Sobre El increíble Springer, de Damián González Bertolino,
en La Voz del Interior. Por Martín Cristal.
La infancia de su nouvelle es entonces la de una generación
anterior, con autos descapotables, una ciudad que todavía es un pueblo y con
playas que todavía no están abarrotadas de turistas argentinos (si bien desde
los médanos se puede espiar a una joven y muy deseable Mirtha Legrand en traje
de baño). Lo que para su narrador es una remembranza, para el autor -quien le
dedica el texto a su padre- es un ejercicio de la imaginación.
Con nostalgia ficcional, esa imaginación dicta que el hijo
de un pescador, que acompaña a su padre en bicicleta para repartir la
mercadería de cada día, conozca al hijo de unos inmigrantes franceses. El lazo
entre ellos será el de esas amistades automáticas que surgen entre niños de 6
años, y que en los adultos son más difíciles de forjar. De hecho, cuando
crezcan -los dos, pero en particular Gastón Springer-, esa lealtad será puesta
a prueba.
Con un aire de literatura norteamericana, el estilo es
reposado pero constante, sin apresuramientos ni dilaciones, en un tono de
confidencia amable, sólido en su madurez de adulto que rememora o que repite un
relato que ya ha pulido de reflexiones innecesarias.
La atmósfera de aquel pasado no se le impone al lector con
detalles abrumadores, sino que lo va ganando de a poco con pinceladas
impresionistas. Crece, sin prisa y sin pausa, como la mancha de sudor en la
camisa de ese padre que pedalea.
El increíble Springer funciona bien como relato
independiente, tal como lo reeditó el sello argentino Entropía, si bien
originalmente se publicó como parte de un díptico, que mereció el Premio
Nacional de Narrativa "Narradores de la Banda Oriental" en 2009.
En esa edición inicial, su lado B era el relato
"Threesomes", donde Punta del Este se parece mucho más a la que
conocemos -o imaginamos- los argentinos: su historia transcurre en los '90, en
el club de golf (escenario que en el relato sobre Springer también aparece,
aunque de pasada). Tres mujeres juegan y un caddie las sigue; entre esas cuatro
figuras construidas en tercera persona, se van destilando una decrepitud que
linda con la locura, miserias sociales, hipocresías, la necesidad de cuidar las
apariencias y otras preocupaciones -a veces irrisorias- de la gente de dinero o
con aspiraciones de figurar.
Aunque sea más difícil de conseguir por estas pampas, vale
la pena asomarse también a esa versión "completa" (desde 2014 se
consigue por Estuario Editora). En ella, ambos relatos se apuntalan por los
cruces que generan un escenario común y dos épocas muy diferentes.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario