo, el desenlace. Eso es lo más simple.

–¿Cómo fue el proceso de escritura del libro? Aparece el cuchillo como objeto, pero también hay otras hojas de metal, vinculadas a lo quirúrgico.

–Fui armando este libro muy atenta al tono, pero la premisa fue experimentar con las estructuras narrativas, la sintaxis, los puntos de vista. Que los textos entraran en discusión. El cuchillo fue como la excusa. La concentración de cada núcleo, las ideas en estado de síntesis. Escribo varias cosas a la vez. Soy muy fiel a mis propios estados, no me obligo a escribir ni hago sistema de escritura. Siempre tengo un archivo alternativo que me libera de mí misma y del otro. Hay un archivo oficial, que es el que estoy laburando, pero también hay un proyecto B conviviendo con el proyecto A. Si me siento particularmente demoníaca voy al cuento (risas) porque en el cuento soy más mala. Creo que está buenísimo no ser pretencioso, sino que sea el objeto el que demande tu interés, no que vos se lo imprimas. Me sirve mucho pensar que escribo para mí. Yo escribía antes de ser leída por nadie y si volviera a foja cero no se alteraría lo que hago, porque no lo hago para agradar a nadie, no me quiero hacer amiga escribiendo. Hay como una idea de que lo cotidiano es lo más rastrero y que la creación te eleva y yo creo que el terreno de la literatura y de las artes en general es un terreno sin espacio de arriba y abajo. Es donde estoy ubicada. También yo elegí que mi vida sea lo que gira en torno a la imaginación y no al revés. Se fue dando desde muy temprano, desde antes de saber sostener el lápiz, porque era el monólogo y la soledad.

–Leyendo Muerta de hambre y tu nuevo libro se percibe un avance en un tono que no llega a ser minimalista, pero da la impresión de que en los textos hay un recorte externo e interno. ¿De qué manera trabajás tu escritura?

 –Necesito tiempo para entender cada libro mío. Siempre los termino varias veces, tienen que decantar. Tengo que volver. En ese regreso siempre encuentro que me he saltado cuestiones que descubro en esa otra segunda lectura ya menos entusiasta, menos apurada por estos perros que te llevan hasta el final. La segunda vuelta ya tenés una desconfianza, te ponés a prueba. La tercera mirada se hace sobre cada coma, punto y adjetivo. Andás como dinamitando pero con poca pólvora, para que no se destruya lo circundante. Y escribo al hueso. Soy bastante cadavérica, no escribo de más y después saco, tengo que poner arriba del cadáver. Escribo con mucha elipsis. Tiene que ver con esta cuestión de condensar situaciones, que es algo que se labura mucho en el teatro, porque no hay un espacio de tiempo prolongado, con tres pantallazos tenés que transmitir quién es quién. No diseño cada cuento, no hago un dibujo anterior, antes del cuento no había nada. Y no ando arrastrando imágenes o estados por el mundo hasta que me siento frente a la computadora. No. Me siento frente a la computadora y ahí empieza a cobrar forma. Una vez que lo veo empiezo a entender de qué se trató aquello.

–¿Se generan cruces en tu narrativa a partir de tu formación en teatro y dibujo? Si los encontrás, ¿en dónde sentís que aparecen?

–Hay cuestiones que son afines a todas las artes que aplico. Estudié dibujo y pintura, pero lo que me interesa es el dibujo. Y tiene que ver con esta cuestión de profundizar el trazo, de crear un ser con pocas líneas. En casi todos mis dibujos los personajes están desnudos y se les ven los huesos. Tampoco describo qué tiene puesto nadie, me da igual. Dibujo casi el estado de alguien, no me interesa el adorno. Si hay un objeto es porque viene a discutir con ese que está ahí. Gráficamente me pasa exactamente lo mismo que con la literatura, no me interesa de dónde vino ni a dónde va.

–En Muerta de hambre y en tu nuevo libro está muy presente la comida, aparece como un elemento que transforma el cuerpo, pero de manera negativa. ¿Qué sentís que se pone en juego en el acto de comer?

–Me parece que la ingesta se toma con mucha liviandad. En general. Estoy convencida de que uno está tragando información ajena. Más allá de los venenos, las hormonas y los conservantes. Somos seis mil millones de personas y nadie come nada fresco. La comida es algo que se ha ido transformando al igual que los relatos que hacemos de este mundo y le presto mucha atención a eso, cómo y qué come cada uno. Muerta de hambre me permitió preguntarme sobre la forma, si uno es anterior o posterior a la forma. Muchas veces me lo pregunté después de chica. Si tuviera otra contextura, si fuera negra, hombre, si tuviera otra cara, ¿pensaría lo que pienso y sentiría lo que siento o también la forma altera el modo de ver el mundo? Y lo que como, ¿me estoy comiendo sólo esto que veo o todo un proceso que resultó en el plato? También veo una conexión erótica entre la ingesta, el cuerpo y el deseo de poseer. Es algo físico. No he construido una teoría en relación al hecho, lo siento por asociación, hay una forma de mostrar y hacer desear que tiene mucho que ver con lo erótico. De todas maneras, me parece que cuando escribís le prestás atención a todo. «

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