El increíble Springer, de Damián González Bertolino en Perfil Cultura.
Por Osvaldo Aguirre
lunes, noviembre 16, 2015
Pasado y presente en Punta del Este
Hay circunstancias en que alguien escucha por primera vez una
palabra y esa palabra permanece asociada con un lugar y una época, con una
historia. Esta idea del uruguayo Damián González Bertolino es la clave de El increíble Springer, nouvelle ambientada en Punta del Este a fines de los años
50 en torno a una familia de franceses arribada durante la Segunda Guerra
Mundial. La palabra en cuestión, gigante, evoca en principio la figura de un niño
tímido y enfermizo, que de pronto se transformó en un ser físicamente anómalo y
devino en objeto de curiosidad y de inquietud.
El relato se presenta como un recuerdo de infancia del
narrador (que no coincide cronológicamente con el autor, nacido en 1980).
Ficción disfrazada de memoria, se apoya en el contraste entre pasado y presente
(“Punta del Este era un lugar muy distinto”, menos turístico y más pueblerino)
y en luminosas imágenes del mundo de entonces como quedó registrado en la
percepción infantil, cuando mirar significaba también adueñarse de las cosas.
El joven Springer es una criatura fantásticas con
reminiscencias de Gregorio Samsa y de los personajes de H.P. Lovecraftm aunque
más tierna, menos torturada e igualmente enigmática. Pero la mirada del
narrador no está concentrada en la extraña metamorfosis que el personaje padece
repentinamente sino en la amistad y en los momentos de felicidad que
compartieron en la edad de iniciación, y en cómo ese ser deforme pudo agradecer
la protección y el afecto que recibió cuando vivía aislado de los demás a
través de una pequeña y gratificante venganza.
El crepúsculo invernal, el sonido del viento proveniente del
mar, los prodigios que cumple un chico extraño, un hombre llegado de Montevideo
con un hijo y una existencia oscura detrás, la primera bicicleta, una escena de
voyeurismo con el protagonismo involuntario de Mirtha Legrand: El increíble Springer atesora
impresiones y experiencias imborrables en un relato escrito con pulsión lírica
y contenta nostalgia.
jueves, noviembre 12, 2015
Últimas noticias de la escritura
Por Aquiles Zambrano para contrapunto.com
La deslumbrante serenidad de la mirada áurea, esa
respiración pausada de la prosa, que nos eleva sin fricción por encima de
nuestra propia inteligencia, hacen de este libro un objeto asombroso.
Así empezaría esta columna si pudiera circunscribirme al
perímetro de la reseña. Pero ocurre que la resonancia intelectual que su
lectura ha tenido en mí excede por todos los costados este ámbito del
periodismo cultural. Por muchas razones. Pero la principal es que luego de leer
este libro he tenido la sensación de que toparme con sus páginas era algo
inevitable, como si desde siempre me hubiera aguardado o como si desde siempre
hubiese estado escrito. Y es que no parece un libro publicado en el 2015, sino
un libro anterior, ya escrito, sin el cual no podríamos entender de la manera
en que lo hacemos el panorama actual de la lecto-escritura. Es como si incluso
antes de su publicación, e incluso antes de su escritura, este libro fuera ya
imprescindible. Una reflexión que, en la misma medida de su necesidad
impostergable, destierra al propio Chejfec a la contingencia, pues de no haber
sido escrita por él, hubiese sido escrita por alguien más. Pero lo escribió
Chejfec y a él debemos esta brújula magnífica, que nos permite orientarnos hoy
en medio de esa migración caótica hacia lo digital.
La nota completa, acá
lunes, noviembre 09, 2015
Corazón tan rojo
Una lectura de Mi descubrimiento de América, de Vladimir Maiakovski, por Valeria Tentoni para el blog de Eterna Cadencia
“Como se dice/ el incidente está zanjado,/ la barca del
amor/ se estrelló contra la vida cotidiana./ Estoy en paz con la vida. Inútil,
recordar/ dolores/ desgracias/ y ofensas mutuas. (Maiakovski, 1930, fragmento
final antes de despedirse de este mundo)”: esa leyenda acompañaba la cita en el
muro de Mario Ortíz, hace unos días. En nada se parece el ánimo del futurista
ruso entonces al que ostenta apenas un lustro antes en Mi descubrimiento de
América, las crónicas que acaba de editar Entropía con traducción de Olga
Korobenko. Allí, Maiakovski narra sus viajes a Cuba, México y Estados Unidos,
entre 1925 y 1926, que continuaban un periplo que lo había llevado por
reuniones y cónclaves desde principios de la década por lugares como Berlín y
París.
