martes, enero 17, 2017

Romina Paula: "Mis novelas son una especie de falso diario con cosas mías"

Entrevista a Romina Paula en La Nación. Por Alejandro Lingenti



Reconocida como dramaturga, acaba de publicar su tercera ficción, Acá todavía, en la que narra la muerte de un padre; las diferencias entre escribir literatura y teatro

muerte es uno de los grandes temas de Acá todavía, la tercera novela de Romina Paula, luego de ¿Vos me querés a mí? (2005) y Agosto (2009), sólidas predecesoras donde también ese asunto que nos importa a todos sobrevolaba el espeso ambiente familiar, uno de los epicentros de su narrativa. La muerte. La angustia que provoca su condición de ineludible, la inquietud que produce su inminencia y, en los mejores casos, la liberación que desata su llegada.


En Acá todavía, ese desarrollo temporal es manifiesto: en la primera parte de la novela, Andrea, la protagonista, atraviesa, no sin sobresaltos, la acuciante despedida de su padre. Una vez cerrado ese capítulo, la escritura dispara raudamente hacia otro lugar, cargado de enigmas y ensoñación, una deriva anárquica por espacios que la autora no había explorado en la literatura pero sí en el teatro, sobre todo en Fauna (2013) y Cimarrón (2016), dos saltos al vacío que consolidaron su perfil de artista decidida a ponerse a prueba, resistente a la oportunidad de acomodarse en los espacios donde ya había demostrado destreza y eficacia.

-¿Notás los cruces entre tu trabajo en la literatura y el teatro? ¿Cómo decidís a qué lugar irá a parar cada idea?
  
-Creo que la primera parte de esta última novela se parece más a Agosto, pero con más crudeza, y la segunda, a Fauna y a Cimarrón, mis dos últimas obras teatrales. Al mismo tiempo, Cimarrón tiene algo bastante parecido a Si te sigo muero, la obra que hice basada en textos de Héctor Viel Temperley. Veremos si mi próxima novela arranca en el final de Acá todavía o retomo lo anterior. Respecto al tema de las ideas, claramente sí sé para qué es cada cosa que escribo. Hay una disposición previa. Con el teatro es muy concreto: sé que tengo que hacer una obra, que la voy a hacer, y entonces la escribo. Lo hago con algunas ideas que puedo tener y después, en el proceso, aparecen otras que va pidiendo la propia escritura. Me fascina la diferencia entre lo que uno cree que va a escribir y lo que acaba escribiendo, tanto en literatura como en teatro.

-¿Te animarás en el futuro con la poesía?

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-¡No! Para mí la poesía es como la matemática: no la siento nada cerca, me parece inaccesible. No me pasa eso como lectora, pero yo no podría escribir poesía.

-Aún resonando como lugar común, ¿te sirve la escritura como catarsis?

-No sabría decirlo. El padre de la novela no es para nada mi papá, es un hombre que me inventé, más compinche que mi viejo real. Sin embargo, hay partes del libro que me duelen si las leo ahora. Si se elaboró algo del duelo, no lo percibí conscientemente. Sí pensaba que tanto dolor tenía que servir para algo. Poder contarlo creo que puede servir para elaborarlo. Nunca había estado en contacto con el proceso de una enfermedad, con la vida en un hospital. Me pareció muy doloroso la decadencia, la esperanza, la incertidumbre... Mi papá no hablaba mucho de lo que estaba pasando mientras estuvo internado. Y la novela es un Frankenstein de sucesos reales y ficticios. Obvio que la experiencia está detrás de todo.

-Siempre trabajás desde la experiencia.

-Por ahora, es lo que pude hacer. Esta novela la empecé a escribir en tercera persona y se me escapaba todo el tiempo la primera. En mis novelas siempre hay una primera persona femenina contando sus cosas, una especie de falso diario con cosas mías e inventadas.

-Estas constantes permiten pensarlas como una trilogía.

-Eso lo sabré cuando escriba la próxima. Si la nueva es muy distinta, efectivamente estas tres que escribí podrían pensarse como una trilogía.

-¿Solés corregir mucho?

-Sí, corrijo mucho. Como estuve mucho tiempo con esta novela, eso se dio más que nunca. El proceso de edición con la gente de Entropía fue muy minucioso. Las de ellos no son bajadas de línea, sino sugerencias. Pero suelo tomar casi todas porque coincido con sus gustos. Cumplen la función de un amigo sincero.

-¿Leés a otros autores mientras escribís?

-No leo cosas que puedan tener similitudes. Por ejemplo, literatura contemporánea argentina producida por mi generación. Pero sí sigo leyendo clásicos. Durante el embarazo estaba leyendo Guerra y paz en alemán, una empresa realmente titánica (risas).

-¿Cuáles son los objetivos de tus talleres?


-Trato de que el que escribe se haga consciente de lo que está escribiendo. Suele haber un desfase entre lo que creen que escriben y lo que el otro lee. Se aprende a saber qué tenés en mano y a hacer un trabajo de edición. La idea es trabajar para que el material progrese, encuentre su voz, su equilibrio.

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