Sobre Cuento para una persona, de Laura Petrecca
Por Damián Tabarovsky para Perfil
Cuento para una persona, editado por Entropía, es el tercer
libro de Laura Petrecca (Buenos Aires, 1985). Está escrito con una deliberada
ambigüedad (no sólo de género: ¿es poesía? ¿Es una novela? ¿Una nouvelle, como
anuncia la tapa del libro? Preguntas que a esta altura no tienen ya casi
sentido), pero por sobre todo con una sintaxis perturbadora que se cuela, se
filtra y se expande por la violencia en que se escanden los versos. Escandir
–es decir: salirse de truco de escandir como recurso de taller literario– no es
un arte fácil, y Petrecca lo logra con autoridad. Y si digo violencia es porque
el balbuceo (el tartamudeo, escribe Arturo Carrera, como una cita a Deleuze, en
el paratexto del libro) detrás de esa fachada de levedad, de indefinición
topológica (va para acá, va para allá), esconde –es decir, exhibe– una
formidable violencia sobre el sentido, al que coloca en la indefensión de la
demora, del extravío. Compacto, Cuento para una persona parece desconfiar de la
búsqueda de la frase perfecta (búsqueda fallida de antemano) y concentrarse en
el flujo de los párrafos, en la circulación de la tensión interna de texto:
“Cuando él salió/ ella se dio cuenta que hacía mucho/ no sentía una
tranquilidad tan cierta.”
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