Daniel Gigena lee Cómo usar un cuchillo, de Fernanda García Lao, y escribe para ADN Cultura:
Fernanda García Lao (Mendoza, 1966) asiste a los personajes -cuando hay algo así como personajes en sus textos- con un atributo que sobrepasa la retórica aturdida con que la, en general, exponen sus propios dramas: una moral nueva, fresca y sin pretensiones de ejemplaridad (ni piedad). Se manifiesta y desaparece en frases breves y complejas. ¿Alguien está a punto de suicidarse? "Había sangre y dolor en el sector de las rosas." Una chica que participa de un concurso de belleza, antes de fracasar con todas sus fuerzas, advierte sobre las damas de la comisión: "Todas sospechosas. Cuántas serían humanas, no sé". Internado en un hospicio administrado por monjas, un paciente deduce: "No hay nada peor que las cosas inconclusas. Aunque un ano parezca feo, es una tranquilidad". El habitante de un chalet, luego de enterarse o convencerse de que su mujer lo engaña: "No soy un mediocre. Yo era hermoso y besaba a las chicas con un trago en la mano". En las instrucciones del cuento que presta el título al volumen: "Un criminal quiere matar y ninguna muerta quiere morir, lo que anticipa una batalla violenta". En un tren: "Madre de familia la observa con regocijo. Sabe de ella algo que la otra no debería saber que sabe". En un crucero: "Estaba muy excitada con mi nueva vida, pero me quedé dormida". Con una continuidad mínima, las historias semejan bombas molotov que estallan, contradictorias, durante la lectura.
Autora de cuatro novelas (Vagabundas , Muerta de hambre , La piel dura y La perfecta otra cosa), cantante, dramaturga y actriz, García Lao llega al cuento -género a veces confortable y hospitalario con los maniqueísmos bien adornados- con brío creativo, con el que quiebra convenciones y desequilibra cierta endogamia o agotamiento argumental. En lugar de establecer universos verosímiles o razonados, ofrece indicaciones didascálicas, anárquicas formas breves, puestas en escena programadas de manera cromática y mutis por el foro narrativos: "Apagón final acuchilla el espacio. Música funcional".
Plegadas sobre sí mismas, las ficciones de Cómo usar un cuchillo albergan seres únicos en su especie: la niña prodigio nietzscheana, el héroe sin pueblo, una mujer pulpo, una trastornada virreina de belleza, la visitante inoportuna en un country , un "chongo" envuelto como golosina para señoras acomodadas, el ser que vive a ras de la suela de los zapatos ajenos... Los relatos son, si no sus epitafios o prontuarios, descripciones de los efectos no deseados de la civilización, detallados de manera tan sorprendente como homeopática.»
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