Sobre Mi descubrimiento de América, de Vladimir Maiakovski.
Por Germán Lerzo para Revista Invisibles
A fines del siglo XIX y principios del XX, viajar a Estados
Unidos era una suerte de ritual iniciático para los escritores de la época.
Vladimir Maiakovski, el poeta de la revolución bolchevique, visitó aquel país
en 1925 y lo plasmó en sus crónicas, donde combina la observación atenta, una
gran capacidad de síntesis y una dosis constante de humor ante las costumbres
sociales y los excesos del capitalismo americano. Entre la mirada del turista y
la del espía encubierto, Mi descubrimiento de América es un gran ejemplo de la
crónica como género.
(…)
Muchos años después de estas impresiones sarmientinas, el
poeta Vladimir Maiakovski, el mayor
referente literario del futurismo y acaso también de la Revolución Rusa, como
lo fue Sarmiento de la campaña antirosista, descubre Estados Unidos hacia 1925
y el efecto que le produce no es muy distinto al que provocó en el sanjuanino
pero admite algunas variantes. Ante la primera impresión de Nueva York, el
espectáculo lo sobrecoge: “abrí los ojos como platos” dice. Y al recorrer las
diferentes ciudades de aquel país, el cronista ruso no disimula el asombro ante
los avances técnicos aplicados a los medios de transporte con trenes que ya
circulan por el aire; la celeridad con que se construyen enormes torres de
edificios en la ciudad; el ritmo meticuloso con que los trabajadores motorizan
la actividad cosmopolita todas las mañanas; la organización del tránsito
vehicular en un país “donde hay más autos que personas” y el avistamiento del
primer semáforo. El derroche de luz eléctrica en una ciudad que está siempre
excesivamente iluminada como síntoma de progreso y abundancia de recursos hacen
que Maiakovski experimente una sensación de admiración y rechazo en torno a
este país que muestra todas sus condiciones para ser, ya en 1925, una gran
potencia mundial digna de análisis y estudio así como un enemigo futuro a temer
o respetar. Justamente la velocidad con que la fisonomía de Nueva York va
mutando con el paso del tiempo, debido al auge de la construcción y los avances
técnicos, bien podría sintetizarse en un fragmento, no exento de ironía, de Mi
descubrimiento de América (Entropía, 2015) sobre lo que dijeron y acaso dirán
los sucesivos cronistas ante el crecimiento constante de la metrópolis.
La nota completa, acá.
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