Durante esos años de viajes, el poeta de la revolución
soviética se dedicó también a generar piezas de propaganda. Al igual que
Fogwill y Shua (quien sugiere que la escritura de poesía y la de textos
publicitarios está muy emparentada), trabajó redactando slóganes y consignas
junto al diseñador gráfico, pintor y fotógrafo Ródchenko. La agencia que
tuvieron se llamó Mayakovski-Ródchenko Advertising-Constructor.
La gracia con que observa, recorta y traslada a la hoja lo
que ve en su recorrido intercontinental, la velocidad que levantan sus párrafos
y una alegre y curiosa vehemencia se explican desde la necesidad: “Para mí, el
contacto con todo aquello que respira vida casi sustituye la lectura de
libros”, dice en el arranque, subido al vapor Espagne, donde viaja con gente de
todo el mundo que va en busca de trabajo. Arriba a La Habana, luego a la ciudad
de México, donde lo pasea Diego Rivera y se enamora de la amabilidad de los
locales al punto de prometerse un regreso que nunca cumplirá.
Su afilado radar encuentra el punctum en todas las fotos que
le pasan por delante a velocidad supersónica. Como Gabriel García Márquez en De
viaje por los países socialistas, los suyos son traslados exploratorios en los
que la información aparece condimentada por detalles significativos, pinceladas
caprichosas que vuelven al libro seductor. Así, mientras nos enteramos de por
qué les decían “gringos” a los gringos, cómo se alimenta cada clase en las
ciudades o cómo duermen los inmigrants en los barcos, aparecen secciones como:
Un conductor en México no es responsable por las lesiones
ocasionadas (¡haber ido con más cautela!); por eso el término de vida sin
lesiones es de diez años. Una vez en diez años todo el mundo tiene accidentes.
Claro, hay gente que aguanta veinte años sin ser atropellada, pero lo hace a
costa de los que sufren accidentes cada cinco años.
El automóvil será uno de los portentos que más atención suya
se llevará. También en su azorado arribo a Nueva York, luego a Detroit y
Chicago, en fin, a América –término apropiado por Estados Unidos, una
apropiación sobre la que reflexionará, así como sobre el lugar del dinero en
ese país–. La visión de esa epilepsia de consumo y los destellos del ámbar en
combustión constante impresionarían al poeta y dramaturgo. Así describirá, por
caso, su visita a la fábrica de autos Ford, donde encuentra a los empleados
bajo las luces que todavía no eran fluorescentes, volviéndose poco a poco
impotentes, zumbando bajo los disparos de la electricidad –una magia que había
conocido por primera vez, en un paseo con su padre en Bardad, pueblo que llevó
luego su nombre. Fue mientras lo acompañaba en una de sus rondas a caballo como
guardia forestal que se encontró con lo que describió como un “brillo más claro
que el cielo”, según detalla Federico Gorbea en el prólogo a la antología de
Ediciones 29. “¡Escuchen!/ Las estrellas están iluminadas,/ ¿quiere decir esto/
que le son necesarias a alguien/ que alguien desea su existencia,/ que alguien
está echando/ margaritas a los puercos?”, aparece en el primer poema de ese
tomo.
Maiakovski afirma en este breve y poderoso encuentro de sus
crónicas, “el derecho y la necesidad que tiene el poeta de reorganizar y
reciclar el material visible, en vez de pulir lo que es evidente a simple
vista”.
viernes, noviembre 06, 2015
No sé. La literatura es tiempo. Charlando con Sergio Chejfec
Entrevista a Sergio Chejfec en el sitio español Iletrado pero cuerdo, a propósito de la edición española de Últimas noticias de la escritura.
Hay autores por los que sentimos una cierta atracción antes
incluso de haberlos leído. Es como si existiera un vínculo imaginario que ha
sido creado por una serie de afinidades lectivas. Si varios de nuestros
escritores de cabecera hablan y escriben maravillas de Sergio Chejfec, entonces
no hay duda: Sergio Chejfec tendrá algo interesante qué decir, y por ello
decidí en su día leerlo. No me defraudó en absoluto, claro.
