Una entrevista a Sergio Chejfec por Gonzalo León, publicada en su blog
LOS SOPORTES
“Todo soporte vinculado a la literatura parece accesorio ya
que modificando la herramienta de anotación, el resultado, en apariencia, no se
modifica, a diferencia de otras artes, en las que el soporte y el medio son esenciales
como componentes de la obra. A mí me interesa inducir una serie de reflexiones
con ese hecho irrelevante en apariencia”, empieza de sopetón para explicar las
motivaciones que llevaron a este libro. A diferencia de quienes han tratado de
sistematizar la herramienta de escritura y encontrar algún tipo de correlación
con algún tipo de escritura que provoca (“Heidegger creía que llevaría a una
despersonalización de la escritura”), Chejfec no trabajó con ninguna hipótesis,
“porque la relación entre literatura y escritura sigue siendo intrigante; a
veces el soporte parece no importar en los resultados de la escritura, pero
otras el soporte parece actuar de manera soterrada sobre la escritura. En el
caso de la escritura en pantalla tengo la sensación de que a veces induce un
deslizamiento hacia esferas de la simulación”.
LA SIMULACIÓN
En su ensayo señala que los simuladores, al igual que las
máquinas de escribir, proliferaron desde el campo militar, extendiéndose hacia
el campo de los videojuegos y las computadoras, para terminar en narrativas
específicas. “Lo simulatorio me parece interesante como fenómeno respecto del
cual yo puedo ser testigo”, señala para explicar por qué se detuvo más en la
simulación que en la imitación o en la copia. La simulación está presente en
ciertas escrituras, como las del español Agustín Fernández Mallo (El hacedor.
Un remake), donde “hay un intento anacrónico por recrear un viaje servido de
elementos propios de la simulación, como Google Maps. De ahí que yo me animo a
sugerir que quizá no estemos frente a un nuevo tipo de configuración realista, ya no basada en la
idea de representación, ya que la idea de representación está dirigida hacia
una versión de lo real de manera objetiva”, sino donde todo lo reproducido está
exactamente reproducido y donde se encontrarían “variados pliegues de
sensibilidad”.
IMITACIÓN O COPIA
Google Maps no es la única herramienta para esta nueva
configuración, hay una serie de herramientas digitales que pueden ser o no
aplicadas a la escritura digital o en pantalla, a la que se refiere este autor
de varias novelas. Lo más interesante de esta escritura es que “postula una
fricción entre inmutabilidad (la supuesta promesa de permanencia y la ausencia
de desgaste material) y fragilidad (el riesgo de que un colapso elimine los
archivos…)”. Pero Chejfec no reflexiona sólo de lo digital, sino también lo
hace a partir de las artes visuales. Menciona la retrospectiva de Fabio Kacero
en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires y se detiene en una instalación que
era una versión manuscrita de ‘Pierre Menard, autor del Quijote’, de Borges, en
la que Kacero se apropió de su caligrafía sobre una página en blanco. Este
procedimiento le sirvió para darse cuenta de “la oscilación o ambivalencia que
puede haber entre la noción de ‘copia’ y la de ‘imitación’”. Chejfec, que en el
cuento que sirvió como libreto para la obra Teatro Martín Fierro ya abordaba
los conceptos de simulación y subrayado en su propia ficción, no pasa por alto
el hecho de que María Kodama no haya reaccionado a la obra de Kacero: “Hay una
especie de sensibilidad de la viuda de Borges que ha impregnado la mentalidad
de cada uno de nosotros y marca la vinculación imaginaria que establecemos con
Borges”.
SUBRAYADO
Advierte la importancia del subrayado como “gesto de
apropiación, en la mayor de las veces privado, otras veces público”. La frase “No
leía, pero sus subrayados era perfectos”, de Osvaldo Lamborghini, le dio pie
para desarrollar esta parte de su ensayo y llegar a la conclusión de que el
subrayado también puede ser una posibilidad estética: En el camino de Ida, de
Ricardo Piglia, y El tratado contra el método de Paul Feyerabend, de Ezequiel
Alemian son ejemplos. El controversial libro de Pablo Katchadjian, El aleph
engordado, sería otro subrayado, aunque “mucho más radical porque es una
escritura”; si bien todo subrayado aspira a restituir la escritura, en este
caso se ha subrayado lo que no estaba en El aleph. Para Chejfec, subrayar es el
momento culminante de la escritura. Visto así “toda novela es un subrayado” y
la literatura no es más que “un subrayado permanente”.
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