miércoles, diciembre 02, 2015

Los puentes magnéticos en Revista TCH

Sobre Los puentes magnéticos, de Ignacio Molina. Por Emanuel Frey Chinelli para THC.


Cuando una novela incita al lector a no soltarla hasta resolver el qué pasó planteado en la primera página, automáticamente hay placer, casi total, que marida muy bien con nuestra planta favorita. Los puentes magnéticos invita al particular mundo de una señorita en la difícil tarea de vivir. Ser artífice involuntaria del encuentro entre un ex ídolo punk devenido empresario y un músico joven fanático de su música (el pibe que acaba de conocer), el hecho de fumarse todo el porro y no guardar para convidar (al chongo que ya aburre), cruzarse con un viejo conocido que la invita a participar de la película que está filmando, esquemas cotidianos perfectamente posibles que se amalgaman para darnos la imagen de un ser real, arquetipo de nuestros días, en los que lo más mínimo se hace importante (y viceversa); una cuchilla hurtada de un asado, una remera que la vecina se lleva de la soga a modo de venganza; señales, anclas de un relato que avanza y se hace grande en su aparente quietud. Camila, la protagonista de este devenir, se sincera hasta confundirse un poco con la voz de nuestra conciencia, como preguntando: “¿qué harías vos en esta situación?”. Casi planteando en el relato sus pormenores existenciales, exquisitos de tan reconocibles: su padre, desaparecido en Brasil, es un tajo en el porqué de sus días, y pasan los años y los novios y todo sigue y se transforma. Es en este entrevero de lo rutinario y lo trascendente donde el autor, Ignacio Molina, nos convence y deslumbra con una pieza breve y compacta: lo bueno, si breve, aplausos.

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