lunes, julio 04, 2016

Mundos propios

Por Eugenia Zicavo para El Planeta Urbano.


Alejandro García Schnetzer es un escritor distinto.
Nacido en Buenos Aires y radicado desde hace años en Barcelona, este argentino que además es editor y traductor escribe en una lengua de otro tiempo: la de los padres, la de los abuelos, la de las generaciones pasadas. Su última nouvelle, Quiroga (que está en la sintonía de sus anteriores, Requena y Andrade ), transcurre en el Río de la Plata y sus orillas, a fines de la década del 30. El protagonista es un joven bibliotecario, enamorado perdidamente de una mujer a la que escribe cartas de manera compulsiva, que a partir de un viaje en barco advierte las posibilidades y recompensas de dedicarse al contrabando. Todo contado en un clima histórico construido sobre las bases de un lunfardo olvidado, de un gran rescate de arcaísmos que vuelven a la vida tamizados por la experiencia acumulada de la lengua, la resonancia de los términos que no por desconocidos resultan menos próximos, la memoria de los que hablaron antes y se niegan a seguir callados.
Van algunos: “degollina”, “pífanos”, “muermo”, “villorío”, “estrunso”. Y la lista sigue. Un retrato de una época en la que para cruzar a Uruguay había barcos con camarotes, los varones se batían a duelo y las mujeres pensaban en dotes y en buenos partidos. “Apúntele mejor a la piba de arrabal, la fabriquera, todo le saldrá igual de pésimo, pero a lo menos no se va a sentir un lumpen”, le recomiendan los amigos. Un libro repleto de guiños a la cultura rioplatense, que es también un gran experimento con el lenguaje, rarísimo y bello.
 

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