Tras La experiencia dramática y Modo linterna, publicados
ambos por Candaya, ahora acaba de salir en España Últimas noticias de la
escritura en uno de esos sellos que no dejan de asombrar al quisquilloso lector
(o bibliófilo) por su atrevimiento y gracia, por su locura, excentricidad y ese
amor por la literatura y el libro bien hecho. Me refiero a los inigualables
Jekyll&Jill. «Me siento afortunado porque fueron sumamente hospitalarios.
Se plegaron a la moral del texto y de ese modo, creo, lo hicieron suyo como
solo un buen editor puede sentir como propios los libros que hace», afirma el
propio autor argentino. Y es ese mismo trato y cariño es el que yo he
encontrado, pues han sido ellos los que me han brindado la posibilidad de
hablar con Chejfec sobre su «talismán equívoco», ese cuaderno de color verde
que le ha servido para resaltar el valor meramente artístico al que tiende la
escritura manual, y sobre el poder, la nostalgia o el olvido de la palabra.
Pregunta: De su libro Modo linterna extraje
ciertas frases o subrayados, eso que en Últimas noticias de la escritura,
cuando hace mención a Feyerabend, dice que sirve para «extraer una hebra de
pensamiento o una frase conclusiva». Una de esas frases conclusivas es esta:
«[…] un escritor es alguien abierto al mundo, un ser curioso por todo lo que
ocurre y alguien para quien ningún saber resulta ajeno o extravagante». ¿De ahí
parte Últimas noticias de la escritura, como mecanismo para comprender más y
mejor todo cuanto rodea a la escritura?
Sergio Chejfec: Es curioso que esa frase parezca tan
concluyente cuando se propone como lo contrario (el opuesto de ese otro lugar
común, el de la torre de marfil). De todos modos no es tan importante lo que
uno haya querido decir, como la idea de que el escritor puede saber mucho o
poco acerca de lo que escribe, puede estar o no especialmente interesado en el
mundo, etc., pero aquello que lo definirá es esa tensión más que cualquier
diagnóstico en un sentido u otro. Al escribir el ensayo no me propuse un
tratado sobre la escritura que agotara hipótesis y casos. Mi intención fue
ofrecer un relato lo más honesto posible, que rodeara lo que sé y expusiera,
subrayándolo para quien lo sabe, aquello que ignoro. En cuanto a la partida, es
tanto una idea de narración como una idea más reflexiva. Me gusta mezclar ambas
dimensiones en mis libros. Tomé algunas experiencias personales que considero
fundantes en mi relación con la escritura y con la lectura de literatura, y
partir del relato de ellas seguí con algunas consideraciones analíticas sobre
la escritura cuando es adoptada como principio constructivo de ciertas
propuestas de la plástica.
P: Dice que «se sintió escribiente antes que escritor».
Autores como el guatemalteco Eduardo Halfon no dejan de preguntarse cómo se
convirtieron en escritores, cuál fue el momento –si es que existe ese momento–
en el que decidieron ser escritores. Desde su punto de vista, ¿cuándo uno es
consciente de ser escritor?
S. C.: Uno asume entera conciencia de ser escritor cuando lo
leen sus pares. Ser escritor no es otra cosa. Creo que es como en el fondo
funciona.
P: Su interés por la tecnología, por cómo ésta transforma e
impone, como diría Alberto Olmos, «nuestra concepción de la realidad», está
presente en Modo linterna pero también en La experiencia dramática. En Últimas
noticias de la escritura también ahonda en ello, confrontando y reflexionando
sobre la escritura manual y la escritura digital. Se habla y se escribe mucho
acerca de la muerte del libro en papel, del papel en sí. Esto me lleva a pensar
sobre algo que queda reflejado en su ensayo, como es la precariedad o
volatilidad física de la palabra. No obstante, en las plataformas virtuales, la
vida de esas palabras igualmente es precaria, se pierden en un mar infinito de
información. ¿Cree que hay esperanza para la palabra escrita, gráfica? ¿Y qué
valor tiene hoy en día la palabra?
S. C.: El punto es que prácticamente toda palabra escrita,
cuando la vemos impresa sobre papel o sobre cualquier otra superficie, es
epifenómeno de su condición digital. Lo impreso no es algo que se oponga a lo
digital, sino que es uno de sus canales, aun cuando precise un soporte material
para exponerse. Ahora bien, la palabra no es menos precaria o volátil por el
hecho de estar impresa. La precariedad proviene de su movediza relación con el
sentido y el significado.
La entrevista completa se puede leer acá.
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