Por Carla Leonardi para Caligari Revista Cultural
Conocí a Marcos Vieytes como docente en sus cursos de cine y
siempre me asombró su aguda capacidad para extraer de un fragmento de una
película nuevos sentidos que enriquecían mi mirada.
La sorpresa fue mayor cuando entré en las páginas de
“Subjetiva de nadie”, su primer libro. Esperaba encontrar una compilación de
reseñas o textos sobre películas o ensayos de corte académico sobre crítica de
cine. En lugar de eso encontré que la belleza poética de las imágenes copula
allí con la poesía de las palabras.
El libro se compone de cinco partes: “La hora de la
religión” (atravesada por su educación religiosa donde expone la genialidad de
que “El cine lo inventó Dios”), “Subjetiva de nadie” y “Crónica de la intermitencia”
(fragmentos de escritura que hacen eje en la mirada), “El sexo de La Cosa”
(donde la imagen se vuelve carne y goce) y “La comedia cósmica” (donde se
detiene en el cine de Herzog, Buñuel, Mizoguchi y Álvarez)
En el camino de lectura uno atraviesa múltiples referencias
a películas, que probablemente el lector
no haya visto en su totalidad; pero el particular estilo de Vieytes logra
transformar, lo que podría ser un obstáculo o experimento tedioso, en placer
estético.
El autor pone a dialogar películas o directores entre sí,
intercala anécdotas personales, micro-ficciones y pie de páginas, que más que
aclaraciones, son bellas y crípticas poesías. A esta altura uno podría
preguntarse: ¿Qué es “Subjetiva de nadie”? ¿Un libro sobre crítica de cine? ¿Un
diario biográfico? ¿Un libro de poesía?
Y poco importa la respuesta. Yo diría que “Subjetiva de
nadie” es una experiencia literaria, donde se respira el placer del juego y en
la cual la ruptura, cada vez, del género donde podría ser clasificada; se
vuelve la huella distintiva de su autor.
Uno descubre allí trozos y trazos de escritura que, al modo
de un entramado o borde; logran transmitir la pasión por el cine como un modo
de vida.
En palabras del autor: “Ya no discierno lo que escribo, sólo
líneas irregulares que llenan la hoja de izquierda a derecha. Ya no sé si
escribo con el corazón, con la cabeza,
con ambos o con ninguno. Es el cuerpo solo el que escribe ahora y soy
feliz como nunca, y aunque feliz es una de las palabras más traicioneras que
existen, no me arrepiento de haberla escrito.”
No hay comentarios.:
Publicar un comentario